Héctor Garín: "Siento dolor y pena por lo ocurrido en la embajada de Israel"
Héctor Garín era, por aquellos días de marzo de 1992, el director del SAME, la entidad encargada de atender emergencias médicas en una ciudad de Buenos Aires que desconocía lo que significaba actuar ante el cimbronazo de un ataque terrorista. Aquel 17 marzo, y como el mismo Garín cuenta hoy, motivó para él "un antes y un después" en su accionar como médicos ante la emergencia. Garín fue entonces uno más de los cientos de voluntarios, médicos, enfermeros, bomberos y policías que brindaron un abrazo, la primera contención y ayuda concreta en medio de los gritos, la sangre, el caos y el dolor de los heridos en lo que quedaba de la sede diplomática israelí, ubicada entonces en la calle Arroyo al 900. Casi tres décadas después, y en un nuevo aniversario de aquel atentado que se llevó la vida de 29 personas, Garín aún se conmueve ante las imágenes que vienen a su memoria, afirma que "nadie sale indemne" de una vivencia como la que le tocó pasar y repite convencido que "nada justifica" la violencia asesina que se enseñoreó por la capital argentina en aquellas horas. El médico, que participó del video conmemorativo armado por la sede diplomática, iba a ser uno de los protagonistas del acto de recordación, finalmente suspendido por el coronavirus.
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-¿Cómo recuerda aquellos primeros momentos, luego del atentado?
-Mi recuerdo de los primeros momentos luego del atentado son de estar mirando algo absolutamente inesperado, impensado en nuestro país. La embajada hecha ruinas, escombros. Estábamos enormemente preocupados por tratar de ordenar la evacuación de los heridos con nuestras ambulancias del SAME. Mientras lo hacíamos, teníamos -y aún tengo- una enorme sensación de dolor y de pena, por los heridos y las víctimas, por nuestro pueblo. Recuerdo siempre el caos provocado principalmente por el intento solidario de la gente por ayudar.
-¿Cuáles fueron sus prioridades ante esta situación inesperada?
-Nuestra prioridad fue siempre evacuar a los heridos, en la forma más rápida y eficiente posible. Se puso en estado de alerta a todos los hospitales municipales para que los recibiesen y obligamos a liberar las calles circundantes para favorecer la salida de las ambulancias.
-¿Qué efecto produjo en su vida, si es que lo hubo, el haber participado y colaborado en las tareas de rescate?
-Nadie que haya vivido esta experiencia puede salir indemne. Muy pocas personas en la Argentina lo vivieron. Como médico y emergentólogo, nos obligó a modificar nuestras metas, que fueron desde un sistema meramente asistencialista, hacia otro, responsable de cubrir catástrofes mucho más complejas. Marcó un antes y un después en nuestro accionar como médicos de emergencias. Y como ser humano, dedicado a una profesión que fundamentalmente se basa en la solidaridad y el amor a sus semejantes, me reafirmó en mis principios. Y en la búsqueda de una evolución espiritual que se opone totalmente a sucesos como estos.
-¿Qué mensaje podría darle a la sociedad, sobre todo a los jóvenes que no vivieron lo ocurrido?
- Aún reconociendo que no soy quien para dárselos, a la sociedad y a los jóvenes les daría como mensaje… que no hay nada que justifique acciones como esta. Solo el amor, el respeto, la solidaridad y la paz salvarán a la raza humana. La violencia y el odio la llevarán a su propia destrucción.
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