IBM-Nación: cómo se descubrió la coima
Una pesquisa paralela llevó a la verdad
El siguiente es el segundo adelanto del libro "Ojos vendados. Estados Unidos y el negocio de la corrupción en América Latina", del periodista Andrés Oppenheimer, que publicará próximamente la Editorial Sudamericana. Mañana, la tercera y última entrega, sobre el caso de Raúl Salinas de Gortari"
Martorana ( Ricardo ) estaba en el apogeo de su carrera.
Después de la firma del contrato con el Banco Nación, su futuro parecía no tener límites. Pocos meses después, ese mismo año, lograría que IBM ganara un contrato aún más jugoso: un acuerdo comercial por 500 millones de dólares para modernizar el sistema de computación de la Dirección General Impositiva (DGI) argentina.
Siempre sonriente, vestido con la mejor ropa, con el pelo un tanto más largo que lo usual en las más altas esferas empresariales -un vestigio de los años sesenta-, Martorana era la personificación del ejecutivo exitoso.
No sólo había llegado a la presidencia de IBM Argentina, sino que era una estrella en el mundo empresarial argentino, y un golden boy de la corporación en el nivel internacional.
(...) Pero la euforia de Martorana no habría de durar mucho. A comienzos de 1995 (...) recibió una llamada en su oficina que marcaría el principio del tiempo que desembocaría en el caso IBM-Banco Nación. El que llamaba era Ricardo Cossio, el director de la Dirección General Impositiva (DGI). Cossio y Martorana se conocían bien, y no sólo porque la DGI había sido durante mucho tiempo cliente de IBM. Los dos Ricardo se reunían a menudo para hablar de negocios, y habían entablado una amistad personal. Eran tocayos, y sus respectivas esposas habían sido compañeras de colegio en Rosario.
Pero esa mañana, Cossio no hablaba con voz de amigo. Según me contaron en entrevistas separadas Cossio y Martorana, el director de la agencia gubernamental impositiva le comunicó al presidente de IBM que se había detectado una factura sospechosa en la que su empresa podría estar involucrada. "Ricardo, surgió una cosa que me preocupa", dijo Cossio. "Descubrimos una transacción de 10 millones de dólares de IBM que parecería ser una evasión de impuestos. Aparentemente, es un préstamo de IBM a Kenia, la compañía de electrodomésticos. Según me cuentan mis inspectores, IBM le hizo un préstamo de dinero a Kenia, pero para evadir impuestos disfrazó el préstamo como si fuera una compra de software. ¿Sabés de lo que estoy hablando?", preguntó Cossio.
"¿Estás loco?", contestó Martorana, según él mismo recuerda. "Te puedo asegurar que IBM no hace esas cosas. Al contrario, nuestra imagen pública nos importa tanto que muchas veces pagamos más impuestos de los necesarios. Si tienes la menor duda sobre este asunto, mándame a tus inspectores. Te ofrezco vaciar dos despachos en nuestras oficinas para que se instalen inmediatamente allí. No tenemos nada que ocultar." (...) Cossio había dado en el clavo. El 20 de diciembre de 1994, tras un allanamiento a las oficinas de Kenia, los inspectores impositivos habían descubierto documentos que sugerían que la transacción con la multinacional norteamericana era en realidad un préstamo disfrazado. Desde las oficinas de Kenia, los inspectores se habían trasladado a las oficinas de IBM para recolectar evidencia sobre el caso. "Mientras analizábamos el rol de IBM en la transacción, se nos ocurrió que, ya que estábamos ahí, por qué no investigar si no había habido otras transacciones fraudulentas", recuerda Cossio. "Así fue como decidimos mirar más a fondo los movimientos de dinero de IBM, y le pedimos a IBM que nos diera una lista de sus diez proveedores más importantes."
Examinando los demás contratos de IBM, los inspectores impositivos gubernamentales descubrieron otra cosa extraña: una transferencia de 10,6 millones de dólares a una empresa llamada CCR. Dicha transferencia aparecía registrada como parte de un contrato por el cual CCR instalaría en las 524 sucursales del Banco Nación un sistema alternativo de computación en el caso de que el sistema Hogan fallara.
Los inspectores impositivos habían levantado las cejas al encontrar la factura de CCR: a diferencia de las otras empresas proveedoras de IBM, los inspectores jamás habían escuchado hablar de CCR. Y en ese momento, las empresas de informática de la Argentina todavía se podían contar con los dedos de la mano. ¿Quién era CCR? La Dirección General Impositiva decidió investigar el asunto más a fondo. A principios de marzo de 1995, Cossio volvió a llamar a Martorana. Para ese entonces, IBM había pagado "bajo protesta" una multa impositiva de un millón de dólares por el supuesto préstamo a Kenia. Según recuerdan Cossio y Martorana, la conversación se inició así: "Ricardo, no te estoy llamando por el problema de Kenia", comenzó Cossio. "En lo que a nosotros respecta, ese tema está resuelto. Pero surgió otra cosa. Mientras buscaban otras transacciones que podrían ser evasión de impuestos, mis inspectores descubrieron un pago de 10,6 millones de dólares a una empresa llamada CCR. Cuando fuimos a CCR, nos encontramos que es una oficinita de dos ambientes, con una sola empleada y un teléfono. Resulta que esa empresa firmó un contrato por 37 millones de dólares con ustedes, como subcontratista para el proyecto de Banco Nación. Parece una operación trucha (simulada). ¿No tendrás gente allí que está haciendo cosas raras?" Martorana preguntó quién había firmado ese contrato, y le pidió a Cossio 24 horas para averiguar sobre el tema, según me dijeron ambos en entrevistas separadas. Martorana dice que, tras colgar el teléfono, llamó a su contador para que hiciera una auditoría interna del contrato con Banco Nación. Según Martorana, estaba empezando a sospechar que algo raro había ocurrido, o estaba por ocurrir. Preocupado, le pidió a su secretaria que ubicara de inmediato a Soriani (Gustavo, ex vicepresidente de IBM).
Soriani estaba esquiando en lnterlaaken, Suiza. En compañía de su nueva esposa, una hermosa mujer llamada María Laura, estaban pasando unas vacaciones planeadas desde hacía mucho tiempo en el hotel Victoria, de 400 dólares por noche, cortesía de IBM. La pareja había iniciado su gira en Miami, donde Soriani había participado de la reunión anual del Golden Circle para los ejecutivos de la empresa que más se habían destacado el año anterior. (...) Según Martorana, apenas Soriani regresó a Buenos Aires, lo llamó a su oficina para interrogarlo sobre el tema y le habría dicho que "los americanos aprobaron el contrato con CCR". Soriani recuerda la conversación de manera distinta, sugiriendo que su jefe no estaba tan a oscuras sobre CCR como lo aparentaba.
Según Soriani, su jefe le dijo que era necesario que ambos le hicieran una visita a Cossio para "calmarlo". Días más tarde, Martorana y Soriani fueron a la oficina del director de la agencia de recolección de impuestos de la Argentina, donde según Soriani trataron de contestar las preguntas de Cossio lo mejor que pudieron.
"Martorana sabía que había un contrato con una empresa que se llamaba CCR. Lo sabía todo el tiempo. Te puedo asegurar que todos los contratos se manejaban arriba de la mesa", me dijo Soriani.
Pero los inspectores impositivos continuaron investigando, y en junio de 1995 se enteraron de muchas otras cosas. Ninguna de ellas era buena noticia para IBM. Parecía ser que CCR, una de las mayores subcontratistas de IBM en el Proyecto Centenario, como se había bautizado al contrato IBM-Banco Nación, evadió impuestos por millones de dólares al reportar a las autoridades impositivas deducciones por gastos que nunca había hecho. Los cheques que había emitido la empresa subcontratista con el dinero de IBM no fueron a compañías o a expertos en computación, sino a una empleada que atendía las mesas en una pizzería, un maestro de educación física y algunos empresarios que luego confesarían que su único trabajo para CCR había sido cobrar los cheques. Uno de los cheques incluso fue emitido para una persona ya fallecida.
(...) Finalmente, la Dirección General Impositiva decidió presentar cargos a CCR por evasión fiscal, exigiendo al mismo tiempo que "se investigue toda la maniobra y todas las empresas involucradas".
Prioridad del nuevo régimen
(...) El 14 de septiembre de 1995, el día en que fue anunciada la partida de Martorana y Soriani, IBM designó a un nuevo presidente para la Argentina. Se trataba de Wilmer Gueicamburu, un ejecutivo uruguayo de la división latinoamericana de la empresa, que ya estaba semirretirado, después de trabajar varias décadas para la corporación. Entre otras cosas, el nuevo presidente se propuso restaurar la credibilidad de IBM Argentina tras el escándalo que continuaba en las primeras planas de los periódicos. Gueicamburu contrató a un nuevo equipo de abogados y expertos en situaciones de crisis, con la esperanza de superar el caso con el menor costo posible. (...) El nuevo equipo legal contratado por Gueicamburu estaba encabezado por Jorge Anzorreguy, hermano de Hugo Anzorreguy, el jefe de Inteligencia del gobierno de Menem (Carlos). De acuerdo con un abogado que participó en las reuniones a puertas cerradas con la nueva gerencia de IBM Argentina, la empresa había sido aconsejada de elegir abogados de orientación peronista, aunque más no fuera para establecer una buena relación con el juez. Bagnasco (Adolfo) era un juez abiertamente simpatizante del partido peronista, y del presidente Menem.
La esperanza dentro de las oficinas de IBM era que el escándalo se disipara y -sobre todo- que no llegara a la Justicia de Estados Unidos.
(...) Pero, para desgracia de IBM, el escándalo en la Argentina no pasó al olvido. Por el contrario, el perfil público del caso fue creciendo. El 9 de julio de 1996, el juez Bagnasco y el fiscal Cearras (Carlos) hicieron su primer viaje a Nueva York para presentar el caso ante los fiscales de Estados Unidos, en medio de una gran cobertura periodística por parte de los medios argentinos.
(...) Lo que quizás ignoraban Bagnasco y Cearras era que, en el mismo día en que ellos estaban en Nueva York tratando de abrirse paso en el sistema de justicia de Estados Unidos, IBM estaba reuniéndose con Menem en Buenos Aires y amenazando veladamente con retirarse del país si continuaba con lo que la empresa calificaba como un "acoso legal". El 10 de julio de 1996, el nuevo presidente de IBM Argentina, Gueicamburu, fue recibido por Menem y su ministro Cavallo (Domingo) en la Casa de Gobierno. Según reportó La Nación al día siguiente, IBM negó que estuviera amenazando con retirarse del país, pero "fuentes gubernamentales reconocieron que el directivo le aclaró al Presidente de que la decisión de IBM de permanecer en el país no es irrevocable".
A la salida de la entrevista, Gueicamburu intentó dar una imagen de total tranquilidad y confianza. "La empresa que represento no se siente presionada para nada por las investigaciones de la Justicia, la cual está haciendo su trabajo, y tenemos que dejarla que actúe", dijo el ejecutivo a los periodistas. Agregó: "A mí no me preocupa en absoluto que se descubra la verdad de los hechos, porque no tenemos nada que ocultar".
Sin embargo, documentos internos de IBM demuestran que dentro de la empresa había una atmósfera de pánico total. Memorandos internos encontrados en un allanamiento del edificio de IBM cuatro años después revelan que se estaba viviendo un clima diametralmente opuesto al que uno podría imaginarse en una compañía que "no se siente presionada para nada", y que sólo deseaba que la Justicia siguiera haciendo su trabajo.
Los documentos encontrados durante el operativo, ordenado por el juez Jorge Brugo en una investigación paralela por presunta evasión de impuestos en el contrato IBM-Banco Nación, revelan que IBM Argentina -o por lo menos algún ejecutivo de la corporación- quería hacer todo lo posible por torcer el rumbo de la investigación judicial. El memo proponía ofrecer varias cosas a Menem a cambio de un desvío de la causa: entre otras, un mayor apoyo político y utilizar la influencia de IBM a nivel mundial para lograr traer las Olimpíadas del 2004 a la Argentina.
Uno de los documentos confiscados, parcialmente dado a conocer por los periódicos La Nación y Página/12, era un memorandum de ocho páginas, escrito a mano, que según los investigadores había sido redactado por algún alto ejecutivo de IBM Argentina en preparación para la entrevista de la cúpula de la empresa con Menem.
(...) El memo sugería que "personas inteligentes y con respaldo pueden encontrar/implementar una solución", y enfatizaba la necesidad de "evitar" que el caso derivara en una acusación por sobornos. "Para la imagen del gobierno y de IBM, el tema habría que circunscribirlo al tema del precio y la cantidad de servicios contratados... Se puede dejarlo a nivel de fraude, muy difícil de probar." Hacia el final, bajo el subtítulo "Apoyo a Menem", venían las zanahorias. Entre otras, se proponía "Confianza en su gobierno... y en el proceso de transformación", y el apoyo de IBM en el tema de las "Olimpíadas 94/2004". (...)
Secuela de la Guerra Fría
Jack A. Blum, un ex investigador del Congreso norteamericano famoso por haber descubierto algunos de los escándalos de sobornos y corrupción política más grandes del país, me respondió con una sonrisa malévola cuando le conté que la investigación penal de EE. UU. sobre el caso IBM-Banco Nación estaba en el limbo. No era de sorprenderse, me dijo.
(...) Según Blum, no había duda de que la mayoría de los fiscales en los casos antisobornos (...) eran gente sincera y motivada, que tenían las mejores intenciones de presentar cargos contra empresas que participaban en actos de corrupción. El problema era que estaban peleando una guerra casi imposible de ganar, contra estudios de abogados superpoderosos contratados por las empresas multinacionales, que casi siempre encontraban escapatorias para sus clientes gracias a la vaguedad de la ley antisobornos.
(...) "Si soy un fiscal y tengo que procesar cien casos, y tengo a un drogadicto bobo que asaltó una tienda Seven Eleven, arma en mano, y quedó filmado en la cámara del local, es un caso bastante fácil de ganar. Voy a ir a la corte, le voy a mostrar la videocinta al jurado, voy a lograr que le den al tipo diez años de prisión y salgo hecho un héroe", explicó Blum. "Por el otro lado, si quiero presentar cargos contra IBM, tengo que hacer frente a una montaña de documentos escritos en tres idiomas, testigos repartidos en catorce países, y seis estudios de superabogados contratados por la empresa." (...) No me convencía del todo su explicación. Si la ley era tan difícil de aplicar, y los jóvenes fiscales se sentían tan intimidados por leyes imperfectas y defensores de alto vuelo, ¿cómo podía ser que nadie hubiera planteado este problema en los treinta años de vigencia de la ley?
El veterano investigador sonrió. "Porque todo esto se tapó durante la Guerra Fría", dijo. "Con mi experiencia de treinta años en esto, le puedo decir que todo este sistema de no prestarle atención a la corrupción y de ayudar a los jefes de Estado extranjeros a ocultar sus fondos en cuentas secretas era algo muy conveniente durante la Guerra Fría (...) Gradualmente, el aparato gubernamental que protegía este tipo de prácticas corruptas por razones de "seguridad nacional", se está desmoronando (...)"
Quién es quién en la causa
Ricardo Martorana
- Era el presidente de IBM cuando se firmó el contrato con el Banco Nación. Fue procesado en una causa en la que se investiga el supuesto pago de un sobreprecio por la informatización de las sucursales bancarias.
Gustavo Soriani
- Secundaba a Martorana hasta que estalló el escándalo de las coimas. Según él, Martorana estaba al tanto de las maniobras irregulares. También está procesado por el pago de sobreprecio.
Ricardo Cossio
- Dirigía la DGI en el momento en que se descubrió la maniobra ilegal entre IBMy el Banco Nación. Era amigo personal de Martorana, con quien tenía periódicas reuniones para hablar de negocios.
Adolfo Bagnasco
- Es el juez que lleva adelante la investigación del caso. Hasta el momento, procesó al titular y a varios directivos del Banco Nación por las coimas y a los ejecutivos de IBM por el caso del sobreprecio.
Aldo Dadone
- Era presidente del Banco Nación cuando se firmó el contrato con IBM. Debió abandonar el cargo. Fue procesado recientemente como jefe de una asociación ilícita y está detenido en la cárcel de Marcos Paz.
Louis Gerstner
- Es el presidente ejecutivo de IBM internacional, casa matriz. Intentó que el caso no llegara a la justicia de los Estados Unidos. Se había reunido con Martorana días antes de que se descubriera el pago de las coimas.