Horacio Rodríguez Larreta se enfrenta a una doble demanda de sus socios con miras a las presidenciales de 2023
Los aliados del jefe de gobierno porteño le reclaman que asuma un liderazgo más nítido de la oposición y, a la vez, anticipe el plan con el que busca desembarcar en la Casa Rosada
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Horacio Rodríguez Larreta no logra reclutar a Emilio Monzó como jefe de campaña. Pese a que almorzó varias veces con el exarmador de Mauricio Macri durante los últimos meses -y hasta envió a sus emisarios a su casa para que lo convenzan-, Monzó toma distancia del proyecto presidencial del alcalde porteño. Es más, laderos del dirigente bonaerense, como Nicolás Massot, lo empujan a cerrar un acuerdo con la contrincante de Larreta en Pro: Patricia Bullrich. Si bien Monzó prefiere ser “freelance”, en la Ciudad conservan el optimismo: “Horacio y Emilio van a seguir charlando”.
El desmarque de Monzó es sintomático de una doble demanda con la que lidia el jefe de gobierno porteño en su camino hacia las presidenciales de 2023. Por un lado, hay socios de Larreta en Pro y en el radicalismo –incluso en la Coalición Cívica- que le reclaman que juegue más fuerte y asuma un liderazgo más nítido a la hora de tomar decisiones de tipo político. Le reprochan, sobre todo, que se haya replegado en la gestión después de que saliera airoso de su estreno como estratega electoral en las legislativas pasadas, con el enroque Diego Santilli y María Eugenia Vidal, y que no ordene el tablero bonaerense de Pro, donde hay movimientos anárquicos de aspirantes a gobernador e intendentes.
A su vez, le piden que defina su plan presidencial y explicite qué piensa hacer para reducir la inflación y qué reformas (laboral, fiscal y previsional) evalúa encarar durante los primeros 100 días de gobierno. Esa inquietud, que comparten desde Mauricio Macri hasta Martín Lousteau, también emana del denominado “círculo rojo”. Como suele ocurrir en la antesala de todo año electoral, los integrantes del establishment se muestran cada vez más ansiosos para conocer los planes de los presidenciables. Quieren contar con información para proyectar sus inversiones.
Larreta escucha los pedidos del círculo rojo y de sus socios, pero da señales de que no modificará su táctica. Volvió entusiasmado de su gira por Europa, donde cosechó el apoyo de Isabel Díaz Ayuso y se exhibió como un presidenciable –fue cauto a la hora de hablar de Macri en la entrevista con el diario El País–, y no contempla apresurarse para ejecutar su plan para llegar a la Casa Rosada. Dedicado a administrar el vínculo con Macri y atento a los movimientos de Bullrich -el viaje que hará a EE.UU. despertó curiosidad en el larretismo-, el jefe porteño no se corre de la máxima de su libreto: acumular capital político en su rol de gestor.
Según relatan fuentes de su entorno, Larreta entiende que no puede descuidar la gestión de la Ciudad, menos aún en una época de crisis económica y creciente malestar social con la dirigencia política. Un diagnóstico en el que coinciden diversos sondeos de opinión pública. Por caso, los larretistas dicen que las encuestas alertan que los niveles de satisfacción con la clase política son similares a los del estallido social 2001, que alentó el lema “que se vayan todos”. En ese marco, consideran que Gerardo Morales o Patricia Bullrich comenten un “error conceptual severo” al fomentar la confrontación entre dirigentes.
En Uspallata reconocen que existe una creciente presión del “círculo rojo” o de potenciales aliados de Larreta para que asuma un mayor liderazgo en Juntos por el Cambio y exhiba con precisión los ejes de su proyecto, pero aventuran que el alcalde seguirá dedicado “full time” a la Ciudad al menos los próximos tres o cuatro meses. “No hay apuro. Vamos paso a paso”, dice uno de los colaboradores más cercanos del alcalde. Es que, consideran, que la gestión es su principal atributo en las encuestas y que no le convendría ocupar un rol de líder de la oposición. “Eso atentaría contra la unidad; no lo va a hacer porque necesitamos llegar juntos a la elección”, sintetizan en Parque Patricios.
La agenda de gestión de Larreta se interrumpe los jueves, cuando el alcalde se dedica a recorrer distritos del conurbano. Y cada quince días viaja los fines de semana al interior del país. Mañana lo esperan en Mendoza para el lanzamiento del “Pro Federal”. Si bien Santilli se puso al frente del armado nacional, el exvicejefe de Larreta necesita dedicar su tiempo a tejer su proyecto en Buenos Aires, donde le surgen nuevos competidores, como Martín Tetaz –¿y Monzó?–, en la carrera por la sucesión de Axel Kicillof.
En el santillismo también esperan una señal concreta del acalde para ordenar el tablero bonaerense. Allí caminan desde Cristian Ritondo, aliado de Vidal; hasta Néstor Grindetti (Lanús), exjefe de campaña de Santilli; Julio Garro (La Plata) y Javier Iguacel (Capitán Sarmiento), apalancado por Bullrich. Por lo pronto, Larreta volvería a mostrarse la semana con su delfín en el territorio de Kicillof. El alcalde iría junto a Santilli a Bahía Blanca, donde gobierna Héctor Gay (Pro), por el aniversario de la Ciudad.
Demandas
Monzó, quien no pretende ponerse el traje de armador, entiende que el jefe porteño cometió un error al replegarse en la gestión y no capitalizar el triunfo de Juntos por el Cambio en la Capital y Buenos Aires, después de haber apostado por Vidal y Santilli. Y considera que debe dedicarse a tejer su proyecto y reformular su esquema de conducción radial. “Difieren en el diagnóstico”, sintetizan en el entorno del extitular de la Cámara de Diputados, quien se mantiene cerca de Bullrich y de la UCR. Y, con la mira en la feroz interna en Pro, Monzó no descarta reunir a los moderados de Juntos por el Cambio para enfrentar al Pro en las urnas en las PASO de 2023. ¿Los radicales lo tentaron con una candidatura a gobernador?
En las filas del larretismo son cautos. Repiten que Larreta está enfocado en diseñar un plan para “transformar” la Argentina y que aún “no llegó el momento” para explicitar los lineamientos económicos y políticos de su proyecto. “Hay una aceleración desmedida. Nadie sabe cuál va a ser el escenario en diciembre de 2023″, comenta una de las espadas del alcalde.
Larreta coincide con Macri y Bullrich en la necesidad de acordar un programa común con los socios de la UCR, la Coalición Cívica y Peronismo Republicano. De hecho, el exministro de Economía Hernán Lacunza ya reclutó a 75 personas que trabajan en un plan económico de Pro, bajo el paraguas de la Fundación Pensar. Pero, tras la derrota de Cambiemos en 2019, el jefe porteño enfrenta el desafío de mostrarse como una alternativa superadora del macrismo. Eso requiere edificar un perfil propio y vender expectativas. Por lo tanto, los equipos de Larreta –encabezados por la jefa de asesores de la Ciudad, Julia Pomares– debaten desde hace meses una “narrativa” para el plan presidencial del alcalde, centrada en los jóvenes, los sectores populares y el desarrollo productivo federal.
Semanas atrás, el larretismo y sus socios porteños estrenaron un espacio. Se trata de la “mesa del progreso”, un grupo integrado por ministros de Larreta, como María Migliore o Enrique Avogadro, y aliados radicales, de la Coalición Cívica y el socialismo, como Roy Cortina, para construir “una narrativa progresista”. En esos encuentros debaten políticas en torno a la consigna: “¿Qué genera progreso?”. En su cruzada por montar un gobierno con un 70% de base de sustentación, para encarar reformas y transformaciones estructurales, Larreta necesita mantenerse en el centro para seducir a votantes decepcionados con el peronismo. “No se puede gobernar desde los extremos. Alberto Fernández tiene que ser el último presidente de la grieta”, desliza uno de los armadores del alcalde. La última foto del jefe porteño junto a Sergio Massa en la cena de la Asociación Conciencia alteró los ánimos en un sector del macrismo.
En el larretismo confían en que Macri, en caso de que decida no jugar, se terminará inclinando por el alcalde en la pulseada con Bullrich, porque le garantiza un techo más alto que la exministra para una elección general y un eventual ballotage con el kirchnerismo. En su última reunión a solas, Macri le prometió a Bullrich que mantendrá la “neutralidad” y que buscará que haya “equilibrio” en la competencia. “No quiere que haya trampa”, interpretan los “halcones”.
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