"Hay mucho descuido y desprecio por los espacios verdes"
Lo afirma la doctora Sonia Berjman, especialista en preservación de parques
El verde de su jardín invita a una conversación reposada. Sonia Berjman hace de cicerone y explica la historia de cada planta. Está en su tema, el que ha abordado en decenas de libros de consulta obligada para quienes se interesan y preocupan por ese otro patrimonio, tal vez menos mencionado que el artístico o arquitectónico: el de los parques, los jardines y el paisaje.
“Hay descuido y desprecio por los espacios verdes en las grandes ciudades. Falta continuidad en las políticas y cada nuevo funcionario juega a ser Dios. La degradación de los espacios verdes refleja la degradación de la sociedad”, dice Berjman, que llegó a su especialidad, en la que es referente obligada, desde la historia del arte.
A la hora de proponer una investigación para la tesis de su doctorado, en la Universidad de Buenos Aires, decidió concentrarse en esos espacios omnipresentes en la vida de todos los ciudadanos y, sin embargo, hasta ese momento ignorados por los estudios académicos: las plazas.
Doctora en historia del arte también por la Universidad de la Sorbona, Sonia Berjman ha dirigido trabajos de investigación sobre cuestiones de su especialidad para prestigiosas instituciones públicas y privadas en el país y en el extranjero; ha sido investigadora del Conicet y es habitual conferencista invitada en universidades de la Argentina, Francia, Colombia, Uruguay, España, Estados Unidos y Bélgica. Autora de un centenar de publicaciones sobre historia de la arquitectura, de la ciudad y del paisaje, es vicepresidenta del Comité Científico Internacional Paisajes Culturales de Icomos-Ifla, el consejo internacional de arquitectos paisajistas.
-¿Está bien cuidado el patrimonio verde urbano de los argentinos?
-Nos faltan políticas de conservación y de ampliación de los espacios verdes. Grandes parques, como los de Tucumán, Córdoba y Mendoza, y el de Palermo, por ejemplo, han sido en buena medida devastados por diferentes motivos. El peor de todos son las concesiones. Pistas para aprender a conducir, clubes, confiterías, restaurantes, producen la desintegración y atentan contra los espacios verdes. Yo no sé si están bien o mal hechas las concesiones, pero no deberían existir. Un parque como el Tres de Febrero tenía 400 hectáreas y hoy tiene menos de cien hectáreas de espacio público...
-Las ferias, los puestos de artesanos y la actividad de los vendedores ambulantes invaden los espacios públicos. ¿Aprueba la actitud oficial ante el fenómeno?
-Es otro de los tantos errores que se cometen. Entiendo que hoy la sociedad quiere espacios al aire libre, y debemos ofrecérselos, pero no a cualquier costo. Desde Apevu (Asamblea Permanente por los Espacios Verdes Urbanos), estamos proponiendo desde hace años reconquistar los cientos de hectáreas del ferrocarril que están en desuso para hacer nuevos parques, con nuevos usos. Pero al patrimonio verde único que tenemos, debemos protegerlo y frenar el deterioro.
-¿Hay un plan para la creación de nuevos espacios verdes?
-Por el contrario; yo diría que hay un abandono de parte de las autoridades estatales de la defensa de los espacios públicos y una falta de reacción frente al acelerado deterioro del ambiente urbano y de desprecio de los espacios verdes como patrimonio cultural, lugar de encuentro y de relación entre los ciudadanos. El déficit de espacios verdes es del orden de las 2400 hectáreas en la ciudad de Buenos Aires y de 8000 hectáreas en el Gran Buenos Aires.
-¿Por qué no se avanza con los terrenos del ferrocarril, en Retiro?
-Por la especulación inmobiliaria. No es ningún secreto que a Buenos Aires la hicieron más los inmobiliarios que los funcionarios. Queremos que Retiro sea parque. Claro que primero se tendría que hacer el pase de los terrenos a la ciudad, llamar a un concurso multidisciplinario para elegir la mejor propuesta acerca de qué hacer con esas hectáreas vacantes.
-¿Cómo llegó a tener Buenos Aires, en su momento, un patrimonio verde tanto o más importante que el de París?
-Torcuato de Alvear era muy amigo del barón Haussmann, intendente de París entre 1853 y 1870, y la persona que fijó los parámetros sobre cómo hacer ciudades. Alvear era muy consciente de lo que se había hecho en París y a través de Haussmann nombró a Eugène Courtois, que fue director de Paseos entre 1880 y 1890. Courtois estableció acá el modelo de jardín público francés, hizo todas las plazas francesas y plantó diez mil árboles. Después, en 1891, vino Charles Thays, cuya magnífica gestión fue de 1891 a 1914. El trabajó no solamente en Buenos Aires, sino en toda la Argentina. Fue una figura impresionante. Hoy nosotros nos maravillamos porque vemos florecer los jacarandás y los palos borrachos, sin saber que, en 1892, un señor llamado Charles Thays recorrió a caballo todo el país buscando las plantas y aclimatándolas, hizo el Jardín Botánico de Buenos Aires y tantas otras maravillas...
-¿Está de acuerdo con el generalizado cerramiento de las plazas?
-Yo estuve en contra de las rejas. Las veía como una afrenta a la democracia. Pero hace algunos años fui quien le dio la idea al entonces director de Paseos de la Ciudad, de enrejar dos lugares: el mausoleo de Rivadavia, en plaza Once, y el Obelisco. El tiempo me fue dando la razón y hoy no hay prácticamente espacio público de la ciudad que no esté cercado. Porque los dineros públicos no se pueden utilizar en arreglar una plaza y ver que al otro día esa plaza esté rota. Tenemos que asumir que una parte de la sociedad es civilizada, pero no toda. Hay mucho vandalismo. Nosotros, en el siglo XIX, tuvimos todas las plazas enrejadas. El parque Lezama, por ejemplo, tenía un horario distinto para hombres y para mujeres, o para gente que tenía que tomar aire puro, por problemas de salud. Eso fue cambiando y, finalmente, las plazas se abrieron al público.
-Hay gente que vive en las plazas porque no tiene otro lugar...
-Ninguno de nosotros puede decirle a una persona que no tiene donde vivir que no viva en una plaza porque es un espacio público. Pero sí está el derecho de exigir el cumplimiento de ciertas normas. Yo viajé a Japón y fui a ver cómo viven los homeless en los espacios públicos del Japón. Los municipios les dan unas casillas, tipo contenedores, que se colocan en lugares donde no alteran el paisaje. Allí viven bastante dignamente, no como nuestros linyeras, que están a la intemperie. Y esos homeless se encargan de mantener la plaza, de barrerla y cuidarla, y utilizan los baños públicos del lugar, con duchas y una limpieza impresionante. Acá hacían carpas debajo de los gomeros y la forma de solucionar el problema fue cercar los árboles, cercar los monumentos y cercar, directamente, toda la plaza. Me parece que sólo enrejarlo todo no es una buena política.
-¿Qué opina del proyecto de modificación de la Plaza de Mayo?
-Creo que las decisiones sobre el uso y las formas de los espacios públicos no pueden ser decisiones unilaterales de un jefe de gobierno y de su entorno, grupo transitorio en el poder, sobre todo cuando de lo que se trata es del espacio público físico y simbólico por excelencia de la Nación. No se puede decidir unilateralmente de un día para el otro qué hacer con un sitio tan cargado de significación. Debería haber habido una discusión publica amplia y participativa.
-¿Qué haría con la Plaza de Mayo?
-Llamaría a un concurso público realmente público, y no sólo para arquitectos. Un espacio con una historia común a toda la Argentina debe ser materia de opinión y de debate de toda la sociedad, con el aporte multidisciplinario de historiadores, sociólogos, arqueólogos, paisajistas.
-¿A qué se debe ese espíritu de refundación que tenemos los argentinos, ese querer empezar siempre de cero?
-A que no hay conciencia ni tradición de programación, de largo plazo. Cada nuevo funcionario juega a ser Dios. Thays fue director de Paseos de 1891 a 1914. En ese período, el país tuvo siete presidentes, once intendentes... y un solo director de Paseos. Su programa tuvo continuidad y se basó en una política de largo alcance. Pero el problema de la Argentina no es sólo con las plazas y los espacios verdes: es la falta de continuidad y de perseverancia, que contamina todos los aspectos de nuestra vida en sociedad.
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