Gran Resistencia, capital de una pobreza que sigue en crecimiento y se naturaliza
Según las últimas mediciones del Indec, el 76,2% del conglomerado formado por la capital del Chaco, Barranqueras, Fontana y Puerto Vilelas no cubre las necesidades básicas; es el más carenciado del país; pese a las discusiones políticas e ideológicas, las soluciones no llegan
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RESISTENCIA.- Es viernes por la tarde. El sol alumbra y la temperatura, que suele ser filosa en esta parte del país, oscila amable alrededor de los 15 grados. La gente camina, anda, hace sus trámites. En el centro, compra alguna cosa, conversa en los bares. En la periferia hay quien carga y descarga, quien arregla un vehículo y quien hace mandados. Pero también están los que esperan, los que miran a ninguna parte o se evaden.
Además del pasto alto, de la mugre acumulada o del polvo que el viento norte se empeña en levantar, esa parece ser la cara más lacerante de la pobreza en el conglomerado más castigado de la Argentina: la que araña los rostros de algunos jóvenes, sentados en las esquinas de las barriadas populares, entregados a los efectos de las drogas, por no tener a qué otra cosa entregarse.
El Gran Resistencia es un conglomerado de cuatro localidades que incluye a la capital del Chaco, pero que vive su decadencia en devenir con una naturalidad difícil de describir. Nada es distinto hoy de lo que fue el jueves, cuando el Indec informó que Resistencia, Barranqueras, Fontana y Puerto Vilelas constituyen el conglomerado urbano más pobre del país, con el 76,2% de la población sin poder alcanzar los ingresos mínimos para vivir.
Más allá de esa etiqueta, los vecinos no parecen hacerse carne del estigma. La naturalización, por los años que lleva el deterioro, distribuyó en la gente una dosis alta de apatía, de anestesia casi. Pero no de resignación. Hay una esperanza que los motiva a levantarse todos los días.
“Hay gente que vendió su auto, con la idea de seguir, pensando que la cosa puede mejorar”, dijo a LA NACION Beto, un comerciante de zapatillas importadas de Bolivia, a veces del Perú, que dice que vende poco, pero que tal vez la semana que viene “la cosa repunte”, cuando cobren los empleados de la administración pública. “Tenemos que aguantar y esperar a fin de año. Con las fiestas, capaz que vendemos mejor y podemos hacer un balance positivo”, se ilusionó el vendedor.
La situación de precariedad está tan naturalizada que, aunque tengan impacto mediático o político, no se comprende del todo lo que significa que el INDEC haya informado que la pobreza en la Argentina subió al 52,9% en el primer semestre de 2024 y que el Gran Resistencia es el conglomerado más pobre del país con un 76,2% de la población bajo la línea de pobreza y un 38,6% bajo la línea de la indigencia. Los hogares pobres son el 65,8%. Los hogares indigentes llegan al 30,1 por ciento.
Esos porcentajes indican que unas 323.504 personas del Gran Resistencia no llegan a fin de mes, 163.994 ni siquiera comen todos los días y muchos de ellos han perdido todo: tienen por cobijo sólo la intemperie.
Para la estadística, al Gran Resistencia le siguen Formosa (67,6% de pobres), Posadas (55,9%) y Corrientes (52,3%) en la región del NEA. Las capitales de la pobreza cambian de nombre entre un lote reducido de ciudades. Es una matriz que se repite hace años. “La situación termina naturalizándose y no se toma dimensión real de lo que implica que tres de cada cuatro personas sean pobres”, dijo a LA NACION Alejandro Pegoraro, director de la consultora Politikon Chaco.
“”La percepción de pobreza es aún mayor que los datos oficiales”, dijo. Explicó que alguien que gana $500.000y cuya canasta básica es de $480.000 no es considerado pobre, pero al no incluirse los gastos del alquiler y créditos, esa persona sigue sintiéndose pobre, porque no cubre sus costos y lucha por llegar a fin de mes. “Esto genera la costumbre de vivir al límite. Aunque la pobreza disminuya en los papeles, en la vida cotidiana la sensación de precariedad no cambia”, agregó el consultor.
El sacerdote Pablo Ferreira, de la parroquia jesuíta de San Javier, describió por Radio Continental la grave situación de pobreza en la región. Señaló que en los últimos ocho años se ha visto “la degradación y un aumento de la pobreza”, y resaltó que “el rostro más penoso es el de los niños y niñas que recibimos en nuestros hogares”. Mencionó que en los últimos cuatro meses ingresaron seis niñas, de 4 a 11 años, por problemáticas graves, como abandono, golpizas y abusos. “Las nenas que llegan con lo puesto”, dijo. “Cuando uno ve los números es una cosa, pero cuando uno ve los rostros de la indigencia y de la pobreza, se te parte el corazón”, cerró.
Marcos Muiño, cura de la Iglesia Jesús de Nazareno de Corrientes, que tiene a su cargo grupos de contención y asistencia en los barrios más humildes y en el centro, preguntó: “¿Qué vamos a hacer con esto? Más de la mitad de la Argentina está en la pobreza, más de la mitad en Corrientes, tres de cada cuatro en el Chaco ¿y nosotros no vamos a hacer nada? El Gobierno dice lo suyo ¿y nosotros nos vamos a quedar callados?”. Preguntas que no tienen respuestas.
Los más castigados
Clara Gortari es directora de Juventud de Corrientes y considera que los índices de pobreza muestran un impacto devastador en los jóvenes.
“Es el sector más afectado y enfrenta dificultades para insertarse en el mercado laboral, con peores condiciones que otras franjas etarias”, dijo a El Litoral Radio. Desde su posición intenta proporcionar herramientas y programas que ayuden a los jóvenes a enfrentar esta situación, como capacitaciones y concursos para emprendedores.
En cuanto a la situación del Chaco, Gortari resaltó la similitud entre las realidades de ambas provincias, más allá de los números, y la importancia de trabajar juntos para encontrar soluciones. Mencionó la reciente reunión con Everest Jovanovich, subsecretario de Juventud de Chaco, para compartir programas, pues “la pobreza no define a los jóvenes, que están llenos de capacidad de transformación, siempre que se le ofrezcan oportunidades”.
Braian tiene 23 años y llegó hace unos meses desde Florencia, Santa Fe. Alquila un pequeño departamento con su novia, en las afueras de Resistencia. Lo pagan a medias. Ambos trabajan de manera informal. Él vende chipá en la peatonal. No se queja, pero por ahora su canasta está llena. La bolsita con tres unidades cuesta $2000, pero la gente no compra: “Cuida sus pesos dada la altura del mes”.
“Este trabajo me sirve para vivir”, dice, pero a veces zozobra porque “el alquiler tiene una actualización trimestral”. Tiene esperanza, aunque sus ojos se nublan cuando una mujer mayor se acerca y no compra, sino que pide una ayuda, o unos chipá para poder comer.
Es una realidad en aumento en Resistencia: gente durmiendo en las calles, en las aceras de las iglesias, gente pidiendo e, incluso robando, personas perdidas en el laberinto de las drogas o con mil rebusques.
En la peatonal sobran locales abiertos sin clientes. Las casas de electrodomésticos o de celulares parecen enormes exhibidores vacíos. Trabajan, a duras penas, los supermercados, las verdulerías, los negocios de baratijas. Las confiterías tienen sus heladeras con la mercadería intacta.
La crisis circular
Agustina tiene 24 años y atiende un puesto de ropa en una de las galerías más populares de la ciudad, en pleno centro. Allí se consiguen remeras de $3000, pantalones, camisas, medias, lencería venida del Paraguay, como los termos y mates que en sus versiones originales deberían venir de los Estados Unidos.
Ella es hija de un padre que nunca tuvo trabajo formal. Hija de un padre que, a su vez, es hijo de otras crisis. Tiene dos hermanos, ahora mayores, que trabajan para ayudar en su hogar. Vive en un barrio no tan alejado del centro, se mueve en colectivo y no siente tanto la inseguridad de los motochorros, que son un problema asociado entre la pobreza y la marginalidad.
Hace días, aunque no se resistió al robo de su moto, un hombre murió de un disparo en el pecho. El ladrón-asesino, de apellido Barrios, de 26 años, hacía pocos días había salido de la cárcel. Según el jefe de la Policía del Chaco, Fernando Romero, Barrios, alias El Bati, “tiene muchísimas causas por las cuales ya pagó condena y otras siete en trámite”, a las que sumó este homicidio en ocasión de robo.
En cuanto al negocio, dice que se vende poco y nada, pero también lo atribuye más a la altura del mes que a la situación de pobreza general del contexto.
Ana tiene 48 años y es dependiente de un pequeño almacén de la periferia. Dice que la crisis se siente, porque hay chicos y grandes pidiendo, y porque “los que compran, piensan bien su compra”. Las golosinas casi ni se venden.
Causas del deterioro
Los analistas atribuyen las causas de esta pobreza récord a una combinación de alta inflación, deterioro de los ingresos, merma o cierre del mercado formal de trabajo y recesión económica. A esta mezcla se suma la informalidad general.
El gobernador del Chaco, Leandro Zdero, dijo a LN+ que recibió una provincia en situación de “anarquía social”, fruto de una alianza entre los anteriores gobernantes, movimientos piqueteros y organizaciones sociales que “le hicieron un daño muy grande a la provincia”.
Zdero enfatizó que esta situación incluyó graves problemas, como “violaciones y muertes”, como el caso Cecilia Strzyzowski, que mantenían a la población sometida. Revertir este escenario, afirmó, requiere una reorganización profunda de la provincia, en una gestión que heredó una deuda de 80 millones de dólares.
El gobernador se comprometió a recuperar “la matriz social” mediante la inversión en recursos, promoviendo el emprendedurismo y fortaleciendo la seguridad. Prometió no ocultar los problemas “debajo de la alfombra”, como hacía la administración anterior, a la que también cuestionó por las afirmaciones de Jorge Capitanich, cuando decía que el Chaco tenía “pleno empleo” y cuestionaba las estadísticas.
E el año pasado, el entonces gobernador Capitanich cuestionó el Indec, tras un informe que revelaba que la provincia tenía más del 60% de pobreza y ubicaba a Resistencia como el aglomerado urbano con los peores índices del país. La pobreza del Chaco es un tema del que se habla, pero del que pocos se hacen cargo.
“Capital nacional de la mugre”
En noviembre de 2023, cuando ganó las elecciones, el intendente de Resistencia, Roy Nikisch, dijo contundente: “Acá tenemos que arremangarnos porque hoy somos la capital nacional de la mugre, la capital nacional del piquete y la capital nacional de la pobreza. Eso se tiene que terminar. Resistencia tiene que volver a ser el faro que supo ser”.
Ahora no se manifestó. Conocido el nuevo índice, prefirió guardar silencio, aunque puede exhibir que Resistencia dejó de ser la capital del piquete. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer con la mugre, la restauración de los servicios y con las cuestiones de infraestructura.
En cuanto a la pobreza, el desafío es todavía mayor. Si se extrapola el dato del Gran Resistencia al total de la provincia, se estaría hablando de 860.760 personas afectadas, en una población de 1.129.606 habitantes.
Lo que más preocupa a los analistas económicos locales consultados por LA NACION es el incremento sostenido del piso de pobreza estructural. Históricamente se situaba en torno al 30% y actualmente ascendió al 40% en la provincia.
Otro factor determinante es la desigualdad interna, que según los gobernadores de la región se traduc en el reparto de los recursos, con obras de infraestructura básica (redes de energía eléctrica, gas natural, caminos y puertos) y que ahora son parte de la conversación política de cara al debate por el Presupuesto 2025. Los mandatarios del Litoral darán esa discusión en un bloque regional que se constituirá a mediados de octubre en Santa Fe, junto con Chaco, Corrientes, Formosa, Misiones y Entre Ríos.
La gente, en tanto, continúa su trajín. Ya de noche, Resistencia prende sus luces. Relucen sus esculturas: las viejas y las recientes, estrenadas en la Bienal Internacional, que por su categoría y convocatoria, desmiente casi por completo que es un producto cultural de la capital nacional de la pobreza. “No se trata de fingir demencia. Eso también somos”, dijo José, un “chaqueñero” militante, en la despedida, hasta el próximo reporte del Indec.
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