El alcalde desafía a su antiguo jefe mirando las encuestas; Alberto Fernández, a punto de desistir de su candidatura y de incumplir otra promesa: la de no perseguir a la prensa independiente; Massa, por lanzarse
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La escena política y la opinión pública están atraídas por el conflicto que se ha abierto dentro de Juntos por el Cambio en la ciudad de Buenos Aires. Más específicamente, en el Pro, alrededor de la decisión que ha tomado Horacio Rodríguez Larreta de convocar a elecciones el mismo día, pero separando la elección de la Capital Federal de la elección nacional.
Ocurre algo clásico en la política: un duelo de liderazgos. Uno podría remontarse al siglo XIX, al duelo entre Roca y Juárez Celman, al de Yrigoyen y Alvear o al de Alfonsín y Balbín. Pero lo que está pasando hoy entre Larreta y Macri es un duelo especial porque ambos pertenecen al Pro, que nació como un partido peculiar, un partido personal. Se podría decir que empezó siendo -o es- el partido de aquellos a los que les gusta Macri. El aglutinante y lo que unía a dirigentes y simpatizantes del Pro era eso. Suele pasar con partidos fundados por empresarios como el de Silvio Berlusconi o el de Sebastián Piñera.
Casi por oficio o por tendencia psicológica, el empresario más que a ser líder tiende a ser dueño de esas organizaciones. Esto le imprime una complejidad especial a un duelo sucesorio dentro de ese partido tan signado por una personalidad.
Cuando uno mira la cuenta de Twitter de Larreta, advierte que él se preocupó por poner: “Fundador de Pro”. Es decir, señala que tiene los mismos pergaminos que Macri respecto de su organización política. Sin embargo, no es así. Macri ejerce una especie de señorío que ahora Larreta pretende desafiar en un lugar importantísimo que es la ciudad de Buenos Aires, la cuna y la principal base electoral de Pro.
Hay un segundo nivel de interpretación que tiene que ver con un dilema. ¿Hasta dónde, por defender los intereses del partido, se pone en riesgo la coalición? Esto está en discusión hoy en la Capital Federal, en la principal oposición. Larreta podría jugar todo a que gane un candidato del Pro y fijar reglas que beneficien a ese candidato. Hay que aclarar, que ningún sistema electoral es inocente, todos de algún modo condicionan el juego y el resultado.
Si Larreta juega todas las reglas a que gane el candidato del Pro, que sería Jorge Macri, e inclina la cancha a favor del Pro, Martín Lousteau y el radicalismo de la Capital podrían romper Juntos por el Cambio e ir a una candidatura a jefe de Gobierno por afuera, con un resultado misterioso y probablemente consiguiendo la derrota de ese oficialismo.
Hay un sector del Pro encabezado por Macri que reprocha que con esa jugada está beneficiando a Lousteau. ¿Por qué? ¿Cuál es el problema de Lousteau? Es que está muy consolidado en la ciudad de Buenos Aires con una fuerza competitiva e histórica que es el radicalismo. No hay que olvidar tampoco que, en alguna medida, el Pro nació para reemplazar al radicalismo en la representación de los sectores medios. Pero Lousteau, a diferencia de Jorge Macri, carece de un candidato nacional competitivo. El Pro tiene a Rodríguez Larreta y a Patricia Bullrich. El radicalismo todavía no consiguió tener un candidato con el mismo nivel de potencia. Entonces, si se llega a una elección donde Jorge Macri y Lousteau van colgados de la lista nacional, evidentemente Jorge Macri, por arrastre del candidato nacional, tiene más chance que Lousteau. Por eso Lousteau pide, y Larreta le concede, en beneficio de mantener la coalición unida, que la elección sea separada.
Es curioso que no se haya llegado a un acuerdo en este punto en la negociación que hubo entre Macri y Larreta. Macri desistió de su candidatura a presidente y antes de hacerlo tuvo una reunión con Larreta donde negociaron la Capital. Pero la negociación llegó hasta un punto: que haya solo un candidato del Pro. Es decir que Larreta no promueva a otro candidato porque eso sí significaría abiertamente un triunfo radical. Macri pedía más, pero Larreta no le dio más. Macri pedía reglas de juego favorables a Jorge Macri, a su primo.
Si uno sigue las declaraciones de Mauricio Macri durante los últimos meses, en el único tema en el que ha sido categórico, sin ambivalencias, fue en decir que quiere que su primo sea jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Esto lo puso en duda Larreta equilibrando la cancha.
Hay un problema de fondo que lo explicó en LA NACION Martín Rodríguez Yebra, en una nota en la que se remite a la misma cuestión en la época de De La Rúa. Muchos radicales creen que el gran error de De La Rúa en el manejo del poder porteño fue haber permitido que Aníbal Ibarra fuera candidato a jefe de Gobierno. Con esa candidatura y ganando el Frepaso, el radicalismo perdió históricamente una base inapreciable de visibilidad, generación de dirigentes y de administración. Esto en el fondo es lo que le están diciendo a Larreta: que si gana Lousteau pueden perder esa plaza por mucho tiempo. Pero él puede contestar que si a Lousteau no se le dan condiciones también se pierde porque se quiebra la alianza.
En el nivel de los argumentos, Larreta tiene las de ganar. Le están diciendo que modifica las reglas de juego a meses de las elecciones y la verdad es que es al revés. En la Capital Federal se votó una ley en el año 2018 por la cual las autoridades locales y los candidatos locales se eligen por lo que se llama Boleta Única. Es decir, una boleta donde están los candidatos de todos los partidos y uno tiene que marcarlos. Los marca en una computadora que después imprime la boleta. Esto tiene una cantidad de beneficios, sobre todo de transparencia, porque no hay distintos partidos con distintas boletas que deben ser fiscalizadas por gente que a veces los partidos no tienen. Esto se votó en 2018 en la legislatura porteña por 49 votos contra 9. Esa ley no se cumplió en el año 2019 a pedido de Macri porque el expresidente, que jugaba su carrera contra Alberto Fernández, quería tener unificada la elección y una lista sábana, para aprovechar los candidatos locales y el peso que tiene el Pro en la ciudad de Buenos Aires. Es una curiosidad. Y hay otra: los diputados de Lousteau votaron en contra la ley que ahora defienden.
Larreta sostiene, entonces, que está cumpliendo con la ley porque la Ciudad decidió que sus candidatos se elijan con un sistema propio de boleta única, distinto del sistema nacional. Mete a sus compañeros de partido en un problema porque no cambia la regla sino que la cumple por primera vez. Pero además tiene otra fortaleza: el Pro, Juntos por el Cambio, la oposición al peronismo, sobre todo en la provincia de Buenos Aires y en el resto del país, ha hecho de la boleta única una religión en nombre de la transparencia electoral.
Por eso hoy la gente de Larreta hace circular un tuit de 2019 en el que Macri habla de la boleta única y la organización independiente de las elecciones. “Hoy los fiscales tienen que constatar que las boletas no hayan sido robadas o adulteradas. Además, el recuento de los votos es un proceso engorroso y complicado. Hay que ir hacia una boleta única, que es más simple y garantiza las mismas condiciones para todos”, escribió en el tuit. Esto lo tendría que estar recitando de memoria Larreta en contra de sus opositores internos.
Hay un temor real en el Pro respecto de Lousteau y el resultado de la elección porque esta película la vieron en el año 2015. Allí, el radicalismo de la Capital no se integró a Cambiemos y fue por afuera. Hubo una competencia entre Larreta y Lousteau con estos resultados en el ballotage: 51,64% Larreta y 48,36% Lousteau. Esto lo logró Lousteau “con un piolín y dos palitos” porque se trataba de un partido opositor, en el llano, contra el candidato del jefe de Gobierno. Estuvo a punto de ganar y eso es lo que temen Mauricio Macri y Jorge Macri.
Jorge Macri dijo que era una mala decisión. Ahí hay un problema aquí, porque estamos hablando del sistema electoral de la ciudad de Buenos Aires, que es una materia que tiene que ver con el ministro de Gobierno de la ciudad, que es Jorge Macri. Debe ser muy incómodo para él tener que decir que está en desacuerdo con la única medida importante que se tomó durante toda su gestión, y que tiene que ver con su ministerio. ¿Habrá que esperar la renuncia de Jorge Macri en las próximas horas al Ministerio de Gobierno? ¿Larreta le va a pedir la renuncia o quedará esa relación como la de Alberto Fernández y Eduardo “Wado” De Pedro? Esto va a ser un indicio del nivel de conflicto o de acuerdo que pueda haber entre ellos.
Larreta, además de ser jefe de Gobierno, es centralmente un candidato a presidente y si uno examina cómo piensa y cuáles son sus intereses, es mucho más un candidato a presidente que un aspirante a ser el líder de una fuerza política. Daría la impresión de que la fuerza política y el liderazgo partidario son instrumentales para él en función del objetivo que lo excita más, que es llegar al gobierno.
La separación de las elecciones hay que mirarla a la luz de ese interés. Y a la luz de las encuestas que está mirando. Esto tiene dos o tres dimensiones para analizar. Para la primera, hay que mirar el video con el que anunció su medida. Varias veces usó el verbo decidir. Le habla a los focus group, a las encuestas cualitativas, donde surge que a Larreta le falta decisión y que huye del conflicto. Ahora decidió, a pesar del resto de la dirigencia de su partido. La segunda dimensión es que se enfrenta a Macri. Larreta quiere consolidar la imagen de alguien que no es ni va a ser: un títere. En el fondo del cuadro están sugeridos, subliminalmente, Alberto y Cristina. Habría una tercera dimensión, que podría ser la más dolorosa para Macri. No sabemos si es así, si Larreta, acierta o se equivoca. Pero él interpreta que Macri declinó su candidatura porque está muy mal en las encuestas. De este modo, enfrentarlo explícitamente le va a sumar, según este análisis, en electorados que, si lo ven junto al expresidente, le van a ser esquivos.
Eso, sin embargo, está por verse. Hay quienes le plantean que no puede abrir un conflicto con el fundador de la fuerza en la primaria. “Macri sintetiza, encarna, condensa la identidad de Pro”. Él contesta que, más que una primaria, en realidad, es una elección general. En efecto, las primarias argentinas son extravagantes. Todos votan donde quieren. Es como una elección de primera vuelta. Por lo tanto, un opositor puede aspirar a un voto peronista, a un desencantado de Alberto, sobre todo de Massa, o de algunos gobernadores del interior que, si lo ven junto a Macri terminarían por no votarlo. Por lo tanto, Larreta se pelea con Macri también en homenaje a esos eventuales electores.
Este conflicto, además, alegra a un sector del peronismo, que encabeza el vicejefe de gabinete de Alberto Fernández, Juan Manuel Olmos. Este grupo festeja, y da la impresión que ya sabía de la decisión de Larreta, incluso más que los de Pro. Ellos están armando una fuerza en la Capital que sea equidistante tanto de Alberto como de Cristina. Básicamente, es una fuerza en contra de La Cámpora. Olmos, que tiene sentido del humor, dice que está parado en el cruce de Avenida de Mayo y 9 de Julio, a la misma cantidad de cuadras del Congreso, donde está Cristina, y de la Casa Rosada, donde está Alberto. ¿Por qué le sirve la medida de Larreta a este grupo? Al haber una elección separada, ellos pueden enfrentar a un candidato de La Cámpora sin tener un candidato a presidente importante. Como peronistas, están en una situación similar a la de Lousteau. Dentro de este espacio, hay figuras ligadas a Alberto, como Leandro Santoro y Matías Lammens, pero también a Cristina como Eduardo Valdés o Graciana Peñafort. Es un grupo más anti-Cámpora que anti-Cristina.
Esto muestra que se van configurando las candidaturas y que se asiste a lo que el politólogo italiano Giovanni Sartori definió como “la esencia de la política”, que es la vida interna de los partidos. Si bien a mucha gente no politizada le aburre, se trata de un momento clave, donde se discute la selección de candidaturas y se establece la lucha por el poder interno. Esto también sucede con el Frente de Todos. Ya se sabe que Cristina no va a ser candidata, y de hecho, se suspendió hasta el operativo clamor. Es un dato importante. Al no estar Cristina en un lado del mapa, y tampoco Macri del otro, se inicia un ciclo distinto, probablemente con un debate diferente y nuevos argumentos.
Hay una segunda situación que hay que mirar. Hay una información casi segura de que Alberto no se va a postular. Si uno examina su entorno, aparece casi con un 99% de probabilidad que no se postulará. Sólo mantendrá la incógnita hasta más adelante para conseguir lugares en las listas, y tener una herramienta en la negociación. No bajarse a destiempo como tal vez se bajó Macri. Hay que ver cómo se da ese tránsito de Alberto hacia el llano.
Por otro lado, empiezan a verse algunos signos raros, desagradables. En particular, dentro del Enacom, que es el organismo que controla las telecomunicaciones. Lo conduce Claudio Ambrosini, un hombre de Sergio Massa. Allí surgieron iniciativas para sancionar a medios de comunicación críticos por la cobertura de asuntos que ocurrieron el año pasado. Como si estuvieran buceando en los archivos. Esto sí lo haría entrar a Alberto Fernández en los libros de historia de una manera peor de la que va a entrar: persiguiendo a la prensa, algo que él había prometido no hacer. Si lo hiciera para quedar bien con Cristina, ya no hace falta. Cristina ya lo condenó y, además, muy probablemente no lo apoye a él y a nadie que tenga que ver con él en la próxima elección. De todas maneras, hay que anotar el riesgo de que se use un organismo regulatorio de las empresas para controlar los contenidos. Sería otra promesa incumplida de Fernández.
¿En qué está pensando Alberto, él que le da mucha importancia a lo simbólico? Probablemente en qué día anuncie que desiste. En el círculo íntimo de Cristina, y en La Cámpora, donde son mordaces y no lo quieren, sugieren que debería elegir el 18 de mayo a las 9 de la mañana. Es decir, el mismo día y la misma hora en la que Cristina lo postuló con un tuit. Plantean que el Presidente se baje entonces a través de un tuit, y se dé por cerrada así una historia circular. Para ellos, una historia triste. Como dice Cristina, un partido que no se jugó.
Hay un dato importante que Alberto Fernández ha comentado. Lula da Silva le ha ofrecido, como parte de la política de resucitar la Unasur, asumir como secretario de ese organismo, el cargo que tuvo Néstor Kirchner cuando dejó la presidencia.
¿Alberto va a armar algo distinto si decide no ser candidato? Si decide no competir, ¿va a ir en búsqueda de Daniel Scioli para enfrentar al kirchnerismo? Es una interna complicada. En el kirchnerismo le aceptarían su planteo, pero rechazan de plano compartir listas. Lo desafían a que se busque candidatos a gobernador, diputados, sabiendo que todo el aparato peronista está cerca de Cristina. Es bastante difícil para Alberto Fernández armar esa maquinaria electoral si decide ir con un candidato propio.
Cristina no va a ser. Alberto Fernández tampoco sería. Hay otro dato que se agrega a este panorama que se comienza a configurar con mayor nitidez. Massa está decidido a postularse. Aprovechando, a lo mejor, un libro de Diego Genoud, que acaba de salir con el título “El arribista del poder”. Massa tiene la ilusión de que baje la inflación, y de que en algún momento llegue a 5,5%, posiblemente en abril. Él tiene esa fantasía. Si uno mira la inflación de Capital, daría la impresión de que la cifra ya está jugada en otro sentido. Un extranjero, muy metido en la política argentina, lo razonó de este modo: si ante una casa que se está quemando, el bombero llega con manguera, agua y todo lo que hay que tener, pero no logra apagar las llamas, no es su culpa que la casa se carbonice. Es decir, Massa hizo lo que pudo para apagar un incendio que lo precedía. Posiblemente ese sea su discurso. Vender un contrafactual. Si no hubiera llegado él, la situación hubiera sido mucho peor. No está claro si los electorados agradecen por aquello que un líder les evitó.
A su vez, Massa tiene que elegir un segundo. Pero tiene un problema, porque tiene que ser con acuerdo de Cristina. Él va a tratar de que no se note tanto el dedo de la vicepresidenta. Mira a Claudia Ledesma Abdala, la esposa del gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, un mandatario muy controvertido con muchísimo poder. Ledesma Abdala es la presidenta provisional del Senado, muy ligada a Cristina Kirchner.
La incógnita que resta es saber qué va a pasar con Eduardo “Wado” de Pedro, el candidato de La Cámpora. Hasta ahora lo que quieren Cristina y la agrupación que lidera Máximo Kirchner es que compitan los dos, Massa y de Pedro, y después ver. También De Pedro mira a los gobernadores y mira a Abdala. El ministro del Interior ha venido cultivando el vínculo con los gobernadores, incluso más que Sergio Massa, que tiene otros acuerdos. Massa se acercó a la CGT. Un sector de la central, liderado por Gerardo Martínez, Héctor Daer y Andrés Rodríguez, lo mira como candidato. Como devolución, él decidió retirar el impuesto a las ganancias de algunos rubros del salario. Se van a ir definiendo otros gestos Massa. Va a ir a un acto de la CGT el 1° de mayo y va a iniciar algún tipo de política en relación con los movimientos sociales para formalizar empleo. También intentará replantear el acuerdo con el FMI. Tiene un viaje agendado a Washington para este jueves. Hay que ver si lo hace en el avión de Francisco de Narváez, como la última vez que fue.
El oficialismo tiene un problema crucial. No se sabe por qué vota la gente. Pero si hubiera que elegir una variable, sobre todo en un país con alta inflación, es el comportamiento del salario real. Un análisis del economista Fernando Marull, que vincula el comportamiento del salario real con los resultados electorales de los oficialismos, lo grafica claramente. Cristina llegó al 54% en 2011 cuando el salario se recuperaba después de la crisis de 2009. En tanto, Macri obtuvo 40% en 2019, cuando esa variable estaba en caída. En 2021 el Gobierno sufrió una dura derrota y la situación en la actualidad es aún más delicada. No hay demasiados indicios de que esto se pueda revertir y daría la impresión de que se va a una catástrofe electoral, por lo menos, para el Frente de Todos como marca. Habrá que ver si surge un candidato que pueda compensar esa inercia.
Esto se nota sobre todo en el conurbano bonaerense, que es la principal base de esta fuerza política. Comenzó a asomar la izquierda. En La Plata -es cierto, una ciudad universitaria y de empleados públicos- el Frente de Izquierda tiene proyectado 9% de intención de voto, que es muchísimo. Entre los pobres, en tanto, crece Javier Milei y, en líneas generales, crece la abstención. Esta es la razón por la cual el oficialismo se preocupó tanto por el clima que se creó alrededor del asesinato del colectivero de Daniel Barrientos y de la paliza a Sergio Berni. En este sentido, hay que ver si la agresión fue espontánea. Hay quienes dicen que, como Massa está tan enemistado con Berni, el ministro de Transporte bonaerense, Jorge D’Onofrio -que responde al ministro de Economía- arregló con los sindicalistas que estaban en la protesta para que pidieran que llegara Berni. Y que, cuando lo hiciera, lo fajen. Hay viejas cuentas pendientes, como aquel robo a la casa de Massa, en 2013, que nunca se supo cuánto se robó y que Massa imputa a subordinados de Berni. En este escenario, Cristina Kircher toma distancia. No quiere ver colectiveros, obreros, votantes del PJ, enojados con un gobierno peronista. Y menos dándole una paliza a un ministro de ese gobierno. Y también se distancia de Berni, y de quienes se pelearon con los colectiveros por una razón muy sencilla que no se ha tenido en cuenta. Cristina Kirchner es hija de un colectivero.
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