“Guerra fría” entre albertistas y kirchneristas para evitar cargar con la culpa de la ruptura
Los roles parecen haberse invertido: ahora pegan los leales al Presidente y callan los partidarios de la vice; ambos necesitan que sea el otro el señalado por decretar la muerte de la coalición
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La interna de la coalición oficialista ingresó en una nueva etapa. Ya volaron los misiles dialécticos de uno y otro bando, el último de ellos personificado por Martín Guzmán, en lo que se convirtió en una novedad política porque el albertismo dejó de poner la otra mejilla frente a los sopapos que le propina el kirchnerismo. A tal punto, que para los seguidores de Cristina Kirchner se trató de una “provocación” avalada por el propio Alberto Fernández, pero no la respondió en público.
La arremetida de Guzmán, que advirtió que sólo continuarán siendo parte de la gestión aquellos que acuerden con el programa económico –léase con el rumbo pactado con el Fondo Monetario Internacional-, provocó desconcierto en el kirchnerismo, un espacio donde no están acostumbrados a que los reten abiertamente. Eso no estaba dentro de sus previsiones. A la inversa, el albertismo ya hizo un curso de posgrado en esa materia.
Por eso, los leales al Presidente levantan la guardia ante el discurso que la vice dará hoy desde el CCK, en el que a priori debería apegarse a temas de la diplomacia parlamentaria entre Europa y América Latina, por lo que cualquier derivación hacia la realidad argentina será tomada como un mensaje político. Aún así, la lógica de Cristina Kirchner y de La Cámpora sería tensionar, pero no cargar con la responsabilidad de la ruptura del Frente de Todos.
Esa decisión, razonan, correrá por cuenta de Alberto Fernández si define un recambio del Gabinete y prescinde de figuras del kirchnerismo como el ministro del Interior, Eduardo de Pedro, o los funcionarios camporistas del área de Energía, que fue apuntada por un Guzmán necesitado de subir las tarifas y que encuentra resistencia dentro de propio Gobierno. Por las dudas, “Wado” blanqueó ayer una reunión con el Papa Francisco, que en el oficialismo oficia como un paraguas protector.
Otro kirchnerista que es blanco directo de versiones internas es el titular de YPF, el santacruceño Pablo González, que fue vicegobernador de Alicia Kirchner y a quien el albertismo le buscaría reemplazante: hasta ahora es más mencionado es el exCeo de Toyota, Daniel Herrero. En la cuerda floja también se tambalea Federico Basualdo, el subsecretario de Energía Eléctrica, a quien el año pasado Guzmán ya quiso echar, sin éxito alguno.
Para el kirchnerismo, una avanzada del Presidente sobre estos tres funcionarios –De Pedro, González y Basualdo- sería considerada como una declaración de “ruptura del Frente de Todos”. También están atentos a los avatares del secretario de Comercio, Roberto Feletti, que ayer apareció junto a Axel Kicillof en el lanzamiento de una suerte de programa de precios cuidados en la Provincia. Aunque ninguno de los dos hizo declaraciones provocadoras.
El tercero en discordia en la interna oficialista, Sergio Massa, se tomó un respiro del clima enviciado que se respira en la coalición de gobierno con una visita al Palacio Nacional de la República Dominicana, donde lo recibió el presidente Luis Abinader. El titular de la Cámara de Diputados no presenciará el discurso de Cristina en la Eurolat: al parecer, las dos fotos en solo una semana que lo retrataron con la vicepresidenta provocaron más ruido que el deseado por el tigrense.
No obstante, según pudo saber LA NACION, tanto Cristina como Massa entienden que, por el acuerdo original que sellaron con Alberto Fernández en 2019, los cambios en el Gabinete que pudiera decidir el Presidente, deberían ser previamente consensuados con ellos. Aunque en este contexto eso parece improbable: el mandatario ya armó una “mesa de decisión” para que lo ayude en la evaluación política y busca fortalecer el músculo interno frente al kirchnerismo.
De hecho, el albertismo logró sumar a sus filas a Agustín Rossi –que hizo una demostración de fe renovada el fin de semana en Rosario- y a Jorge Ferraresi, el ministro de Hábitat que sigue figurando como vicepresidente del Instituto Patria, pero que en rigor ya reporta en las filas del Presidente. En la cuenta del “debe” quedó Felipe Solá, el excanciller que sigue muy enojado con Fernández y que acaba de blanquear su pase al kirchnerismo con una ponencia en el Patria.
Pero más allá de los nombres propios, lo que se discute es quién toma las decisiones. Si lo van a seguir haciendo Fernández y Guzmán, o si lo harán Cristina y Kicillof. En el medio, también exige ser participado Massa, que mantiene el discurso de la unidad pero que ya hizo sus propias advertencias reservadas. La nueva etapa de la interna peronista es comparable a una guerra fría, en la que los contendientes tienen a mano el botón rojo pero no lo presionan. Al menos por ahora.
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