Haig: "Hay que asustarlos, no enojarlos"
Los archivos de la guerra desclasificados por Gran Bretaña recrean los contactos de Alexander Haig con el gobierno de Thatcher, que confirman que no fue un mediador imparcial durante el conflicto
Los archivos que acaban de ser desclasificados en Londres confirman lo que muchos sospechaban: el secretario de Estado norteamericano, Alexander "Al" Haig nunca operó como un interlocutor imparcial durante la Guerra de Malvinas sino que actuó como informante y asesor del gobierno británico durante todo el período de su mediación.
Tantos eran los detalles que ofrecía a los británicos que la primera ministra Margaret Thatcher llegó incluso a desconfiar, temerosa de que Haig se mostrara igualmente locuaz en Buenos Aires con respecto a los planes de su gobierno.
Haig comenzó su gestión mediadora el 6 de abril de 1982. Dos días más tarde, durante una charla con Thatcher en su despacho de Downing Street, el hombre conocido como el "general político" rindió cuenta detallada de los contactos norteamericanos con el líder de la junta militar argentina.
El 2 de abril, Leopoldo Galtieri había dejado al presidente Ronald Reagan esperando dos horas y media antes de atender su llamada telefónica. El canciller Nicanor Costa Méndez atribuyó la demora a que el presidente argentino quería ver si podía dar marcha atrás en la operación militar.
"Haig dijo que esa explicación era hogwash (bazofia)", señalan las minutas de la reunión contenidas en el expediente CAB 164/1617/2.
Según él, los argentinos estaban convencidos de que el uso de la fuerza no sería respondido y estaban, por lo tanto, en estado de shock por la reacción británica. Por más que lo negaran, habían pedido, sin éxito, ayuda a la Unión Soviética dentro del Consejo de Seguridad de la ONU. Aún así, Haig aconsejó a los británicos mantenerse cuidadosos de la influencia soviética.
"La posición de Galtieri está en peligro. Es claro que las dudas están creciendo en Buenos Aires y, si él cae, su sucesor será más intransigente", advirtió.
El ex comandante supremo de la OTAN dijo conocer a Galtieri "muy bien". El retrato que pintó fue de "un hombre muy religioso, que va a misa todos los días. También bebía, quizás demasiado y muy temprano. Era duro y se veía a sí mismo como un hombre de principios y entereza. Era también un jugador de póquer que doblaba la apuesta cuando perdía. Incrementaría la ofensiva si decidiera que ir por la fuerza era inevitable".
Durante una cena a la que asistió todo el gabinete de guerra británico, Haig dijo que un motivo detrás de la invasión argentina había sido "desviar la atención de los argentinos de sus presentes problemas domésticos".
En la primera de una serie de reuniones mantenidas con Thatcher el 12 de abril, poco después de haber estado en Buenos Aires, Haig completó el panorama de la interna argentina. El había detectado claras diferencias de opinión entre las tres fuerzas militares.
"La Armada está buscando pelea. La Fuerza Aérea no quiere ir a la guerra. El Ejército está en algún lado en el medio", indicó Haig.
En el curso de la charla mantenida con Galtieri, éste le había dado "cierta información sorprendente". El embajador cubano había retornado a Buenos Aires tras un año de ausencia, junto con altos funcionarios cubanos. Galtieri aseguró que Cuba le ofrecía todo lo que necesitaba y que habían presentado esa oferta como avalada completamente por la Unión Soviética.
"El presidente Galtieri dijo que no quería romper los vínculos de la Argentina con Occidente. Pero si se veía aislado, él pediría la ayuda de la Unión Soviética. Aseguró que la USSR (sigla en inglés de la ex Unión Soviética) le había ofrecido hundir naves británicas", señala la transcripción.
Haig le dijo que no lo creía porque, "de ser cierto, sería la causa de un conflicto mundial". Galtieri replicó que "de tener que remover la bandera argentina de las islas Falklands (Malvinas), él perdería su puesto en cuestión de una semana".
El secretario de Estado norteamericano advirtió a los británicos que los argentinos estaban muy tensos. "Su consejo es que Gran Bretaña continué dura, pero que no use lenguaje peyorativo acerca de ellos en forma innecesaria. El objetivo debería ser asustarlos, no enojarlos", subrayó.
Thatcher agradeció sus sugerencias, pero discretamente ordenó a sus funcionarios chequear su información con otras fuentes e incluso traducir la versión en español de sus planes de paz para asegurarse de que no hubieran "ambigüedades o imprecisiones" en lo que referente a la posición británica, tal como figura en varios documentos contenidos en el expediente PREM 19/646.
La mediación de Haig terminó en un rotundo fracaso el 30 de abril. El mismo día, el embajador británico en Washington, Nicholas Henderson, envió un telegrama a Londres (PREM 19/623) diciendo que el secretario de Estado le acababa de advertir que, de organizarse otro esfuerzo mediatorio, "tendríamos que decir que no aceptaremos la transferencia de la soberanía. Sería muy incómodo para los norteamericanos que habiendo rechazado la transferencia de soberanía en las charlas con ellos, luego la aceptáramos con un mediador de la ONU".
Henderson continuó recibiendo llamadas de Haig. El 8 de mayo reportó uno recibido desde su hogar, en West Virginia.
"En la línea abierta fue más críptico de lo usual, pero yo le entendí decir que había clara evidencia de que elementos moderados en Buenos Aires que pujaban por ascender estaban esperando que Gran Bretaña infligiera unos cuantos golpes militares más, de modo de asegurar la caída de los extremistas. Le pregunté a Haig si le había entendido correctamente, si nos estaba diciendo que quería que los golpeáramos más. Sí, dijo él categóricamente".
La descripción del gobierno de Galtieri como "extremista" contradecía el reporte dado al principio de su mediación. En Londres, estos comentarios fueron recibidos con escepticismo porque, se estimó, "el escenario de argentinos moderados alentando una acción punitiva militar británica es altamente improbable".
Henderson recibió instrucciones de no llamar a Haig, pero que "si la oportunidad llegaba a presentarse" le preguntara "quiénes son exactamente esos moderados". Por los documentos oficiales disponibles actualmente, la ocasión parece que nunca se presentó.
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