Hervé Falciani: "Los paraísos fiscales viven de otros países, son como piratas"
El ex informático del HSBC que ejecutó el robo de datos masivos de clientes en Ginebra dijo que el poder económico influye en las leyes y que "el verdadero crimen es no hacer nada"
¿Héroe o ladrón? Hervé Falciani, informático franco-italiano, 36 años, despierta amores y odios por igual. Tiene una vida de película. Ideó y ejecutó el robo de datos masivos de clientes del HSBC Ginebra, Suiza, donde trabajaba. Sus enemigos lo acusan de intentar hacerse millonario con la venta de la base de datos. Pero también ha despertado simpatía en miles de seguidores que lo califican como un "Robin Hood" moderno: su información -que LA NACION ha publicado para la Argentina- puso en jaque a magnates, políticos y celebridades que operaban millones desde uno de los sistemas bancarios más herméticos del mundo.
Falciani lleva seis años huyendo, desde que Suiza lo denunció por el robo. Negocia su inmunidad a cambio de información privilegiada para las autoridades fiscales de distintos países, como sucedió con España y Francia. Cambió su identidad, se disfrazó y ahora no se despega de sus guardaespaldas.
Compara, sin tapujos, a los paraísos fiscales con los más crueles delincuentes: "Luxemburgo es como los piratas somalíes". Falciani fue entrevistado en diciembre en París por dos periodistas del diario francés Le Monde. Sus argumentos -en primera persona- retumban con la fuerza de quien conoció el sistema por dentro.
Los primeros pasos
Comencé en el HSBC de Mónaco cuando intentaban modernizar su sistema informático. Eso funcionó y me abrió las puertas en el HSBC de Ginebra. El primero de los proyectos que me llevó a Suiza fue el sistema para el manejo de las relaciones con los clientes. El objetivo era hacer la transición del papel al formato digital.
Me sentía molesto y amargado cuando veía lo que sucedía. Los paraísos fiscales como Luxemburgo o Suiza viven de otros países. Luxemburgo es como los piratas somalíes; cuando ya no tenían lo suficiente para comer, se dedicaron a la piratería. Perdieron su industria siderúrgica, por lo que tuvieron que pasar a las finanzas, y de allí la piratería.
Queríamos que esto se supiera. Soy hijo de un simple empleado bancario, me crié con esta gente. Siempre trabajé en casinos, en el banco, mientras estudiaba. El HSBC era un desastre, pero rara vez se puede demostrar lo que sucede allí. Uno lo sabe, lo vive, pero no puede probarlo. Lleva años conseguir las pruebas y poner la información en manos de las autoridades. Y entonces, cuando se juntan varias cabezas, aparece la posibilidad de obtener la prueba. Podíamos hacerlo. Un plan para mostrar lo que realmente sucede.
La extracción de datos
Lo decisivo fueron los informes de visitas, un registro que relata el encuentro entre el ejecutivo y el cliente. Yo no tenía autoridad para acceder a los datos operativos, pero lo hice por medio de contactos internos. La mayoría de los intermediarios que me ayudaron pudieron salir de esto sin ser detectados. Cada uno hizo subió sus datos a una nube, me aseguré de que todo fuera coherente, que pudiera dar una visión global de lo que hacía el banco; los datos no eran anónimos ni estaban encriptados, sino compartimentados. Internamente, pasaban de un continente a otro. Nunca había tenido acceso en el banco a los datos sensibles. Pero tenía suficiente conocimiento de las estrategias.
Necesitaba más ayuda. Consulté abogados y le dije a un ex colega: «Necesito un contacto de alto nivel; no puedo decirte más». Así fue que en 2006 se contactaron conmigo los servicios de inteligencia. Me dieron su apoyo y arreglaron las cosas para que casi dos años después me encontrara de nuevo en Francia. Me ayudaron a crear comunicaciones seguras para recibir la información. Esto nunca involucró la venta de datos; pero no hay ley que permita hacer lo que hice.
Viaje al Líbano
No tenía otra alternativa que permitir el uso de los datos en el marco de una investigación preexistente. Tenía que hacer sonar las alarmas. Me fui al Líbano. ¿En Suiza? Imposible, la plata manda. Mi única solución: ir a ver a un banquero suizo en el Líbano y decirle: «Tengo cierto conocimiento, tengo un programa de computadora que, simplemente examinando el correo electrónico y faxes, puede revelar la identidad de sus clientes». Uno le dice eso a un banquero suizo y estalla. Eso fue lo más importante para mí, hacer sonar las alarmas.
Luego de esta primera conversación, la mujer que me acompañó (Georgina Mikhael) pensó que estábamos tratando de hacer negocios; yo había manejado la cosa con muy bajo perfil, no pude prever que ella iba a enviar un correo electrónico a otro banco proponiendo vender un perfil de cliente por 1000 euros. Por supuesto que las autoridades suizas van a decir: «Falciani estaba tratando de vender la información». A todos les sirve decir que fue Falciani.
En la nube
Los datos estaban seguros en la nube, pero me fui de Suiza sin nada. Lo primero que iba a hacer en Francia era comprar una computadora para recuperar los datos de la nube. Allí había un protocolo para la recuperación de la información y las claves, que nos permitieron establecer la veracidad de la información. Estos archivos son reales. Los propios clientes los han reconocido.
No fueron los agentes de inteligencia los que ingresaron al banco para obtener la información. Hoy trabajo con la Argentina (AFIP); tuvimos que golpear suavemente a la puerta. Con Brasil y Estados Unidos no logramos nada todavía, pero están trabajando en eso. El poder económico influye en las leyes. El verdadero crimen es no hacer nada porque van a intentar dejar de lado a las corporaciones, que son la clave de la evasión fiscal. Me fui a España. Me hice arrestar para conseguir protección. En Francia iba a ser difícil.
Yo no soy nada. El único momento en que tendré reconocimiento oficial es cuando los suizos me condenen. No es complicado hacer una ley para proteger a los que denuncian. Lo hice para motivar una investigación y ahora eso está hecho. Desde que supe que iba a violar las leyes, renuncié a toda esperanza de poder trabajar normalmente.
La traducción del video fue realizada por El Confidencial de España
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