Gabriela Michetti: el emblema de una campaña de laboratorio
La candidata a senadora de Pro cumple a rajatabla la estrategia trazada; dejó las recorridas y la apuesta al carisma, y se dedica a reuniones con dirigentes, entrevistas con medios y trasnoches en Facebook
Odiame, odiame", le dice Micaela. La tiene agarrada con las dos manos por el cuello y aprieta. Gabriela Michetti, sentada frente a la mesada de cemento alisado, en la cocina de su casa, grita, cada vez más fuerte: "Damme mi mammadera".
Es lunes y, como todas las semanas, la fonoaudióloga y cantante lírica Micaela Méndez le da clases para "optimizar la voz" en la casa antigua de techos altos, aguayos, espejos y adornos mexicanos que Michetti recicló en San Cristóbal. Micaela empezó con Mauricio Macri y, hace cuatro meses, el "comité de campaña" pensó que era una buena idea extender sus servicios a los principales candidatos de Pro.
Michetti compite por una banca en el Senado , la primera a la que accederá su partido, y es la favorita de una campaña estructurada hasta el último milímetro, donde cada postulante tiene un rol determinado y no existe actividad que no sea estudiada y aprobada por el comité. Al frente de ese selecto grupo de conducción está Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gabinete de Macri y rival declarado de Michetti en el camino por la sucesión en la ciudad.
Ella lo aceptó como jefe de campaña, consciente de lo que eso significaba. "Horacio tiene una experiencia enorme", dice Michetti. Hace años que ocupa este rol de coordinador en las elecciones y tiene gran ascendencia sobre el aparato de Pro. La tregua es negocio para ambos. Pero, además, no toma decisiones solo. Michetti pidió incorporar a Andrés Ibarra, ministro de Modernización, al comité, que también integran Marcos Peña, secretario general del gobierno porteño, y, claro está, Jaime Durán Barba, el ecuatoriano que diseña las estrategias de comunicación de Pro, el responsable, entre otras cosas, del amarillo, de los bailes y los globos.
Por ahora, después de ser la candidata más votada en las primarias y con encuestas que indican que rondará los 40 puntos en las generales, todo marcha muy bien para Michetti. La idea de mostrar un equipo optimista nunca les resultó más fácil.
Durán Barba acaba de irse cuando Micaela toca el timbre de esta casa chorizo de la calle Pasco. En la mesa de madera del comedor quedan vasos verdes desparramados, dos yogures y media docena de medialunas. Como todos los lunes, el comité y los principales candidatos se reúnen para analizar la campaña.
No habrá cambios. Seguirán apostando a una campaña "segmentada", donde Michetti no saldrá a charlar con los vecinos, a pesar de que el carisma es su fuerte. "A mi me encanta, pero Jaime dice que se usa cada vez menos en el mundo", dice ella. Lo "nuevo" es concentrarse en los medios, en las redes sociales y en charlas con sectores puntuales.
En este esquema, Michetti se dedica a reunirse con los "multiplicadores", quienes, se supone, replicarán su mensaje: da charlas en universidades, consejos profesionales, grupos de empresarios... Además, participa de inauguraciones del gobierno porteño, para mostrar "gestión", y reemplaza la calle con largas trasnoches en Facebook.
A las 11.30, reaparece en la cocina lista para salir. Viene en la silla de ruedas que ella misma impulsa (sólo pide que la empujen frente a rampas empinadas o escaleras). Sobre la falda lleva una enorme cartera de cuero de vaca, un cuaderno verde y carpetas que rebasan de papeles. Un Corolla gris claro, modelo 2004, del partido, la está esperando afuera. La logística de subida al auto es impecable y siempre idéntica. Ella se ubica en la puerta trasera derecha y Rubén la abre. Pablo ya tiene el baúl abierto. No bien ella se pasa al asiento del auto, entre Rubén y Pablo le sacan las ruedas a la silla y la guardan en el baúl. El operativo, que se va a repetir una decena de veces por día, demora menos de un minuto.
"Vamos a Bolívar", les dice. Pablo, al volante, es empleado del Congreso; a Rubén, de la Policía Metropolitana, se lo asignaron para las campañas después de dos episodios de disparos en la puerta de su casa. Un discreto "buen día" es todo lo que dicen.
En el primer piso del edificio de Bolívar 1, sede del gobierno porteño, está por empezar la reunión.
Michetti espera en un ancho pasillo, frente al salón de acuerdos contiguo al despacho de Macri. Las paredes son de boiserie , el piso es de madera perfectamente encerado y hay seis calas altísimas en un florero sobre la mesa del medio. La reunión es sobre basura con Diego Santilli, ministro de Ambiente y Espacio Público de la ciudad.
"¡Colito querido!", lo recibe Michetti con una enorme sonrisa. Él llega insultando. "No paran de gritarme cosas por la calle." Un día después de la derrota de River en el superclásico, dice que está harto de las cargadas. Santilli es el número dos en la lista de candidatos a senadores, pero hoy hará de coach . Están preparando al primer candidato a diputado, Sergio Bergman, para su debate.
"Como vamos a hablar de basura me vine vintage ", anuncia Bergman, que llega por la puerta de atrás. Sobre la kipá se puso un sombrero panameño y mira por arriba de unos anteojos de sol con marco grueso de carey.
Macri no está convocado, pero también pasa, camino a su despacho. Le toca el hombro a Michetti; le dice algo incomprensible y se va. "Dice que estoy más linda así, sin pintarme." Ella cuenta que Mauricio dice ser su "hermano mayor". Que a ella le molesta lo de mayor porque implica un derecho a mandonearla, pero que varias veces usó esa supuesta hermandad para decirle "cualquier barbaridad".
Michetti entra en la Sala de Acuerdos y se cierra la puerta. Aunque hoy la reunión no es para ella, aprovecha y empieza a preparar su propio debate, que es dentro de diez días.
De nuevo en el auto, saca una polvera con la cara de Frida Kahlo y un delineador negro, y se pinta. Se persigna frente a la iglesia de Santo Domingo (como frente a todas las iglesias) y, por primera vez en el día, se agarra la cintura. Desde el accidente automovilístico de 1994, que le provocó la paraplejia, le duele todo el tiempo. Autoexigente al máximo, no dice una palabra.
A veces, es sólo una molestia, una corriente eléctrica en las piernas; otras, un dolor insoportable. "Ahora estoy mucho mejor. No sabés lo que era... Hasta hace cinco meses, no dormía nunca más de una hora y media de corrido. A veces se me saltaban las lágrimas en cualquier lado", contesta cuando se le pregunta.
Sus próximos días serán más tranquilos de lo previsto. Con la Presidenta internada, decidieron levantar todas las inauguraciones y los actos de campaña públicos hasta tener más detalles de su cuadro. Pero los encuentros con "multiplicadores" siguen en pie.
En la puerta del hotel Plaza, frente a la plaza San Martín, Laura espera la llegada de su jefa. Michetti se mueve sin asistentes, pero cuando se trata de un lugar nuevo, Laura está media hora antes para asegurarse de que no van a tener problemas. En la puerta del hotel, separa 60 centímetros un pie del otro y dice: "Ésta es la medida de la silla. Si el ascensor es más chico, ya sé que la cosa no funciona".
Rodeada de 70 señores de traje, todos petroleros, Michetti resalta con su camisa fucsia brillante. En un salón con paredes espejadas y alfombra pesada, les hablará de "gestión", de un Estado "previsible" que promueva "los talentos" y que "como mínimo no les genere problemas a los privados".
También, de la necesidad de que el país se fije objetivos a largo plazo; de la responsabilidad de quienes, como ella, recibieron educación y "recursos de fe", y de "una nueva alternativa política", montada sobre "valores" y superadora de la antinomia "izquierda-derecha".
Más allá del guiño a los empresarios en eso de que el Estado no les genere problemas, su discurso suena naíf. Ella lo defiende: "Yo desideologizo si me ves con el prisma de la Guerra Fría, pero estoy muy ideologizada con el socialcristianismo", dice. Y sostiene: "El poder busca perpetuarse. El sistema se defiende y te dice: «Sos ingenuo, sos boludo, no entendés». La política necesita un poco de picardía... Acá parece que no se gobierna sin el peronismo, que es un eufemismo para hablar de una modalidad de manejo del poder".
Un día más tarde, se siente ratificada. "¡No sabéees lo que fue!", dice. Sale de un encuentro que encabezó Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín, para políticos de distintos partidos en el Círculo Italiano, en la calle Libertad. Está entusiasmadísima. Acaba de subirse al Corolla. Afuera llueve y ella no para de hablar. "En el momento que llego, él estaba diciendo: «La forma como se llega al poder determina cómo se gobierna». ¿No es maravilloso?", cuenta, y describe los programas de Fajardo para bajar la violencia y fomentar la inclusión.
Relee lo que escribió. "Dios me va dando pistas en la vida", sonríe Michetti. Tomó seis hojas de notas con dibujitos y cuadros sinópticos en el cuaderno verde que usa para la campaña. Se lo regaló Cris Morena y en la tapa dice " Yesterday is history. Tomorrow is mystery. Today is a gift " (Ayer es historia. Mañana es misterio. Hoy es un regalo). Prende el teléfono. Le avisan que en su despacho de diputada, en el Congreso, la esperan dos periodistas que van a entrevistarla y un fotógrafo del partido, que necesita una nueva foto para Facebook. Llega tarde. Llueve cada vez más fuerte y la calle Montevideo está trabadísima.
Michetti es católica practicante; va a misa cada domingo y reza el rosario casi todos los días. Cuenta que, cuando era beba, su madre acercaba su moisés al altar porque decía que ahí lloraba menos. Después, cuando vino de Laprida a estudiar en la Universidad del Salvador, pensó en ser monja. "Me agarró una crisis. Yo hacía trabajos de alfabetización en una villa de Florencio Varela, con el padre Raúl. Un día lo llamé y le dije que me quería ir unos días a vivir en la parroquia. A la semana de dormir en la cocina, él me preguntó qué pensaba hacer y yo le dije que me quería quedar a ayudar. «Perfecto, vamos a tener un pobre más», me contestó, y me mandó de nuevo a mi casa", se ríe.
En su despacho del Congreso, detrás de su escritorio, hay, a la derecha, una foto de ella con Macri y a la izquierda, una imagen de Francisco. "Lo extraño horrores", dice. Era su confesor y desde que es papa no volvió a hablar con él.
Michetti está en contra de la legalización del aborto, dijo tener dudas con respecto a que los homosexuales adopten y se abstuvo en la votación de la ley de fertilización asistida. "Nada de eso fue por un tema religioso -afirma-. Yo no soy Cynthia Hotton, no me subo a sus cruzadas. Yo separo. No soy la defensora de la Iglesia en la política."
Es miércoles y falta una hora para la grabación del debate de Bergman, su compañero de boleta, que enfrenta a Elisa Carrió y Juan Cabandié. Michetti está apurada. Le prometió al rabino que iba a llegar temprano para rezar juntos un rato. Para colmo, la paran en la puerta de TN, antes de los molinetes. No está sola. Daniel Filmus, su contrincante kirchnerista, lleva un rato esperando que lo dejen entrar. Ella se acerca a saludarlo. De fondo, una chica come papel en un programa de la tarde. Los dos están mirando los televisores azorados, cuando una productora sube por fin a buscarlos.
Michetti entra al estudio con Bergman ya ubicado detrás de su atril. "Te traje esto -le dice bajito y le apoya la mano en la rodilla-. Guardátelo en el bolsillo. Te quiero mucho." Le presta un rosario que trajo de Salta. "Como sabía que venías con algo, yo tengo esto para vos", le contesta el rabino y le da una estampita con una oración de San Francisco de Asís de un lado y la cara de Bergoglio del otro.
A la noche, en su casa, Michetti volverá a ver el debate por televisión. Está con su novio, Juan Tonelli, que es consultor de empresas y tiene una página de Internet con historias de vida. Sentados en la cocina, cada uno con una computadora, empiezan a pensar la estrategia para su propio debate. Ella lleva una hora en Facebook. "Twitter lo entregué. No es lo mío. Facebook sí. Y, como dice Jaime, no es sin contacto, es mucho más contacto y llegás a más gente."
Michetti contesta una queja por el estado de la línea H, agradece los comentarios a su post sobre Norma (la señora que trabaja en su casa), explica su abstención en la ley de fertilización asistida y conversa con una madre que le pide consejos para lograr que su hija de 9 años estudie.
Son las 23 y Michetti releva datos sobre el estado de la ciudad cuando suena en su Blackberry un mensajito. Es del grupo de chat "Campaña Gaby", creado por Patricia Bullrich, flamante aliada de Pro. Confirmado: la cita es en Pasco. Mañana, a las 17.
Bullrich; la ex diputada radical Silvana Giudici; el jefe del bloque de Pro en la Cámara baja, Federico Pinedo; los ministros porteños Ibarra, Guillermo Montenegro (Justicia y Seguridad), Hernán Lombardi (Cultura), son lo que Michetti llama su "grupo político". Convocados por ella, se reúnen todos los jueves.
Bullrich se peina frente al espejo. "Es un gomero", dice. Discuten qué planta es la que Michetti tiene en el patio interno al que da la cocina. "Mirá si va a ser un gomero. Es como una palmera de jardín -le dice la dueña de casa-. El gomero es mucho más gordo." Bullrich, provocadora, le contesta: "Es un gomero Pro, más light ". Suena el timbre y Giudici va a abrir. Es Ibarra. Ya están casi todos. Se instalan en la mesa del comedor. "¿Me traés la Coca Life?", le grita Michetti a Montenegro, que se está comiendo una banana que encontró sobre la mesada. Todos se mueven como habitués de la casa.
Cuentan las novedades de las "reuniones de cercanías" que hacen en casas de familia (tarea que a Michetti no le toca), discuten cuál es el mejor argumento para evitar que votantes de Michetti se pasen a Pino Solanas -lo hacen con el propósito de evitar que sea Filmus quien entre por la minoría-. Hablan, sobre todo, del debate de la semana próxima. Son dos horas de discusión desordenada y de recomendaciones destinadas a la candidata. Ella sigue agregando notas a su cuaderno verde.
Bullrich es la última en irse. La ayuda a levantar la mesa y cierra la puerta. Michetti se queda sola. Su hijo, Lautaro, que vive con ella, está de viaje, y Norma hoy duerme afuera.
"Ahora, lo que queda, depende de mí", dice. Habla del debate, pero bien podría referirse al futuro inmediato de Pro, que necesita una gran elección si en dos años pretende pelear la Presidencia.
La semana de "la favorita"
Ganó en las primarias y llega tranquila a las generales
- Hora 7.
En Bolívar 1, sede del gobierno porteño, los candidatos principales de Pro se reúnen para preparar los debates televisivos
- Hora 31.
En una semana llena de reuniones, Michetti vive con el teléfono apagado. El auto es el momento de contestar mensajes
- Hora 76.
En su casa de San Cristóbal, Michetti actualiza su página de Facebook y analiza la campaña con su novio, Juan Tonelli
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