Guillermo Francos, tras los días de tensión: empoderó a su segundo mientras persisten diferencias en la cúpula del Gobierno
Superado el episodio con Adorni y Caputo, el jefe de Gabinete quiere seguir en la función y le amplió el rango de acción a Lisandro Catalán; admiten diferencias de criterio en la mesa chica de Milei
- 6 minutos de lectura'
Guillermo Francos es un hombre afable, de sonrisa fácil, templado. Lo que lo conocen desde hace más tiempo saben, no obstante, que cuando se enoja en serio, arde Troya. Eso fue lo que pasó el viernes 5 de septiembre horas antes de su internación en la Clínica Sagrada Familia con un cuadro de lipotimia. El jefe de Gabinete llamó a Manuel Adorni en llamas y se despachó como nunca lo había hecho. Fue luego de que el vocero presidencial dijera en conferencia de prensa que no se tocaría una coma del decreto que acotó el Acceso a la Información Pública, pese a que Francos, en el Congreso, había dicho que el Gobierno contemplaría los cuestionamientos de la oposición.
Después de ese entredicho, Francos padeció un síncope, quedó bajo observación casi 48 horas y tuvo un reposo obligado de un par de días. En la Casa Rosada rechazaron que el cuadro se debiera al disgusto y lo adjudicaron a un cuadro gastrointestinal. En su regreso a la actividad, no obstante, se definió que el jefe de Gabinete sumara un nuevo soporte. Su segundo, el vicejefe de Gabinete, Lisandro Catalán, que hasta ahora se había manejado con extrema cautela y con movimientos medidos y previamente autorizados, subió el perfil y ganó rango de acción. Fue empoderado como interlocutor político, además de oficiar de pararrayos del ministro coordinador.
En el entorno de Francos aseguran que, superado el episodio de tensión interna y el inconveniente de salud, él quiere seguir en la función. Que es un “animal político” de 74 años que hace 14 le dijo a Javier Milei que debía ser candidato. Y que por eso no puede perderse este partido, que quizás sea uno de los últimos de su carrera pública. Hay quienes lo han escuchado, por momentos, agotado de dar la pelea interna en la soledad del ala “dialoguista” del Gobierno. Por ahora, la ambición de ir por el bronce lo sigue empujando. “No se va a perder esta oportunidad”, aseguró en las últimas horas una persona que lo conoce bien.
En su informe de gestión en Diputados, Francos había defendido el decreto de la polémica, pero también había dicho que el Gobierno estaba dispuesto a escuchar los planteos de la oposición. En las horas previas, el ministro coordinador se había encerrado a concentrar para exponer frente al hemiciclo. Pero no había llegado a dimensionar el disgusto que había generado en esas mismas horas el decreto de la Información Pública, que restringía una ley que había sido impulsada por Cambiemos. No vio venir el coro de rechazos de los legisladores e improvisó una salida elegante. “Estamos dispuestos a analizarlo”, dijo en ese momento.
La bronca de Francos con Adorni no tuvo tanto que ver con el episodio en sí. Cada vez que las voces intransigentes de la Casa Rosada echan por tierra una negociación, el jefe de Gabinete pierde una cuota de autoridad frente a sus interlocutores políticos. Francos siempre supo que su rol sería el del policía bueno frente a un Presidente pirotécnico. Pero pareciera que esta vez operó la acumulación y se cansó.
Las diferencias entre Francos y el ala dura de la Casa Rosada vienen desde hace tiempo. La inauguración de la mesa de los martes, en donde Milei comenzó a reunir a su cúpula política para definir tácticas y estrategias, fue producto de una acumulación de teléfonos descompuestos, con consecuentes derrotas en el Congreso. En la primera reunión secreta, que fue a fines de agosto, se decidió que Francos fuera un vértice de articulación interna, para que todos los actores de esa mesa estuvieran en la misma página. Se resolvió que Santiago Caputo, que siempre fue “la voz de Milei”, se corriera –nunca al 100%- de la interlocución con el Congreso. Y se definió que el Presidente se involucrara mucho más en la rosca parlamentaria.
Pese a que avanzaron con esa redefinición de roles, los entredichos volvieron a emerger con la cuestión del decreto de la Información Pública. El jefe de Gabinete se despachó con el vocero presidencial, pero en la Casa Rosada se sobreentendió que su verdadero enojo era con Caputo, que fue –por orden de los hermanos Milei- el artífice de la norma y quien instruyó a la secretaria de Planeamiento Estratégico, María Ibarzábal, para que le diera forma jurídica. Si bien viene ganando espacios dentro del Gobierno, Adorni fue solo el mensajero de una decisión de más arriba de no dar marcha atrás con el tema, sin importar el costo político.
Ahora que Francos se reincorporó plenamente a la actividad, no está claro que las diferencias de fondo se haya saldado, según reconocen distintas voces en la Casa Rosada. El jefe de Gabinete y el asesor presidencial tienen un buen vínculo cotidiano. Conversan a puertas cerradas casi todos los días y, quienes son testigos de esos encuentros, aseguran que son frecuentes las bromas y las risas. Pero los cortocircuitos dados por sus distintos perfiles no se repararon. “Puede volver a pasar, sí. Pero ya demostraron que pueden seguir trabajando juntos”, dijo un importante funcionario a LA NACION.
Diferencias de fondo
El propio Francos optó por sincerar la situación cuando dijo que “a veces uno tiene diferencias de opinión y las diferencias después se saldan”. “Estamos en paz, estamos bien. Eso no quiere decir que no discutamos otra vez, uno siempre en la gestión tiene puntos de vista distintos, ve la realidad de manera diferente”, dijo Francos sobre Caputo. Para intentar salir por encima, varias voces en Balcarce 50 vienen repitiendo esta idea: que pueden seguir habiendo diferencias sin que eso detone la convivencia.
En una gestualidad atípica para este Gobierno, que se ufana de hacer las cosas de forma poco tradicional, la Casa Rosada buscó saldar la trama con una foto amistosa entre Karina Milei, Francos y Caputo. En Balcarce 50 aseguran que no hubo demasiada premeditación. Que, como es habitual, ellos se reunieron a conversar largamente en las oficinas que ocupa Catalán en la planta baja de la sede de gobierno y que al propio vicejefe de Interior, antes de que se fueran, se le ocurrió sacar una foto abrazados que exhibiera buena sintonía con un epígrafe irónico: “Todos peleados”. La gestualidad se reforzó en Olivos cuando Francos y Caputo se sentaron uno al lado del otro en el quincho, para terminar de pasarle ese mensaje a la política.
Las rispideces, no obstante, asoman en varios planos. En las reuniones de los martes, además de los hermanos Milei, Santiago Caputo, Francos, Adorni y el titular de Diputados, Martín Menem, fue incorporada la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, en su carácter de socia política, excandidata a presidenta y una referente con tropa propia en distintas provincias del país.
Según pudo reconstruir LA NACION, mientras Francos estaba internado, en el Gobierno se debieron ocupar de ahuyentar varios rumores que indicaban que la ministra de Seguridad podía ocupar la silla principal de la jefatura de Gabinete. Con este panorama, y pese a que ahora reina la paz, el ministro coordinador se ve más obligado que nunca a exhibir fortaleza y demostrar carácter para defender su lugar.