Gestiones reservadas en el Frente de Todos para forzar cambios en el Gobierno
Mientras Alberto Fernández y Cristina Kirchner siguen sin hablarse, Máximo, Larroque e Insaurralde se reunieron en secreto con los albertistas Katopodis y Zabaleta; buscan articular medidas inmediatas y armar la estrategia electoral bonaerense
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Mientras Cristina Kirchner se lleva las marcas con apariciones como la del viernes en Chaco y pende de un hilo su relación política con Alberto Fernández, debajo de la agrietada cúpula del Frente de Todos hay negociaciones reservadas para procurar que el Gobierno no se vuelva “insostenible”. Esto es, tratar de evaluar cambios que permitan sacar al oficialismo del laberinto de la interna. Los vasos comunicantes incluyen sorpresivamente a los principales referentes del kirchnerismo duro y a funcionarios albertistas de primera línea.
Según pudo saber LA NACION, el último encuentro que exploró una tregua en la coalición gobernante –”al menos que no sigan los tiros”, definió una fuente con crudeza- tuvo lugar el miércoles pasado en La Plata, donde en secreto se vieron las caras Máximo Kirchner, Andrés “Cuervo” Larroque, Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta. El anfitrión fue el jefe de Gabinete bonaerense, Martín Insaurralde, ya que la reunión se hizo en la residencia platense del funcionario.
La presencia de Larroque, el “francotirador” designado por Cristina Kirchner para apuntar a la cabeza del ministro de Economía, Martín Guzmán, y advertirle de paso al Presidente que el gobierno no es suyo, refleja que el kirchnerismo orquestó la embestida contra la Casa Rosada en forma orgánica pero que, al menos por ahora, no tiene la intención de romper lanzas en forma definitiva. Por el contrario, busca tender puentes con ministros del propio gobierno. Ayer, desde Los Toldos, Máximo Kirchner reforzó esa lógica en el plano discursivo: “Demos la discusión todos juntos adentro y buscando en esas verdades relativas una síntesis superadora”, dijo el primogénito en un acto de homenaje a Eva Perón.
Son varios los funcionarios cercanos a Alberto Fernández que desde la firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) le vienen reclamando un relanzamiento del gobierno, algo a lo que el Presidente se opone. Algunos de ellos ya han dejado de batallar y admiten: “Si fuera por Alberto, no hay que hacer nada. Todo sigue igual. Pero esto genera un desgaste enorme de la gestión”. De esta falta de receptividad interna se nutren los encuentros secretos con el kirchnerismo por parte de ministros que obran con más autonomía que antes.
Peso territorial
Los contactos no son con todos los ministros de Alberto Fernández, sino con los que comparten la característica de tener peso territorial, como los exintendentes Katopodis (San Martín) y Zabaleta (Hurlingham), a quienes el kirchnerismo busca sumar a su proyecto electoral para 2023 en la provincia de Buenos Aires, justamente el distrito que concibe como una suerte de trinchera ante una eventual derrota a nivel nacional a manos de la oposición.
El propio “Juanchi” Zabaleta estuvo el viernes en boca de Cristina, cuando reveló que fue su hijo Máximo quien le sugirió al Presidente el nombre del entonces intendente de Hurlingham para reemplazar a Daniel Arroyo en la cartera de Desarrollo Social, antes de las elecciones de 2021. La vicepresidenta dijo que Fernández quería poner en ese cargo a Larroque, pero afirmó que Máximo prefirió que el camporista se quedara “ayudando a Axel (Kicillof)” en la Provincia.
Claro que lo que no contó Cristina en sus repentinas “infidencias” chaqueñas es que Máximo pudo haber jugado la carta de Zabaleta porque, en el fondo, quería que La Cámpora se quedara con la conducción del municipio de Hurlingham, a través de Martín Rodríguez, el todavía segundo de Luana Volnovich en el PAMI. En medio de las internas, Zabaleta mantiene de todos modos una buena relación con Larroque y escuchó sus argumentos para cuestionar a Guzmán.
No es el único ministro apuntado por el kirchnerismo duro. También lo son Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), de quien Cristina Kirchner recordó –como si todavía lo tuviera atragantado- que escribió un libro en su “contra”; y Claudio Moroni (Trabajo). Se trata de los tres funcionarios más relevantes del Gabinete económico, a quienes el Presidente no quiere “entregar” en virtud de la unidad agujereada desde hace tiempo en la coalición gobernante.
Pero el ala política del Gabinete, sobre todo la que tiene despliegue en territorio bonaerense, comenzó a escuchar los planteos de Máximo Kirchner y de Larroque, que acusan al Presidente de “mentirles” en algunos aspectos políticos y también económicos. Por ahora, los contactos no incluyen al gobernador Kicillof pero sí a Insaurralde, a quien algunas fuentes del peronismo bonaerense atribuyen ambiciones de llegar al máximo sillón de la Provincia.
Los incipientes diálogos, como el del miércoles en La Plata, necesitarán no obstante de la aprobación de los accionistas mayoritarios del Frente de Todos para proyectarse a futuro, quizás, con miras a una estrategia electoral para 2023. “Es la unidad de abajo para arriba”, sintetizó una fuente peronista para definir lo que sucede inmediatamente por debajo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, que a su vez continúan sin hablarse entre ellos.
Un dirigente del peronismo provincial que está al tanto del día a día de la dinámica interna oficialista describió a los ministros de Obras Públicas y de Desarrollo Social como dirigentes que “están en la postura de tratar de limar asperezas entre Cristina y Alberto” y concedió que, “dentro de esta locura, son gente más racional”. Sin embargo, aclaró que “Cristina los ningunea” y que el interlocutor de ambos sería Larroque con más frecuencia que Máximo.
Katopodis y Zabaleta están junto a Alberto Fernández desde 2017, cuando compartieron la fallida campaña bonaerense de Florencio Randazzo, y son los que impulsaron al Presidente a construir una línea política propia dentro del Frente de Todos, aunque se tropezaron con las ambigüedades del jefe de Estado. Pese a esos antecedentes, ahora pasan debajo el radar de la bronca que expresa el kirchnerismo sobre la forma de conducirse del primer mandatario.
En reserva, los coroneles de Cristina sostienen los lazos con ambos ministros. Con foco en la provincia de Buenos Aires, La Cámpora rescata la territorialidad de estos dirigentes, ambos exintendentes que mantienen peso en distritos de la esquiva Primera Sección, que suele desafiar al kirchnerismo. Si la buena sintonía se mantuviera, tal vez en los próximos días se los pueda ver juntos, a camporistas y albertistas, en un acto conjunto en el Conurbano profundo.
Operativo seducción
El acercamiento de La Cámpora a los albertistas con peso territorial y juego político propio tiene doble intención: por un lado expresa una muestra de respeto del kirchnerismo hacia algunos dirigentes del Gabinete que considera valiosos para el futuro electoral de la coalición oficialista; por el otro constituye una señal de alarma para el presidente Fernández, ya que el “operativo seducción” sobre sus propios leales podría tener resultados en tanto y en cuanto no logre reencauzar la gestión haciendo lugar a demandas que ya no parten solamente desde las filas del kirchnerismo.
Por caso, en el intento fallido de Sergio Massa por acercar posiciones entre el Presidente y la vice -antes del acto de Cristina en Chaco- se reflejó la idea del tigrense sobre la necesidad generar un cambio de expectativas en el área económica, tal como lo expresa públicamente su mano derecha en la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau. Pero negativa de Fernández a reemplazar a Guzmán y a conformar una mesa nacional del Frente de Todos para que la toma de decisiones sea colectiva, podría incrementar los encuentros entre kirchneristas, massistas y quienes hasta ahora se consideran albertistas.
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