Imágenes de un país roto que no cesa de romperse
Aparecen miserias que exceden la lucha de facciones en un año electoral; la pelea entre Berni y Frederic no opaca ni saca de foco los verdaderos problemas que arrastra la Argentina
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No es una foto más de la sucesión frenética de imágenes con que la realidad nacional sacude a diario a los argentinos. El triste caso de la menor M. tiene la esperpéntica virtud de reunir fotogramas, de muchas dimensiones, para componer el documental de un país roto, que no cesa de romperse.
La pobreza extrema, la vulnerabilidad en la que viven más de la mitad de los niños del país y la inseguridad, todo rematado por grotescas disputas políticas. Todo concentrado en apenas unas horas. A pesar de que el caso tuvo ¿final feliz?
Por eso, la pelea (otro round y van…) entre los ministros de Seguridad nacional y bonaerense, Sabina Frederic y Sergio Berni, no opaca ni saca de foco los verdaderos problemas. Tampoco lo hace el pase de facturas de la Nación al gobierno porteño por la indigna e indignante situación en la que vivían madre e hija. Por el contrario, los realza. Miserias que exceden la lucha de facciones en un año electoral.
Si los hechos de las últimas horas adquieren mayor gravedad es porque no son excepciones. En tal contexto, resalta aún más el cambio de prioridades (al menos coyuntural) en el gobierno nacional.
El avance oficialista sobre la Justicia escaló en las últimas dos semanas hasta desplazar de la atención presidencial los inconvenientes sanitarios por la falta de vacunas contra el Covid o las dificultades económicas. El dilema salud-economía terminó reconvertido en el trilema Justicia-salud-economía (en ese orden). Efectos de la acumulación de problemas postergados, de las internas irresueltas y los intereses contrapuestos dentro del oficialismo.
Adquiere así más relevancia la estrategia de los funcionarios nacionales para minimizar el nuevo (y patético) espectáculo protagonizado por Berni y el viceministro nacional Eduardo Villalba. Una disputa disparada ahora por diferencias sobre la colaboración (o falta de) del Gobierno en la búsqueda de M., agudizada por la aparente búsqueda de rédito tras la resolución.
Frederic y algunos colaboradores presidenciales optaron por poner el foco en Horacio Rodríguez Larreta. Una estrategia de doble propósito: obtener algún beneficio político adicional del “final feliz” y, sobre todo, eludir la imposibilidad de lidiar con un funcionario sin frenos protegido por Cristina Kirchner. Berni solo amplifica otras impotencias.
Los excesos del ministro bonaerense, capaces hasta de opacar una buena noticia, tampoco parecen sencillos de gestionar para quien, formalmente, es su jefe en términos institucionales. Axel Kicillof prefirió resguardarse en la visita que realizaba por el interior bonaerense. Como si fuera un problema de otra jurisdicción. O, quizá, porque lo es. Su gabinete se divide entre los propios y los delegados de Cristina. Otro más.
“Lo de la pelea no tiene importancia. Que Berni se quede puteando solo. Lo importante es la salud de M. y que esté con su familia. Lo importante es la respuesta que le debe el gobierno porteño a esta familia que estaba en extrema vulnerabilidad”, afirmó un alto funcionario de la Casa Rosada a LA NACION.
El único motivo de enojo en el entorno de Alberto Fernández por el nuevo estallido en público de la interna Berni-Frederic radicó en que había afectado la estrategia de deslindar culpas sobre el dirigente opositor con mejor imagen. “La disputa solo exhibe falta de sensibilidad ante la conmoción ciudadana y torpeza política, porque el caso M. desnuda la falta de política social y las fallas de seguridad de Larreta”, añadieron para no dejar dudas.
Desde el gobierno porteño prefirieron centrarse en el operativo que permitió encontrar a M. con vida. Y con los datos hechos públicos, más algunas elementos aportados bajo reserva, se advierte una justificación del enojo de Berni con Frederic y sus funcionarios. Argumentan tardanza, reticencia en facilitar el acceso a datos con que contaban las fuerzas federales y no haber aportado recursos, como un helicóptero con dispositivos para rastrillaje nocturno.
“Desde la noche anterior sabíamos que la nena estaba por la zona donde finalmente se la encontró; si hubieran provisto el helicóptero podría haber aparecido antes. Eso explica la bronca de Berni. Entraron tarde en el caso y después quisieron posar para la foto”, ejemplificaron en el gobierno porteño, aunque buscan quedar al margen de la pelea interna del oficialismo. Por eso, también hubo elogios a las fuerzas federales por parte del vicejefe de gobierno porteño, Diego Santilli. Se comenta que no hubo ahí espontaneidad alguna, solo fueron lisonjas a pedido. Gestos escasamente retribuidos.
Línea confrontativa
Pese a la línea oficial dominante en el larretismo de evitar enfrentamientos, algunos funcionarios impulsan una línea más confrontativa: “Que nos corran a nosotros con la pobreza cuando en el conurbano y en provincias que ellos gobiernan hace casi 30 años todo es infinitamente peor sería desopilante si no fuera trágico. Pero no les va bien con esa estrategia”, afirmó un alto funcionario porteño que acata a regañadientes el mandato pacifista. Los tiempos de paz de Larreta parecen haber quedado definitivamente atrás.
La disputa se instala así en otra dimensión: en el universo de los problemas, errores autoinfligidos y necesidades urgentes del Gobierno.
La amenaza de la segunda ola del Covid y una población vacunada que no alcanza ni a la décima parte de lo prometido para esta fecha, más la inflación que no da respiro y el avance sobre la Justicia como problema de primer orden no aportan buenos insumos para el año electoral. Salvo el aporte que podría hacer el rebrote pandémico para suspender o postergar las PASO, aunque resulta demasiada necesidad para poder convertirla en virtud.
La encuesta de satisfacción política y opinión pública que difundió ayer la Universidad de San Andrés ofrece datos que justifican la intención oficial de cambiar los ejes de la agenda pública. Aunque se advierte poco éxito con los temas elegidos.
El sondeo muestra que el 80% está algo o muy insatisfecho “con la marcha general de las cosas”, lo que deriva en un derrumbe de la satisfacción de 40 puntos en un año. Y la mayor caída la sufrió la imagen del Poder Ejecutivo: la desaprobación del Presidente asciende al 69 por ciento.
La inseguridad, la pobreza y los problemas económicos son, además, lo más importante tanto para los votantes oficialistas como para los opositores, aunque el valor que le asignan los votantes macristas a la corrupción distorsiona el promedio.
Así se advierte que, si bien la insatisfacción con la Corte Suprema es un poco más alta que la que despierta el Poder Ejecutivo, el Poder Judicial no aparece en el top cinco de los problemas, aunque los votantes de Fernández le imprimen un peso mayor que lo hace estar entre los diez primeros. Efectos de la grieta.
Por eso, emergen entre las fotos inquietantes de la realidad el tiempo, la energía y las formas que el Presidente ha dedicado al embate contra la Justicia. Exacerbado por la renuncia de Marcela Losardo y la elección del reemplazante. Las explicaciones con las que se justifica la designación del sanguíneo Juan Martín Soria no hacen más que ratificar que el objetivo es la pelea frontal con el Poder Judicial. Para satisfacción de Cristina Kirchner. La argumentación de que Soria no es kirchnerista y que los kirchneristas desconfían de él no atenúa las aversiones. Abundan las víctimas de la fe de los conversos.
El escenario no mejora con los demás datos del currículum que el Presidente dice haber tenido en cuenta. Como la “investigación” sobre el registro de audiencias presidenciales durante la gestión macrista. El Presidente sobrevaloró el mérito, más allá de las caprichosas conclusiones sacadas de ese registro, destinadas a demonizar a periodistas y opositores para desacreditar las causas en las que está imputada la vicepresidenta. Esos datos son públicos gracias al decreto 1172 que un tal Alberto Fernández impulsó y firmó en 2003 como jefe de Gabinete. Inconvenientes de la memoria selectiva.
A ello se suma lo que ya resulta un patrón en la selección de personal que suele aplicar el Presidente. El deslumbramiento de un instante ya le ha traído algunos disgustos. Le pasó con las primeras designaciones en Energía y en Vivienda, que debió rectificar. Solo un par de ejemplos.
La película del país real sigue ofreciendo imágenes en las que la luminosidad es un recurso escaso.