Hay que repensar el sistema y la gestión en el sector salud
Las verdades de la ciencia no alcanzan para llegar a la mente de los fanáticos ideologizados, así como tampoco son suficientes los preceptos de la fe y la moral para conmover el corazón de los motivados por intereses económicos y contubernios políticos.
Lo hemos visto en estos días, en un debate sobre el aborto , que se extendió durante cuatro meses en ambas cámaras legislativas y en el que se abrió una nueva y triste grieta en la sociedad.
Aquella propuesta de unión de los argentinos parece tan poco posible como la de alcanzar la meta de pobreza cero. Una de las frases que se reitera es "tenemos que admitir que los gobiernos de los últimos años dejaron al país en la pobreza".
De la pobreza económica se puede salir con el trabajo del pueblo y con el desempeño honesto e ideas claras de nuestros gobernantes. No es lo mismo cuando la pobreza es moral o espiritual, comprometiendo las fibras más íntimas y el acervo cultural de una sociedad.
El debate al que asistimos fue muy útil para identificar claramente las presiones económicas que hay detrás del tema aborto. Quedaron al desnudo las instituciones que recibieron financiamiento externo, las presiones mediáticas, la volatilidad de las convicciones "más profundas" de algunos funcionarios, la solicitada de página completa en The New York Times presionando desde los medios de EE.UU. a los legisladores argentinos, así como el falso neutralismo oficial.
También aparecieron nuevas palabras para cambiar nuestra cultura, valores y tradiciones; "interrupción voluntaria del embarazo" para no decir aborto, "mujer gestante" en lugar de futura mamá, y todo un manual de procedimientos y adoctrinamiento que se puede encontrar en internet.
Se afirmó que el aborto es un tema de salud pública, y estamos de acuerdo que la salud materna debe ser protegida así como la infantil, ya que ambos constituyen el frágil binomio madre-hijo.
Nos impacta la salud de mujeres que sufren los efectos de las inequidades sociosanitarias, mujeres vulnerables que toman decisiones difíciles y, además, sufren la condena social. Pero la misma sensibilidad debe ser aplicada a ese ser humano que se desarrolla en el vientre materno, así como al niño después de su nacimiento.
Si nuestro sistema de salud tuviera igual performance que el de Chile y Uruguay evitaríamos 1852 muertes infantiles por año. Nuestra mortalidad materna es mayor que la de estos mismos países antes de que legalizaran el aborto. Incumplimos con los ODM 1990-2015 comprometidos ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El 32% de las embarazadas indigentes no realizan los controles necesarios durante el embarazo. Son el sistema de salud, el educativo y el 30% de la población bajo la línea de pobreza que explican estos datos.
Si los CEO de las empresas son valorados según sus resultados, en el sector salud las gestiones sanitarias deben superar la retórica dialéctica y medirse a partir de las 7000 muertes de niños de menos de un año o las 200 muertes maternas en las que el aborto no fue su causa que deberían evitarse.
El autor es médico y rector de la Universidad Católica Argentina (UCA)
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