Gerardo Werthein diseña una cancillería a su medida, con pocos sobrevivientes de Pro y de Mondino y un perfil comercial
El canciller se apoyó en Luis Kreckler, un diplomático histórico para delinear el organigrama; lanzan los “embajadores comerciales”
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El lunes 4 de noviembre, un día antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, Gerardo Werthein asumía como canciller, jurando sobre la biblia hebrea, ante el presidente Javier Milei, en el Salón Blanco de la Casa Rosada.
Luego de poco más de 50 días agitados en el cargo, que siguieron a la abrupta salida de Diana Mondino y en los que el empresario y exembajador en Washington debió familiarizarse con la complicada “botonera” del Palacio San Martín, Werthein culminó de delinear su equipo de trabajo, un paso que considera vital para “poder dedicarse a la política exterior”, según explicó él mismo a su núcleo de confianza. Un equipo en el que apenas quedan vestigios de la “herencia” de Mondino, y en el que los funcionarios ligados al macrismo, hoy en tensión con el gobierno libertario, quedaron reducidos a una minoría.
Preocupado por la infructuosa búsqueda de una salida para los ahora cinco asilados venezolanos en la embajada argentina en Caracas, y poner fin a la detención del gendarme Nahuel Gallo en algún lugar de la Venezuela chavista, Werthein se hizo un tiempo para acelerar las modificaciones que le permitirán “modernizar” el organigrama de gestión. Otro objetivo, además, es rodearse de gente de su confianza y no repetir los errores de su antecesora, expulsada del Gobierno por el propio Presidente luego del voto en contra del embargo a Cuba, en Naciones Unidas.
Días atrás, mediante una circular telegráfica enviada a todo el cuerpo diplomático, Werthein oficializó internamente el desembarco del embajador Luis María Kreckler, que desde hace algunos días ya fungía como asesor en las sombras, aunque con despacho cercano al del canciller. Exembajador en Brasil, Alemania y China, y actual cónsul en San Pablo, Kreckler recaló-de modo temporario-como secretario de Relaciones Económicas Internacionales, cargo vacante desde que Werthein aceptara la renuncia de Marcelo Cima, con brevísimas “suplencias” de unos pocos días a cargo de Juan Pazo y Pablo Quirno, miembros del equipo del Ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo. “Kreckler va a estar sesenta días, para ayudar a ordenar todo”, describen en el Palacio San Martín.
De larga experiencia diplomática y una amistad con Werthein de casi 40 años, Kreckler podría ayudar también a uno de los objetivos centrales de la política exterior en 2025: acelerar el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, a pesar del rechazo de miembros del Mercosur-en especial del presidente de Brasil, Luiz Inázio Lula da Silva, y probablemente también el próximo presidente de Uruguay, Yamandú Orsi-a autorizar acuerdos extra-zona sin el consenso de todos los integrantes del bloque regional.
Kreckler se sumó así al flamante jefe de gabinete, Ricardo Lachterman, que trabajó con Werthein en Washington, y a Eduardo Bustamante, vicecanciller designado por Mondino luego de la salida de Leopoldo Sahores, de bajísimo perfil y con ideas similares a las del secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo. Cercano a Karina Milei, y de posiciones conservadoras en temas de género, familia y el cambio climático, Sotelo representa un polo de poder alternativo, con el que Werthein, hasta ahora, ha podido complementarse.
Confirmada desde el inicio la continuidad de la secretaria de Malvinas, Paola Di Chiaro, Werthein movió otro casillero importante al despedir a Jorge Gáspari, el hasta hace poco poderoso secretario de Coordinación y Planificación Exterior, que tenía bajo su ala todo el movimiento del personal, traslados desde y hacia los destinos internacionales. Para controlar personalmente esa área sensible, el canciller eliminó ese cargo, y al mismo tiempo designó a la embajadora María Cristina Dellepiane como subsecretaria de Administración, “bajo dependencia directa del Canciller”, según la circular.
De quienes quedaron en pie, sólo Di Chiaro reconoce un pasado en Pro, más allá de que Werthein sostiene un buen vínculo con Fulvio Pompeo, ex secretario de Asuntos Estratégicos del gobierno de Mauricio Macri y actual secretario general del gobierno porteño que encabeza Jorge Macri.
“Estos cambios tienen como objetivo fortalecer la estructura institucional y optimizar el funcionamiento del ministerio para afrontar los desafíos actuales y futuros con mayor eficacia”, escribió el canciller, decidido a imponer su impronta en la nueva Cancillería.
Embajadores comerciales
Los cambios de nombre y de estilo-Werthein reconoce un vínculo directo con el Presidente, y hasta ahora no ha nombrado un vocero-no se circunscriben a sus colaboradores inmediatos. La reciente designación de Alejandro Alonso Sainz como embajador en España va en la misma línea de la del empresario Alec Oxenford como embajador en Estados Unidos: la idea, en ambos casos, es poner al frente a funcionarios “más activos”, y que a la vez “promuevan” al país, sobre todo en el rubro inversiones.
En línea con este objetivo, y según pudo saber LA NACION, la Cancillería pule por estas horas el proyecto para la creación de los “embajadores comerciales para inversiones”, cargos ad honorem por fuera del servicio exterior, nombrados por decreto presidencial. “Les tocaría vender a Argentina en las embajadas, siempre en acuerdo con los diplomáticos”, cuenta una fuente oficial, entusiasmada con la llegada de empresarios “exitosos” que colaboren a conseguir las ansiadas inversiones.
No se trata, según reconocen cerca del canciller, de un recambio sencillo. Acostumbrado a tomar decisiones con un estilo personal, Werthein se queja por lo bajo de que “los que más cobran son los que peor trabajan”. De hecho, se dispuso el despido de la directora de Ceremonial y Protocolo, Georgina Fernández, heredada de la gestión anterior, horas antes de que Milei, en Casa Rosada, recibiera las cartas credenciales de seis embajadores extranjeros, entre ellos el nuevo embajador de España en el país, Joaquín De Arístegui Laborde.
La relación con Estados Unidos, por cierto, será prioridad, y el TLC un objetivo central, confirman desde la conducción de la diplomacia. En ese sentido, “cambiar el Mercosur, o irse”, son las dos alternativas que maneja Milei, según sus funcionarios cercanos, si Brasil y Uruguay se negasen a permitir los acuerdos bilaterales extra-zona. Nadie en el Gobierno cree que la reciente designación de Mauricio Claver-Carone como enviado especial de Washington para América latina obstruya el camino para ese acuerdo. “Trump le va a decir a Claver-Carone que no se pelee con Argentina, lo pasado pisado”, comentó un miembro del gabinete.
Confirmada la presencia de Milei en la asunción de Trump, el 20 de enero, resta ver si el Presidente “llega a tiempo” para participar de la cumbre de Davos, que arranca ese mismo día, y se extiende durante cuatro días en esa ciudad de Suiza.
La llegada a ese país está atada con otra cita prevista: el segundo viaje del Presidente a Israel, el otro aliado estratégico del gobierno libertario. El prometido traslado de la embajada argentina a Jerusalén no sería, esta vez, parte de la actividad presidencial. “No es tan sencillo”, se atajan cerca del Presidente.
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