Ganó la rebeldía de los que quieren un mundo real
Ganó la rebeldía, el poder de la gente, la osadía de meterse en política y no temer lo que las mafias políticas escudadas en un indigno populismo puedan hacer o decir, inventar o manipular. Ganaron los que no quieren regalarle la política a los de siempre, los que buscan una verdadera renovación, los que quieren superar las ficciones mentales de los que hablan mucho pero hacen poco. Ganó la gente normal, los no entendidos en política, los ingenuos que creen que la política tiene que cumplir con la ley y dar servicio a los ciudadanos, los que quieren una gestión dedicada al mundo real.
Ganó el vecino, más allá de la "doctrina popular", ese dogma del pseudoprogresismo que no escatimó mentiras y operaciones durante la campaña, que nunca vacila en falsear las cosas porque cree que su esencia justifica los manejos indignos. La verdad pudo más que los inventos; el entusiasmo, más que la falsa inteligencia; los proyectos, más que el resentimiento neurótico y la obsesión con el pasado, con un pasado que se altera para hacer caber en un planteo infantil.
Este resultado representa una maduración para la problemática mentalidad argentina. No es la solución a ninguno de nuestros muchos problemas pendientes, pero sí un paso que haríamos bien en cuidar y potenciar. La visión porteña del mundo, quejosa, nostálgica, hipercrítica, con tantas dificultades para querer y crear, para trabajar y servir, para hacerse cargo y avanzar, va pudiendo cambiar su estilo y crece aspirando a más.
No es un proyecto de poder el que así se expresa, no es amor por la política, son ganas de vivir, de más, de ser feliz y promover la felicidad de otros, es una posición que desafía la pobreza y quiere evitar el truco de reducir a los pobres a una noción de pueblo mitificada que sólo sirve para hacer más profunda esa pobreza.
Es una posición vital capaz de superar la pelea constante, la desgastante creencia en un enemigo omnipresente que se interpone en el camino del crecimiento. Es una postura existencial que puede hacerse cargo de sus propias limitaciones y trabajar así para superarlas. Sin culpar, sin victimizarse, sin pelearse con todos ni creer que es mejor aislarse porque el otro siempre te quiere arruinar.
El vecino vio obras, vio respeto, vio preocupación por ofrecerle un avance posible, sintió que se lo tomaba en serio. Muchas pudieron concretarse y otras no, porque nadie es perfecto y corresponde no pretender serlo. El vecino vio una política más basada en la construcción que en el choque, capaz de superar el verso de la ideología y darle contenidos verificables. El vecino captó la intención, se sintió parte, entendió que todo avanza si uno ayuda.
Este resultado electoral demuestra que los votantes comprenden que el fondo de este proyecto político es un deseo sincero y compartido de mejorar las cosas. Ni Mauricio ni Pro esconden una maquinación, como cree el prejuicio, ni una especulación secreta, son ganas de vivir, de más, de pasarla bien y de estar juntos. Todos, cada uno con los que más quiera. Todos, con educación y salud públicas, con gran trabajo social y con inteligencia y honestidad en la realización de los planes y proyectos.
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