Gestos y palabras de una revolución conservadora
Milei se presenta como el líder de un movimiento que bordea lo religioso y se siente cómodo modulando una concepción populista de la política; nombramientos y medidas que vienen
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La asunción presidencial de Javier Milei desplegó un espectáculo visual y conceptual al que la Argentina está poco acostumbrada. Por un lado, un discurso de derecha, economicista, mucho más nítido que el que caracterizó el paso de Mauricio Macri por el poder. Por otro, un expresividad hiper reformista, que podría emparentar a Milei con Cristina Kirchner. En la liturgia se puso en movimiento una mística, un calor, que parecían repetir aquel “vamos por todo”, igual de intenso, pero de sentido contrario. La Libertad Avanza expresa un estilo desconcertante: el de una revolución conservadora que se manifestó ayer con gestos y palabras.
Uno de los rasgos novedosos de la nueva derecha que acaba de hacerse cargo del poder es que, a diferencia de la del Pro, se interpreta a sí misma como parte de un proceso histórico. Milei no se presenta como el jefe de un equipo de tecnócratas, sino como el líder de una milicia abrazada a ideas, “las ideas de la libertad”, arraigada en una tradición, y atraída por una utopía. El protagonismo de esta fuerza forma parte de una secuencia que, por momentos, bordea lo religioso: un plan de salvación.
Al asumir Milei se encargó de narrar esa saga en los términos que se exige a los líderes: explicar “de dónde venimos” y “hacia dónde vamos”. Para esa epopeya ofreció una periodización cargada de ideología. En 1816, con la declaración de independencia, comenzó a desplegarse la historia de la libertad, cuya doctrina fue elaborada por la Generación del 37, en una marcha ascendente que se interrumpió hace 100 años. Desde entonces, el progreso fue capturado por el colectivismo que promovió una clase política parasitaria, defensora de un modelo que “lo único que genera es pobreza, estancamiento y miseria”. Ayer se terminó con esa declinación. La nueva administración promete reconectar con aquellas fuerzas del siglo XIX, emancipando a la sociedad del yugo de la “casta”.
La presentación de estos argumentos terminó de aclarar por qué, con el asesoramiento de su asesor de imagen Santiago Caputo, Milei eligió no hablar a los legisladores en el recinto del Congreso, y hacerlo ante la multitud que lo saludaba desde la plaza. Esa coreografía encarnaba su mensaje: lo que empezó con su gobierno es la ruptura de una inercia centenaria cuya responsable es la dirigencia política representada en la Asamblea Legislativa. Los detalles son significativos: el nuevo presidente reiteró que el problema comenzó “hace más de 100 años”. En otras ocasiones, fue más preciso: el fracaso nacional se inició en 1916, con la presidencia de Hipólito Yrigoyen. ¿Habrá que indagar un poco más allá? ¿El huevo de la serpiente fue el voto universal? Los espejos son siempre traicioneros. Yrigoyen, que llegó al poder con escasísima capacidad institucional, hizo palanca sobre una polarización parecida. Él era “la Causa”, que se enfrentaba con “el régimen”. El primer presidente radical tampoco quiso hablar ante los legisladores. Dejó un discurso escrito. El Congreso era para él un aguantadero de burócratas del poder carentes de prestigio.
La operación retórica de Milei cobija el núcleo del enfoque populista. Se trata de capturar el desencanto del electorado con la vida pública para redirigirlo hacia la élite. En una célebre carta al Consejo de Florencia, Maquiavelo aconsejaba cómo ganar el afecto de una población recién conquistada: “Ustedes deben halagar a la plebe y mostrar a esa plebe lo implacables que pueden ser con aquellos a los que ella atribuye sus sufrimientos”. El método tiene una derivada: con esa lógica se constituye un enemigo. Recuerdos kirchneristas. Milei lo viene haciendo: el enemigo es la casta, un sujeto de geometría variable, porque está formado por aquellos que se oponen a los objetivos de la nueva administración. “No preguntamos de dónde vienen, sino hacia dónde quieren ir”. El que quiera ir hacia otro lado, o quedarse donde está, ése es la “casta”. La adhesión es el Jordán.
El blanco móvil
La identificación de un enemigo, constituido siempre en blanco móvil, es indispensable para volver viable la tarea más difícil del nuevo presidente: estabilizar la economía. Su proclama inaugural está destinada a evocar la clásica advertencia de Winston Churchill, “no tengo más para ofrecerles que sangre, trabajo, lágrimas y sudor”. Lo que volvía justificable esa amarga convocatoria de Churchill es que se producía cuando Gran Bretaña estaba bajo un ataque externo. Por eso la definición del enemigo es consustancial de la política económica, que es donde La Libertad Avanza deja de tener un aire de familia con el kirchnerismo para emparentarse con el Pro. Es el alma liberal-conservadora de Milei.
El enemigo es el pasado de 100 años, cuya condensación más nefasta se llama kirchnerismo. Contra ese adversario se libra la batalla del ajuste. Aquí estuvo el corazón del discurso de Milei, que exhibió una virtud notable: no se tentó con hablar de los mil temas que pueden referirse en una jornada inaugural. Se enfocó en lo central: hay que realizar una tarea dolorosa de ordenamiento, después de la cual la Argentina recuperará su historia de progreso, interrumpida “hace más de 100 años”.
El flamante presidente dijo que sólo cabe encarar un shock, “porque todos los planes gradualistas fracasaron”. Fue una definición previsible, pero también curiosa. Luis “Toto” Caputo y los demás integrantes de su equipo fueron los titulares del experimento gradualista de Macri. Integraban el gabinete de Alfonso Prat-Gay. Es verdad, ahora se sumaron. Entendieron.
Milei hizo una afirmación de alcance indefinido. “No hay plata”. ¿Es una fórmula de marketing? ¿O es una noticia financiera? ¿Anunció, en rigor, que no habrá financiamiento externo? Entre los profesionales de la economía se dudaba mucho de que el Fondo Monetario Internacional aportara recursos adicionales. En Washington entienden que eso sólo será posible cuando, más adelante, se negocie un nuevo programa. ¿Qué pasó, entonces, con las fuentes alternativas? ¿Hay noticias de Qatar o de algún otro Eldorado? Son dudas que se potencian por otra declaración intrigante del nuevo presidente: “El rollover de la deuda es por demás desafiante”. Desde la escalinata del Congreso relampagueó una reestructuración. No es un dato aislado. Caputo y su superior directo, Nicolás Posse, el jefe de Gabinete, tomaron ya contacto con Andrés de la Cruz, el abogado del estudio Cleary Gottlieb que sigue la agenda argentina en Nueva York a través de sucesivas administraciones, como si fuera parte de “la casta”. Además, en el equipo económico es una idea muy extendida, y justificada, que el Fondo deberá hacerse cargo de su responsabilidad en el desastre que deja Sergio Massa. Quien lo expuso en los términos más duros fue Nicolás Dujovne en LA NACION: “La Argentina alcanzó una inflación del 140% cumpliendo las metas establecidas”. Con el Fondo también se intentará una renegociación total.
Milei no pudo ser más explícito ayer en la promesa de un reordenamiento doloroso. Lo justificó pintando el oscuro cuadro de la herencia recibida. Dijo que la emisión fue tan pavorosa que dejará una onda expansiva de 24 meses de inflación. Al comienzo del programa, alertó, se estará peor. Pero al final la economía tendrá una relanzamiento promisorio. La multitud gritaba “motosierra”. El nuevo presidente habrá corroborado con ese canto lo que le dicen las encuestas: “Yo tengo 60% de imagen positiva, pero el ajuste tiene 70%”.
La contundencia del planteo de Milei no despejó las dudas. ¿Cómo se realiza esa reconversión de la macroeconomía? Él reiteró que no habrá más emisión. Es posible. ¿Pero habrá algo parecido? ¿Es verdad que el Tesoro tomará los pesos que las entidades financieras tienen atesorados en el Banco Central, a través de un nuevo bono que será susceptible de ser negociado en Wall Street? El déficit ya no se financiaría con emisión, pero sí con los ahorros de los depositantes. O de ciertos depositantes: empresas con grandes tenencias de pesos.
Con todos sus interlocutores Milei repite la misma idea. Va a reducir el desequilibrio fiscal congelando el gasto. ¿Habrá contemplado el frente judicial? Porque por lo menos el 60% de las erogaciones del Estado está afectado por cláusulas de indexación. Un desafío para un funcionario estratégico del nuevo gabinete: Rodolfo Barra, encargado de discutir con el fuero Contencioso-Administrativo, que él conoce como pocos. A propósito de este frente, conviene tomar nota de un gesto de la Corte. Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz, Juan Carlos Maqueda y Ricardo Lorenzetti permanecieron en el recinto de Diputados para escuchar desde allí el discurso inaugural del Presidente. “Estamos”, fue el mensaje.
Un aspecto especial del ajuste fiscal es el que afecta a las empresas públicas. Se trata de un capítulo del proyecto de Ley Ómnibus que se coordina desde la Jefatura de Gabinete. Allí se incluyó un pedido de autorización para privatizar compañías y también una reforma al régimen laboral de los empleados públicos. La privatización se piensa como una interrupción del subsidio estatal y, en un segundo paso, una transferencia a los trabajadores. La propuesta viene ocasionando una dificultad importante: nadie acepta ponerse al frente de una de esas sociedades para tarea tan riesgosa. De hecho, un reconocido administrativista cercano al nuevo gabinete y, a la vez, con excelente relación con Massa, rechazó la invitación a presidir AySA en esos términos. Este caso específico de transición fue materia de conversación entre Milei y Massa el domingo de la semana pasada: se trata de cuidar las espaldas de Malena Galmarini. Con la Anses sucedió algo similar: Carolina Píparo tuvo que resignarse a no asumir porque el experto que la acompañaría, un correntino con larga experiencia en México, rehusó el riesgo de modificar la fórmula de actualización jubilatoria. Domingo Cavallo, cada día más gravitante en el nuevo oficialismo, sacó a Milei de ese naufragio recomendando al prestigioso Osvaldo Giordano.
Los empresarios
De tan concentrado que estuvo en el ajuste fiscal, Milei omitió cualquier referencia a la liberalización de los mercados que predicó en todos estos años. Sobre todo, a la comercial. El empresariado prebendario se dio un respiro. Al menos por un rato. Sólo se mencionó a los hombres de negocios para consentir que no harán inversión alguna hasta que se les garantice un ajuste fiscal exitoso. Sobre el sindicalismo tampoco hubo una palabra. A diferencia de otras veces, empresarios y gremialistas no fueron identificados como integrantes de la “casta”. Un reflejo de prudencia de Milei.
Como siempre que se insinúa una revolución conviene preguntarse quiénes son y qué consistencia tienen los revolucionarios. La ceremonia de asunción siguió emitiendo indicios. Para comenzar con los detalles microscópicos: la resolución de designación de la fórmula presidencial, leída por el secretario parlamentario del Senado, se refirió a la vicepresidente, con “e” final. Se abre otra era. Otras peculiaridades del ritual fueron más significativas. Para corroborar lo que se sabe: en el auto que lo llevó desde el hotel Libertador hasta el Congreso, Milei se hizo acompañar por su hermana, Karina. Esa simbiosis es la clave de bóveda de todo el edificio.
Hay vínculos, en cambio, que están variando. Para sorpresa de expertos en ceremonial, al nuevo presidente le tomó juramento Cristina Kirchner. Fue a pedido de él. Quiso jurar primero, para que no fuera Victoria Villarruel la que le haga leer la fórmula de rigor. Esa alteración requirió de una negociación con el kirchnerismo. La señora de Kirchner, feliz: lo tomó como un reconocimiento. Fue notorio que su estado de ánimo era mucho más jovial que el que exhibió durante la transición con Macri. Las conversaciones con LLA incluyeron una cláusula central para ella: que su custodia ya no dependa del Ministerio de Seguridad sino de la Casa Militar. No quiere que la cuide Patricia Bullrich, a quien ella atribuye, junto con Gerardo Millman, el intento de asesinato del “copito” Sabag Montiel.
La tensión entre Milei y Villarruel se expresó también en la designación del presidente provisional del Senado. El candidato de Milei, Francisco Paoltroni, denunció que la vicepresidente, en una combinación con el senador José Mayans, quiso vetarlo. Mayans es formoseño y, como su jefe Gildo Insfrán, teme por el impacto de Paoltroni en la rígida estructura del feudo. Hasta al anochecer del domingo Paoltroni seguía siendo el más probable titular de esa posición, la segunda en la línea sucesoria. ¿Cuánto falta para que Villarruel se vuelva parte de la “casta” e ingrese, anacrónica, en los 100 años de despilfarro partidocrático?
Son interrogantes que quedaron eclipsados por un fenómeno novedoso: la atracción internacional que representa el ascenso de Milei. Hacía tiempo que el narcisismo argentino no se sentía tan halagado por la mirada externa en un campo que no fuera el deportivo. Visitó la Argentina, otra vez, el rey de España, país para el que ya se habría nominado embajador. En una lista de varios candidatos sobre sale el nombre de Bettina Guardia de Bulgheroni, esposa de Alejandro Bulgheroni, quien estableció una relación muy amistosa con los Milei. Una minucia: ¿le aplicará el kirchnerismo también a ella la restricción de no darle acuerdo en el Senado por tener residencia fiscal en Uruguay? Es lo que se pensaba hacer con Gerardo Werthein para negarle la embajada en Washington.
Entre los muchos asistentes encumbrados, sobresalió el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, quien aprovechó su viaje a Buenos Aires para algunos contactos cruciales. ¿Hubo algún contacto con la diplomacia brasileña, tan interesada en ofrecer una salida negociada a la guerra que desató el ataque ruso?
En representación de Brasil vino Mauro Vieira, el canciller, quien por gestión de su colega, Diana Mondino, fue el primer extranjero en saludar a Milei. Lula da Silva no viajó, mortificado por la camaradería entre Milei y Jair Bolsonaro. El viernes por la mañana ambos realizaron un acto político muy agresivo para el líder del PT.
Otro visitante significativo fue el canciller de Israel, Eli Cohen. El nuevo presidente compartió con él la festividad de Januca. Tanto se comprometió con esa liturgia, centrada en la simbología de la luz, que regaló a Zelensky un clásico candelabro ritual de siete brazos. Con Cohen hubo definiciones políticas. El nuevo presidente insistió en que incluirá a Hamas en el listado nacional de organizaciones terroristas y en que trasladará la embajada argentina a Jerusalén. Si cumple con esta segunda promesa, habrá superado a su amigo Bolsonaro, quien había jurado hacer lo mismo pero debió desdecirse amenazado por represalias comerciales de los árabes. Es posible que con Cohen se hayan tocado otras materias, más reservadas. Milei pretende desde hace tiempo respaldarse en Israel para la reorganización de los servicios de Inteligencia, que estarán a cargo de Silvestre Sívori.
Mientras La Libertad Avanza no termina de desplegarse en la estructura del Estado, el kirchnerismo se repliega sobre la provincia de Buenos Aires. Allí, Axel Kicillof abrió la puerta de su gabinete a Martín Mena, quien reemplazará al intendente de La Plata, Julio Alak, en el Ministerio de Justicia. También Massa cerró un acuerdo con Kicillof: Malena Galmarini será la titular del Grupo Bapro. Los Massa siempre cerca de las efectividades conducentes, por recordar otra vez a Yrigoyen. El eje con el exministro de Economía podría facilitar al gobernador los acuerdos legislativos, ahora que ya no cuenta con la ayuda de Martín Insaurralde.
Cristina Kirchner aprecia esa fortaleza territorial, más las bancas que controla en el Congreso. Milei, si cumple su palabra, no va a hostigarla. Pero ella sabe que, sin fueros, se ha vuelto demasiado vulnerable.
El Presidente también está al tanto de su propia fragilidad. Ayer la expuso. Y contestó con su clásica cita del libro de los Macabeos: el éxito no depende de la cantidad de soldados, sino del auxilio de las Fuerzas del Cielo. Son las dos caras del nuevo oficialismo. Ultraliberal en lo económico, Milei se siente cómodo modulando una concepción populista de la política. Por eso postula una legitimidad sobrenatural y, por lo tanto, inapelable. Habrá que ver qué tratamiento merecerá el que se atreva a desafiar esos misteriosos designios.
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