Guillermo Pereyra se retira del sindicato de petroleros después de 38 años
Fue senador nacional, director de YPF y número dos de la CGT; pactó una reforma laboral con Macri para Vaca Muerta; lo reemplazará Marcelo Rucci, de un perfil más combativo
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En sus épocas de apogeo, Guillermo Pereyra fue senador nacional, director de YPF y número dos de la CGT que lideraba Hugo Moyano. Histórico hombre fuerte del gremialismo petrolero, dejó hoy después de casi cuatro décadas su reinado en el sindicato de Petróleo y Gas Privado de Neuquén, Río Negro y La Pampa. Se retira con 78 años y le abre paso -sin estar demasiado convencido- a Marcelo Rucci, un dirigente con un perfil más combativo, capaz de paralizar los yacimientos con apenas un llamado telefónico.
Después de haber sorteado con éxito dos operaciones de alto riesgo, Pereyra pasó gran parte de la pandemia recluido en una chacra de Neuquén. Digitó desde allí la interna del gremio, que se había agitado tras blanquear sus intenciones de irse. Su salida es la primera en buenos términos de una casta de sindicalista que lleva décadas en los sillones de mando. Pereyra no se va empujado por la mafia de los medicamentos, como el bancario Juan José Zanola, ni por el brazo violento de las patotas sindicales, como le sucedió al ferroviario José Pedraza. El año que viene quizás le sigan sus pasos otros históricos.
El conocimiento enciclopédico de Pereyra sobre la explotación de yacimientos no convencionales lo sentó en 2012 en el directorio de la estatizada YPF, de donde se fue para convertirse en senador nacional por el Movimiento Popular Neuquino (MPN). Hizo equilibrio entre el kirchnerismo duro y su rol como segundo de Moyano, por entonces un opositor acérrimo de la gestión de Cristina Kirchner. “Si Moyano me pide que me vaya de YPF, lo haría”, dijo por entonces en una entrevista con LA NACION. Unos días antes se le había parado de manos a la Comisión Nacional de Hidrocarburos, que dirigía Axel Kicillof, por considerar que avanzaba sobre la autonomía de las provincias.
En la previa a las elecciones presidenciales de 2015, Pereyra fue hombre de consulta de todos los candidatos. Tanto Daniel Scioli como Mauricio Macri recurrieron a él interesados en potenciar Vaca Muerta, el inmenso reservorio de gas y petróleo no convencional en la cuenca neuquina que se considera una mina de oro. En un avión privado, que sería propiedad del gremio, el sindicalista viajó más de una vez de Neuquén a Buenos Aires en un mismo día para reuniones secretas de este tipo.
En una gira por los Estados Unidos como Presidente, Macri lo incluyó en la comitiva oficial para exhibir ante inversores petroleros el rostro civilizado del sindicalismo. Mientras que caminaba amistosamente por las calles de Houston con el gabinete macrista, los yacimientos de Neuquén y Mendoza eran paralizados por Rucci, el heredero de hoy pero el desafiante de ayer.
Macri ensayó con Pereyra una micro reforma laboral que imaginó trasladarla al resto de las industrias. Pactó restringir el derecho de huelga con el fin de evitar una caída en la productividad, entre los puntos de un acuerdo que levantó polémica. En tren de dinamizar la llegada de inversiones, el gremio petrolero cedió beneficios salariales. Uno de ellos, las denominadas “horas taxis” y una disminución de la cantidad de operarios por cada equipo de perforación. En el gobierno de Macri proyectaban que se reducirían en un 25% los costos de producción.
Cuando Pereyra recuerda el trato, suele argumentar que estaba en una encrucijada: tenía miles de afiliados de brazos cruzados, con riesgo de perder el puesto. No siguieron sus pasos, sin embargo, los sindicalistas petroleros Claudio Vidal (Santa Cruz) y Jorge Ávila (Chubut), ambos de perfil más combativo y con los que siempre intentó actuar en tándem. Vidal y Ávila se sentirán ahora más cómodos con Rucci.
Pereyra imaginó a Ricardo Astrada, su secretario adjunto hasta ayer, como el sucesor ideal. Apostaba también por Richard Dewey, el secretario de Turismo, Cultura y Deporte que murió el 22 de septiembre pasado en un accidente automovilístico. Pero se rindió ante Rucci al comprobar su trabajo territorial y la influencia en las bases. El nuevo jefe se ganó el respeto al rechazar en pandemia las suspensiones por el artículo 223 bis de la ley de contrato de trabajo para aquellos operarios sin tareas y sacar a flote una negociación salarial complicada. En mayo, Pereyra lo presentó ante Alberto Fernández como su sucesor en un almuerzo en la quinta presidencial de Olivos.
A través del MPN, Rucci fue en 2011 jefe comunal de Rincón de los Sauces, una ciudad de unos 20.000 habitantes. Lo calificaron alguna vez como “el intendente piquetero”. A partir de hoy, suma la pesada misión de reemplazar a Pereyra en el sindicato petrolero más influyente del país.
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