Javier Milei cosechó el apoyo de EE.UU. durante su viaje, pero aún persisten fuertes dudas por el plan económico de Caputo
La Casa Blanca se mostró proclive a respaldar al nuevo gobierno tras la visita del presidente electo
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WASHINGTON.- Una etiqueta del menemismo volvió a despuntar esta semana en Washington: “relaciones carnales”. Javier Milei se acercará todo lo que pueda a Estados Unidos, un realineamiento que, esta semana, encontró eco en la apertura y el pragmatismo del gobierno de Joe Biden para trabajar con líderes parados en la vereda opuesta a la Casa Blanca. Pero esa primera señal de respaldo convive con las fuertes dudas sobre el plan económico y el equipo de Luis “Toto” Caputo, ya apremiado por conseguir financiamiento.
Milei y su círculo más cercano se fueron de Washington con la tranquilidad de que Biden dará una mano en la ardua tarea de reparar la economía. La visita relámpago de dos días transcurrió por los carriles habituales, sin estridencias, un contraste notable con la campaña del candidato “outsider”, rupturista, sin experiencia, que llegó a lo más alto del poder martillando a la “casta política”, motosierra en mano.
“La visita de Milei a Washington fue tan bien como se podía esperar”, evaluó Michael Shifter, senior fellow del Diálogo Interamericano. “A pesar de que Milei profesó admiración por Donald Trump, el gobierno de Biden le abrió sus brazos al presidente electo. Después de todo, Milei dijo que buscaba relaciones estrechas con Estados Unidos e Israel. Además, estaba claro para Estados Unidos que Milei era un trabajo en progreso, y hubo una diferencia entre el candidato y el presidente electo, mostró mayor pragmatismo”, completó.
El posicionamiento de Milei a favor de las democracias liberales y en contra de las autocracias, su respaldo inquebrantable a Ucrania y Israel, y sus distancias con China son armonías con Biden que, por ahora, eclipsan las diferencias. Atento su nuevo rol, Milei no vio a Trump en su primer viaje como presidente electo. El embajador norteamericano, Marc Stanley, jugó un papel clave en el armado de la agenda. Pero su fugaz paso por Washington, donde nadie lo conocía en persona, fue apenas el puntapié.
“Si bien la visita generó algunas esperanzas de una relación productiva entre Milei y Estados Unidos, es prudente mantener las expectativas bajo control. Todavía hay mucha incertidumbre sobre la dirección que seguirá el gobierno de Milei, junto con una considerable incertidumbre sobre la política norteamericana para el próximo período”, matiza Shifter.
El asunto crítico será la nueva negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Más allá del respaldo de la Casa Blanca, y de que Milei trae, para muchos, la expectativa de un plan más profundo del que podría haber generado Sergio Massa –quien quemó muchos cartuchos en Washington en su gestión en el Ministerio de Economía, sobre todo en el último tramo–, en Estados Unidos reinan dudas sobre el equipo, la hoja de ruta, su viabilidad, su implementación, y, en última instancia, su probabilidad de éxito.
La primera duda es sobre el equipo. La designación de Caputo al frente de Economía, y la mudanza de los socios de su consultora, Anker, al Palacio de Hacienda arraigó la inquietud de si flamante funcionario traerá un plan integral, sólido –tal como reclaman el Tesoro y el Fondo–, o si buscará soluciones rápidas respaldado en su expertise para conseguir dólares. En Estados Unidos ven que la Argentina necesita un programa de estabilización complejo que requiere de una mirada amplia y un diseño fino, y muchos ven a Caputo como un experto en finanzas, y no un economista todoterreno. El ingreso al equipo de Joaquín Cottani, quien trabajó con Domingo Cavallo, atemperó esas inquietudes, sin alejarlas del todo.
Ante la falta de precisiones sobre el plan, volvió a circular un informe de Anker de mayo, crítico de la dolarización. “La columna vertebral del próximo programa económico debe ser el equilibrio fiscal. Insistimos en algo, la dolarización no es una solución mágica a los problemas del país”, orienta ese análisis. Pero el apartado que llamó la atención es otro: Caputo y su equipo calculan que, con un nuevo programa económico, se pueden conseguir 12.000 millones de dólares del mercado, 15.000 millones de dólares del Fondo, y otros 4000 millones de dólares por activos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses.
Ahí empiezan a aparecer las dudas por la viabilidad. Muchos descuentan que Caputo ya está buscando –y conseguirá– financiamiento, y prevén que el Fondo dará oxígeno, es decir, seguirá refinanciando los vencimientos, y podría incluso adelantar desembolsos bajo condición de que, primero, se implementen las primeras medidas del nuevo plan. Pero nadie ve un cheque de 15.000 millones de dólares, aun con un ajuste draconiano. Al programa vigente le quedan giros por solo 6500 millones de dólares. El otro punto es la obsesión con la bola de Leliq. Varios economistas coinciden en que no es el principal problema, y ponen el foco en llegar al “déficit cero”. Y ahí surge la madre de todas las dudas: si Caputo puede lograr el ajuste fiscal que propone Milei.
Monica de Bolle, senior fellow del Instituto Peterson de Economía Internacional, escribió que la única solución realista a los problemas de la Argentina reside en “una combinación de profundas reformas fiscales, institucionales y monetarias similares a lo que hizo Brasil en 1994 con su Plan Real”. De Bolle cree que hay que construir “murallas chinas” entre el Tesoro y el Banco Central –el nombramiento de Santiago Bausili, socio y amigo de Caputo, como presidente del Central aleja esa idea–, cerrar acuerdos de responsabilidad fiscal con las provincias y aprobar una nueva moneda, un trabajo hercúleo que exige decisiones duras, difíciles de masticar, y una “enorme coordinación política”.
La Argentina tendrá respaldo de Estados Unidos, pero deberá pagar primero para cerrar un nuevo acuerdo con el Fondo. Esa será la primera prueba que deberán sortear Milei y Caputo: una negociación que arranca urgida de soluciones y envuelta en dudas.
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