Herme Juárez, el dirigente sindical que habla como un empresario y maneja millones
ROSARIO.- Cuando Herme Juárez se ponía a contar por qué le decían Vino Caliente, su relato podía durar horas. A través de la historia de su apodo -en su juventud distribuía vino a granel en Granadero Baigorria, donde lo descargaba con una manguera, por lo que el tinto siempre estaba caliente- refrendaba el salto que había dado su vida.
Desde ese origen humilde, sin terminar la escuela primaria, con sus padres que se dedicaban a la caza de nutrias, pasó a transformarse en uno de los jugadores más poderosos del complejo agroexportador del país.
Contaba que la cooperativa se había gestado a partir de reuniones con cuatro o cinco compañeros que se hacían alrededor de una pava negra, cubierta de hollín, y una máquina de escribir a la que le faltaban varias teclas.
De esa modestia saltó a comprar en 2014, en Estados Unidos, dos helicópteros Enstrom 480 B para un emprendimiento paralelo, el Centro Cooperativo de Rescate y Emergencias Portuarias, el primero en el país. El entonces secretario de Transporte, Alejandro Ramos, quien fue intendente de Granadero Baigorria, logró que autorizaran los vuelos.
Vino Caliente recorría en helicóptero las islas del Delta del Paraná para apreciar desde arriba las miles de cabezas de ganado que le pertenecían. Pero esas ínfulas de acumulación de poder y millones no eran eternas.
Su fuerza comenzaba a deshilacharse con la llegada de Mauricio Macri a la presidencia, a fines de 2015, aunque al principio trató de acercarse y entabló una buena relación con el gobierno de Cambiemos. Pero debía ceder. Y la lógica de la construcción de su imperio funcionaba con presión, con los dientes apretados, al límite, y no con docilidad.
Una cesión
Tras la detención de Omar "Caballo" Suárez, titular del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), en septiembre de 2016, Herme Juárez decidió transformarse en un león herbívoro.
Lo hizo al ceder al reclamo histórico de los exportadores de granos, para que la carga y el mantenimiento de los buques que arriban a los puertos no fueran monopolio exclusivo de la Cooperativa de Trabajadores Portuarios de Puerto General San Martín, que cobraba hasta ese momento una tarifa en dólares y los operarios eran afiliados del Sindicato Unidos de Portuarios Argentinos (SUPA).
Solo una empresa pudo competir con la cooperativa. Vino Caliente les complicaba el negocio, porque las firmas debían contratar a los operarios que pertenecían al sindicato que comandaba.
Pero ese movimiento de retroceso fue acompañado por otro. Quería ocupar el lugar que había dejado vacante Caballo Suárez en Campana y meterse en otro rubro, dentro de las terminales portuarias agroexportadoras, el de los llamados carga "a pala".
Pero esta expansión no la pudo lograr. En ese rubro había empresas más robustas con las que competir.
Feroz negociador
Vino Caliente era secretario general del gremio y presidente de la cooperativa, que reúne a unos 700 trabajadores. Juárez negociaba a través de la cooperativa la tarifa en dólares de la estiba de los buques y con el gremio el salario de los trabajadores que eran de la cooperativa.
"Era único en el mundo", resumió un directivo de una multinacional del sector agroexportador. Si no acordaba la tarifa que pedía la cooperativa hacía paro con el gremio, y paralizaba las exportaciones a través de las terminales portuarias. Por cada barco que se retrasaba en la carga la empresa debía pagar por día 25.000 dólares.
Cada vez que se reunía con los directivos de las empresas exportadoras repetía la misma frase, a modo de advertencia, que también servía para definirlo: "No vengo a conversar con ustedes como gremialista, sino como empresario", recordó uno de los ejecutivos que participaban de esa ronda de negociaciones que duraban horas.
Desde el gremio y la cooperativa, con la que movía mucho dinero, Herme Juárez manejó los hilos de la política de la zona, sobre todo en el peronismo, pero también en la propia Justicia, donde era consultado cada vez que se designaba a un nuevo fiscal o juez. "Quiero saber si es peronista, radical o socialista. No quiero un pelotudo independiente", reclamaba Vino Caliente, según recordó un dirigente local. Fue intendente en 1991, cuando Carlos Reutemann, entonces gobernador, designó al intendente Lorenzo Domínguez como ministro de Salud.
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