Invertir mejor y también más
En muchos países, y el nuestro no es la excepción, se instaló la discusión sobre el gasto público en educación en términos de la opción entre gastar más o gastar mejor. Los que ponen el acento en gastar más no pretenden modificar los mecanismos existentes. Parecen pedir más de lo mismo, es decir, más dinero invertido en forma inequitativa socialmente e ineficiente administrativamente.
Los que ponen el acento en gastar mejor, en cambio, parecen esconder detrás de este objetivo el propósito real de gastar menos, y aplican a la educación las mismas medidas de ajuste y recorte que se aplican a otros sectores de las políticas públicas.
La experiencia internacional indica que los que gastan mejor son también los que gastan más. Para asignar más recursos a los que menos tienen y para eliminar burocracias ineficientes es preciso realizar inversiones iniciales muy significativas que permitan retener a los mejores recursos humanos, reasignar personal sin costos sociales injustos y dar fuertes incentivos para trabajar en zonas y escuelas que atienden a poblaciones desfavorecidas, que permitan cumplir con el objetivo de la equidad social.
Pero, ¿por qué las inversiones educativas deben ser públicas? ¿No sería más eficaz dejar que los mecanismos de mercado se ocupen de la magnitud y la distribución de los recursos para educación?
También aquí la experiencia internacional muestra que la inversión pública es la mejor garantía de equidad y eficacia. Invertir en educación es tanto una necesidad económica como política. Lester Thurow, en su reciente libro sobre cómo se construye la riqueza en el nuevo capitalismo, explica claramente los riesgos de dejar la inversión educativa en manos de la dinámica del mercado.
El resultado de este proceso será que la mejor formación la recibirán aquellos que ya la tienen. Cualquier país que confíe en la inversión privada en formación se encontrará muy pronto no sólo con pocos trabajadores calificados sino con una distribución muy despareja de las capacidades.
En este sentido, advierte Thurow, el capitalismo debe superar una de sus debilidades más fuertes: la miopía para tomar decisiones de largo plazo. Ya es una banalidad repetir que invertir en educación implica invertir en el largo plazo. No por banal, sin embargo, es menos cierta.
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