Hostigada por su propio gobierno, Villarruel cierra un año negativo en el Senado
La vicepresidenta empezó su gestión con un triunfo político resonante, pero su enfrentamiento con el “triángulo de hierro” terminó por opacar su gestión; encierro en un entorno cuestionado y errores no forzados
- 6 minutos de lectura'
Lejos parece haber quedado aquel 13 de diciembre de 2023, cuando logró cerrar un acuerdo que le permitió sumar 39 votos y quedarse con el control del Senado que un kirchnerismo caprichoso pretendía retener aun cuando las urnas lo habían colocado en el lugar de oposición. Poco más de 365 después, Victoria Villarruel concluye su primer año como vicepresidenta enfrentada con Javier Milei, sumida en una crisis política profunda que parece no tener fin y que amenaza con agravarse en los primeros meses del 2025.
Repudiada por el propio Gobierno que ella misma ayudó a instalar en la Casa Rosada, la vicepresidenta pasó de ser la compañera sonriente de Javier Milei en las fotos de la asunción presidencial a convertirse en una suerte de paria del oficialismo, hostigada de manera pública y privada por el “triángulo de hierro” compuesto por el presidente, su hermana y secretaria General de la Presidencia, Karina Milei, y el súper asesor Santiago Caputo.
Como si no fuera suficiente tener cortados todos los lazos con el Gobierno, la vicepresidenta le ha agregado al cóctel una serie de errores no forzados que no hicieron más que darles pasto a sus críticos. Un tuit ofensivo a Francia en defensa de un jugador de la selección argentina de fútbol, la instalación de un busto de “Isabel” Perón en un salón de la Cámara alta y la crítica velada a Patricia Bullrich en una repuesta de la red social X por la detención de un gendarme en Venezuela, son sólo algunos ejemplos.
Pero tal vez el peor pecado que le adjudican a Villarruel no esté tan a la vista y tiene que ver con el paulatino encierro, directamente proporcional a los ataques de la Casa Rosada, en un círculo íntimo de colaboradores a los que muchos senadores de los bloques dialoguistas señalan como responsables de aconsejar de manera equivocada a la vicepresidenta.
Cuando se habla de este “entorno” el primer nombre que surge es el de Juan Martín Donato, responsable de la oficina de Atención Ciudadana de la Cámara alta y a quien todos señalan como la principal “mala influencia” de Villarruel. Pero este joven funcionario, muy activo en redes sociales, no es el único integrante del primer círculo que rodea a la vicepresidenta.
La directora de Asuntos Jurídicos, Grisela García Ortiz, que ya se hizo famosa en el Senado por sus inéditas interpretaciones de la Constitución y del Reglamento de la Cámara, es otra de las personas a las que Villarruel escucha antes de tomar una decisión.
La mesa chica de la vicepresidenta se completa con Diego Izurieta, director de Recursos Humanos; Eduardo Bergalli, que ocupa el cargo de jefe de despacho de la Presidencia; e Inés Speroni, una auténtica “cruzada” de Villarruel que tiene a su cargo la Dirección General de Auditoría.
La ruptura
Nadie puede definir a ciencia cierta cuál fue el punto de inflexión, cuándo se rompieron las relaciones con Milei y su entorno. Las especulaciones son varias y las certezas, pocas.
Algunos la ubican antes de la asunción del 10 de diciembre, cuando de manera sorpresiva, aunque Villarruel asegura en privado que ya sabía que no iban a estar a su cargo, se anunció que no tendría injerencia en las áreas de seguridad y de defensa en el gobierno libertario.
Otros, aseguran que la ruptura se produjo luego de una reunión que mantuvo en febrero con Mauricio Macri en una estancia de Neuquén en la que Villarruel habría mostrado su disposición a hacerse cargo del Gobierno ante una eventual caída de Milei, que por entonces no había logrado domar a la inflación.
Según fuentes libertarias de la Cámara alta, en el Pro siempre negaron que esa conversación, no así el encuentro, haya tenido lugar y acusan a un diputado de la escudería amarilla, que bajó el perfil de manera notable en la segunda mitad de este año y que fue funcionario en el gobierno de Macri, como el responsable de haber contaminado la relación de los hermanos Milei con la vicepresidenta.
A partir de ahí, todo fue cuesta arriba para Villarruel, que tuvo que enfrentar su primera crisis pública cuando, junto al presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, firmaron un aumento de las dietas para los legisladores de ambas cámaras. La medida fue repudiada por Milei, que por aquel entonces no se cansaba de repetir el latiguillo “no hay plata” para justificar el ajuste en las cuentas públicas.
El aumento fue anulado, pero la vicepresidenta debió enfrentar una rebelión de los senadores, dispuestos a aumentarse sus dietas, que llevaban casi dos años sin una actualización. Fue así como en pleno recinto, a manos alzada y por amplia mayoría, los senadores se duplicaron sus ingresos y sus gastos de representación y hasta crearon una suerte de “aguinaldo” al establecer el pago de una decimotercera dieta.
El siguiente cortocircuito con la Casa Rosada fue el rechazo al decreto de necesidad y urgencia 70/23, primera piedra fundacional de la política desregulatoria del gobierno. Tras aguantar casi dos meses, Villarruel debió ceder a la presión y convocó a sesión para tratar el DNU, que se mantiene en vigencia porque Diputados no ha logró reunir la mayoría para derogarlo.
Es el día de hoy que desde el Gobierno siguen pasándole factura por ese episodio. Lo concreto es que Villarruel no tuvo forma de contener la presión una vez que la oposición dialoguista se sumó a la ofensiva contra el DNU. Tanto es así que lo votaron en contra muchos de los senadores que ahora son aliados del Gobierno, como el correntino Carlos Espínola y el ahora expulsado Edgardo Kueider.
Otra cuenta en la columna del debe que le imputan a la vicepresidenta fue que no pudo evitar que la polémica Ley Bases terminara desguazada en el Senado, al menos en varios puntos importantes para la Casa Rosada, como la privatización de empresas del Estado consideradas emblemáticas del elevado gasto público del kirchnerismo en el Gobierno, como Aerolíneas Argentinas. La verdad, una acusación bastante injusta si se tiene en cuenta que el oficialismo apenas si tenía, en ese momento, siete senadores.