Gobierno carnívoro, oposición herbívora
Los opositores no quieren, no saben, no pueden o no logran poner límites a un Milei que, con viento de cola, amplía la lista de enemigos hasta la vicepresidenta; Pro se rinde en el Congreso y busca negociar con su capacidad de daño electoral en la provincia de Buenos Aires
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La nitidez de la imagen de Javier Milei es uno de sus atributos más reconocidos por quienes lo siguen y por quienes lo rechazan. Transparente, brutal, sincero, intolerante, frágil, violento, honesto son algunas de las expresiones que se imponen sin medias tintas en las nubes de palabras de sus fanáticos y de sus adversarios, a la hora de definirlo. Y él se encarga de reforzar (o capitalizar) esa nitidez en cada ocasión de la que dispone.
Empujado por el viento de cola de los indicadores económico-financieros, sostenido por la recuperación de la imagen y envalentonado por el reciente triunfo de Donald Trump, cada aparición del Presidente, desde hace dos semanas, suma definiciones tajantes e imágenes impactantes para una antología en construcción. Acelera sin reparos, condena, refuerza posiciones, insulta y ocupa espacios, como si fuera un gobierno carnívoro ante una oposición herbívora o vegana, sobre la que avanza y la deglute sin demasiada resistencia.
En ese derrotero se ha dispuesto ampliar el club de los enemigos (tal vez, confiado en la lealtad de los amigos del campeón) en el que los periodistas ocupan un lugar dominante sin que muchos dirigentes que hasta ayer se desgarraban las vestiduras en defensa de la libertad de prensa hoy levanten la voz.
El avance ha llegado hasta tocar el universo oficialista. Sin que se revelara públicamente ningún hecho novedoso, al margen de viejas diferencias, Milei acaba de otorgarle el carnet de adherente al espacio de los réprobos a su propia vicepresidenta, Victoria Villarruel, acusada (o demonizada) de “estar cerca de la casta”. El peor anatema que podría salir de su boca. Junto con el de ensobrado y el de “zurdo”. Del cual su excompañera de fórmula está a salvo.
En ese escenario, más atónitos, divididos y confundidos que nunca, los aliados críticos y los opositores (moderados o duros) no quieren, no pueden, no saben o no logran imponer límites. Los logros concretos y la enorme creatividad del Gobierno para imponer asuntos en la agenda pública los desbaratan a diario, con la ayuda de la fragmentación, los errores no forzados y la funcionalidad que prestan muchos integrantes de ese variopinto universo no mileísta.
La trabada discusión por el presupuesto 2025 expresa como pocas otras situaciones la posición adoptada por el Gobierno, desde que la realidad empezó a sonreírle con más constancia. También, refleja el desconcierto de los no oficialistas. En ese plano sobresale el macrismo, que se debate entre la colaboración casi ilimitada, los intentos fallidos de imponer moderación y la pretensión frustrada de establecer algunas restricciones en el Congreso.
Así es como la conducción del bloque de diputados macristas, presionada por los gobernadores amarillos para que en el cálculo definitivo de gastos y recursos se les asignen más recursos a sus provincias (o no se les recorten tanto), acaba de llegar a una desagradable conclusión, después de más una semana de concesiones sin contrapartida y conversaciones infructuosas.
“El Gobierno está mostrando que prefiere seguir con el presupuesto de 2023 con la excusa de no negociar el déficit fiscal, para, en realidad, poder disponer discrecionalmente de una enormidad de fondos, ya que todo lo que recaude por encima de lo previsto en 2022 será de libre disponibilidad. Y solo por la inflación acumulada en estos dos años es una suma sideral”, dice un destacado diputado macrista, con quien coinciden otros tres legisladores de distintos bloques opositores. En un año electoral, ese “manos libres” puede compensar ampliamente el efecto negativo de no contar con el presupuesto, sobre todo en términos de la previsibilidad y la transparencia que a los mercados y los organismos de crédito pueden preocuparles.
Si bien todavía queda una semana de sesiones ordinarias para poder sacar dictamen de comisión, el macrismo no encuentra la salida de un laberinto en el que entró sin resguardos ni capacidad de presión.
Amparados en cuestiones de principios, como darle gobernabilidad a la administración mileísta, los legisladores de Pro se quedaron prácticamente sin herramientas de negociación en el ámbito legislativo. Sobre todo, después de no haberse sumado al proyecto opositor para limitar los decretos de necesidad y urgencia (DNU) y, en la última semana, a la iniciativa para derogar el DNU 846/24, que permite al Poder Ejecutivo renegociar deuda externa sin pasar por el Congreso. Se trata de dos facultades que resultan cruciales para el Gobierno ante la extrema fragilidad cuantitativa y cualitativa que tiene en el Parlamento.
“Pro no se anima o no quiere mostrar los dientes y el Gobierno se lo va comiendo de a pedacitos para, al final, dejarlo sin más remedio que fusionarse con La Libertad Avanza en las elecciones del año próximo”, se espanta una figura destacada del submarino amarillo (sumergido en aguas profundas), a la que cada vez le cuesta más someterse a la disciplina de su bloque.
Más optimistas son en el entorno del jefe de la bancada de diputados, Cristian Ritondo, quienes se aferran a los votos que dicen (o sueñan) conservar para ponerlos como factor de negociación clave con el Gobierno. Allí asoma la supuesta virtud de “tiempista” que le adjudican a Mauricio Macri, de la que varios en su propio espacio empiezan a tener dudas, mientras el propio expresidente da muestras de empezar a perder la paciencia.
“Sin nosotros, los mileístas no tienen chances de ganarle al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires y también pueden perder en las elecciones porteñas. Si eso pasa, el riesgo de que vuelva Cristina [Kirchner] o alguno de los suyos va a subir como pedo de buzo, como le gusta decir a Milei. Y los inversores van a salir espantados. Nosotros ya lo vivimos”, dice un estrecho colaborador macrista.
Se busca submarino amarillo
“Milei y Caputo se equivocan si creen que ya tienen a todos nuestros votantes. El electorado de Pro es más amplio y le importan más cosas, no solo la economía, de lo que cree el Gobierno”, completan desde el entorno de Macri. Nada que parezca hacer mella en el desprecio que cultiva por el macrismo el gurú Caputo, estratega electoral máximo del oficialismo.
“El problema es que si no nos plantamos con algo más concreto y les mostramos los dientes, nos llevan puestos. Mientras, el Gobierno nos lima diciendo que lo único que queremos son cargos y negocios, y nosotros no encontramos una narrativa ni un lugar donde pararnos”, agrega con desazón uno de los macristas críticos que aún da batalla.
La objeción es admitida por uno de los más estrechos representantes de Macri en el Congreso: “Nos está haciendo falta un [Jaime] Durán Barba, un estratega que nos ayude a definirnos y a comunicarlo. Pero, mientras tanto, ya estamos armando en la provincia de Buenos Aires, diciéndoles a los nuestros que se preparen para competir”, dice el dirigente macrista, sin despejar si se trata de un anuncio o una expresión de deseos.
Al mismo tiempo, los macristas que buscan evitar la abducción, reconocen y ven con preocupación una flamante generosidad oficialista. “Están ofreciendo lugares en las delegaciones del PAMI y de la Anses a nuestros dirigentes. Es una trampa mortal”, señala. Si los pececitos amarillos que se lanzan sobre anzuelos libertarios sin carnada abundan, estas ofertas hacen temblar a los que todavía quieren preservarse para negociar en mejores condiciones.
En ese plano, uno de los apuntados por su público entusiasmo mileísta es Diego Santilli, el excandidato a gobernador de Horacio Rodríguez Larreta, a quien el macrismo sigue teniendo como uno de sus principales referentes bonaerenses.
“Diego nos está complicando con su posicionamiento. Si vamos solos, el Colo debería ser nuestro primer candidato, pero no si sigue así. Además, se está jugando demasiado sin resto: Santiago Caputo dice que está muy cerca de Villarruel y que le ha aportado gente. Para Milei, sería un pecado mortal”, revela un integrante de la cúpula macrista que cuenta con buena información de lo que se dice y piensa en el triángulo de hierro libertario.
El soporte macrista al Gobierno en el Congreso ha sido crucial, y los estrategas del oficialismo se las han compuesto para incomodarlos, más que a otros bloques. Es el caso del proyecto de ley de reforma electoral presentado por el Gobierno, que se propone terminar con las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), y, al mismo tiempo, quitar el financiamiento público a los partidos políticos y eliminar los límites el financiamiento privado. Todo bajo el argumento central de seguir reduciendo el gasto público. Aunque hay bastante más que eso
Pro, como otros espacios, querían reformar el sistema y, sobre todo, quitar la obligatoriedad de las primarias, pero el Gobierno los desacomodó yendo por más y ahora vuelven a verse atrapados.
“De todas maneras, lo de la reforma electoral es puro humo, no va a salir. Además, los argumentos son falaces. Por un lado, con la boleta única papel el costo de las PASO es mucho menos de lo que dice el Gobierno. Por otro lado, no va a ser más competitivo, sino que va a beneficiar a los oficialismos, en especial, a los provinciales más rancios que controlan todo en sus distritos”, advierte un diputado opositor.
La última semana del período de sesiones ordinarias que está por empezar promete ser de extrema intensidad. No solo porque ya hay pedidas cinco sesiones especiales.
El trámite legislativo comenzará a delinear el horizonte del próximo año, en el que el Gobierno pretende que el Congreso descanse. O, mejor dicho, que no lo moleste en medio del proceso electoral en el que busca dotarse de una sustentación legislativa que hoy no tiene y lograr su reafirmación con el voto popular para encarar la última parte de su mandato. Más aún, si se decide a nombrar por decreto al polémico Ariel Lijo y a Manuel García-Masilla para integrar la Corte Suprema de Justicia.
En ese plano, conviene mirar el flujo subterráneo de ciertas relaciones. Algunos destacados opositores moderados, como los que integran el colorido bloque encabezado por Miguel Pichetto, empiezan a desprenderse con más ahínco de pruritos para romper tabúes. Como puede ser terminar votando proyectos junto con el kirchnerismo, que por el masivo rechazo que genera fuera de sus seguidores, es una mancha venenosa para el resto de la política.
“Nosotros vamos a votar por temas, según nuestras convicciones, sin importarnos quiénes queden de este lado. Y ya lo demostramos, a veces votaremos contra iniciativas kirchneristas y otra podemos terminar juntos, pero no nos van a correr más con eso”, dice uno de los referentes de Encuentro Federal.
Ese es un primer paso, que no quedaría reducido a la dinámica parlamentaria y podría derivar en algún intento de armado político en el que buscarán sumar a macristas que hoy no se sienten cómodos con el colaboracionismo con un gobierno al que ven cada vez más extremo, menos tolerante y poco respetuoso de los valores republicanos.
El incentivo en busca de una tercera opción no sería solo una cuestión de principios, sino también de realismo político. Advierten que en caso de formalizarse una alianza milei-macrista habrá lugar para pocos en esas listas. Los pasajes para el charter oficialista 2025 ya estarían sobrevendidos. El riesgo de desperfilamiento definitivo, de cooptación o de desaparición amenazan con activar el instinto de supervivencia de muchos dirigentes, aún en medio de la confusión.
Mientras tanto, un gobierno carnívoro y voraz avanza sobre una oposición herbívora y desorientada, mientras parece que disfruta de sumar enemigos.
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