Francis Korn: “Las encuestas son nada más que pasatiempos”
El análisis de la socióloga y antropóloga
Cree que no son incompatibles los recursos novelísticos con el rigor científico de la sociología y así lo demuestra en algunas de sus obras más difundidas, como “Los huéspedes del 20” o “Buenos Aires, mundos particulares”. Pero a la hora de reflexionar sobre ese intríngulis que es el destino nacional, Francis Korn –la primera mujer argentina que se doctoró en Oxford, Inglaterra– prefiere circunscribirse sólo a aquellos temas previamente estudiados e investigados por ella en su ya larga trayectoria académica, lejos de toda ficción, especulación o mera opinión.
La rápida asimilación de los inmigrantes a la vida argentina, que tuvo como resultado un verdadero mosaico de culturas, es uno de sus temas de análisis. También la apabullante dimensión de aquel crecimiento, que convirtió a la Argentina “en el escenario de uno de los procesos sociales más satisfactorios dentro de su desmesurada y multiforme especie”, como contracara de los altos índices de pobreza y exclusión que predominan hoy.
Su mente científica rechaza las simplificaciones y las esquematizaciones en las que se suele incurrir a la hora de analizar “qué le pasó a aquella sociedad que se ensanchó tanto y tan de golpe con gente tan distinta, venida desde tan lejos". También sobre las explicaciones que se suelen dar acerca del papel que le cupo a la vieja sociedad criolla preexistente o a la conformación de las nuevas dirigencias en una sociedad en transformación.
Francis Korn, socióloga y antropóloga, es investigadora superior del Conicet, miembro de número de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, directora del posgrado en Sociología de la Universidad Católica Argentina e investigadora del Instituto Di Tella. De extracción liberal, casada con el historiador Ezequiel Gallo, ha escrito también "Italia en la Argentina" y "Lévi-Strauss y las estructuras elementales".
-En su libro "Buenos Aires, mundos particulares", hay datos impactantes del despegue argentino, entre 1870 y 1914. ¿Qué pasó en aquella época para que fuera tan fácil progresar?
-Al hablar de este período, muchas veces se me acusa de tener una visión romántica. Pero lo que yo digo no es que en ese período no hubo pobres, sino que asombra lo rápido que disminuyó su número y cómo bajó la cantidad de analfabetos, así como la cantidad de gente que vivía en conventillos. Mientras tanto, seguían agregándose cientos de miles de inmigrantes pobrísimos por año. También asombra cómo se multiplicaban entre los recién llegados los empresarios industriales, los dueños de comercios, los propietarios de viviendas y de tierras.
-¿Qué pasó con la vieja sociedad criolla, preexistente a esa inmigración?
-Pasó a ser un porcentaje cada vez menor de la población total y rápidamente los argentinos tuvieron una gran proporción de gente que era primera generación en el país. La industria y el comercio en las ciudades pasaron a ser casi ámbito exclusivo de los recién llegados. En Buenos Aires, durante todo este período, entre el 80 y el 90 por ciento de los propietarios de industrias fueron extranjeros, los rentistas, los militares y los empleados de la administración nacional.
-¿Aquella clase dirigente fue desplazada, pero no verdaderamente reemplazada, por la que surgió de la inmigración?
-Yo no hablo de clase dirigente ni de viejas familias. Había una sociedad pequeña, que se fue mezclando. ¿El Jockey Club de Buenos Aires era la clase alta? Lo fundó Carlos Pellegrini, hijo de un inmigrante saboyano, y diecisiete de los cien miembros fundadores eran recién llegados, la mayoría inmigrantes irlandeses, domadores de caballos. Treinta y ocho eran hijos de extranjeros y veinte eran nietos de extranjeros. Sólo veinticinco tenían tres o más generaciones en el país. Unos eran ricos y otros eran pobres. Las viejas familias estaban mezcladas en un conjunto heterogéneo. Pero el Jockey Club no era el único lugar donde se encontraba gente de muy distintos orígenes y ocupaciones diversas. De la mezcla dan cuenta las nóminas de socios de cualquier club social nacional y también los apellidos de la gente tratada en los hospitales nacionales y municipales, o la nómina de vecinos de cualquier calle de las ciudades que crecieron de modo desmesurado.
-¿Cómo se produce el rápido pasaje del conventillo a una vivienda mejor?
-Los que se alojaban en la peor vivienda posible de la época, el conventillo, pasaron del 25 por ciento de la población total de la ciudad de Buenos Aires, en 1887, al 9 por ciento en 1919, a pesar de que la ciudad seguía recibiendo cientos de miles de inmigrantes pobres cada año. El llamado "conventillo" fue la peor vivienda posible del período, como decíamos, pero lo cierto es que, comparado con la peor vivienda actual, el conventillo se convierte en un alojamiento preferible. Para entender por qué la proporción de la población que habitaba en ellos fue bajando de manera drástica hay que decir que durante todo el período hubo ocupación plena y que la relación entre el precio promedio del alquiler de un cuarto de conventillo y los peores salarios de la época (los de albañil y herrero) era de alrededor del 22 por ciento. Siendo así, no es tan raro explicarse cómo aumentó el número de propietarios de vivienda, que no sólo creció más aún que la población, sino que creció durante el período, con un 60 por ciento de extranjeros entre ellos. Lo que quiero destacar es que el ahorro para llegar a la vivienda mejor y propia no era una mera ilusión.
-En su libro se dice que el proceso se inició en 1931, hace 74 años, y que a partir de entonces no hizo sino profundizarse hasta configurar el cuadro de decadencia al que asistimos hoy. ¿Es así?
-En 1931 aparece la primera villa, fruto de una autorización del gobierno para dar albergue transitorio a un grupo de inmigrantes polacos que ocupaban entonces los galpones de Puerto Nuevo. En 1932, debido a que los ocupantes colmaban el lugar, se comenzaron a poblar los terrenos baldíos frente al Club de Pescadores y el gobierno levantó un campamento de desocupados, al que denominó "Villa Esperanza". Pero yo no caracterizaría al proceso como un desarrollo sin prisa y sin pausa, ya que no es hasta entrada la década de 1940 cuando aparecen formaciones parecidas.
-¿Con el peronismo?
-Así es. Con el peronismo y con la famosa ley de alquileres. La sanción de un decreto de 1943, que rebajaba los alquileres en diferentes porcentajes de acuerdo con el monto a pagar y que establecía que, en caso de que el contrato de locación se venciera, no se le podía exigir al locatario la desocupación del bien hasta después de un año y medio de ese vencimiento, benefició a parte de los inquilinos, pero trajo como contracara un mercado sin ofertas para los potenciales nuevos locatarios. Se había terminado la idea de que construir para alquilar era un buen ahorro para la vejez. En 1946, se ahondó esta nueva dirección con la ley que prorrogó las locaciones y congeló los alquileres. "No hay bien que por mal no venga", pareció ser el resultado del afán por proteger a los inquilinos. En 1948 se dispuso por decreto construir 59 pabellones de cartón prensado y techos de ruberoid. Así surgió "Villa Cartón". Le siguieron "Villa Jardín" y luego "Villa Tranquila" y, para los años 50, "Villa Piolín", "Villa Medio Caño" y otras.
-¿Cómo habría que resolver el tema de las villas miseria?
-Una vez instaladas, creo que son muy difíciles de revertir. Lo más grave es que establecen una suerte de división social entre los ciudadanos que tienen que conducirse legalmente y los que quedan exceptuados de los deberes que eso implica. Crean dos tipos de ciudadano y aquí sí uno puede hablar de diferencias sociales en serio, donde algunas personas tienen derechos y obligaciones distintas de las otras, donde algunas tienen que pagar el terreno, la luz, el cable y otras, no. Un pobre que no habita en una villa, sino en cualquier otro lugar de la ciudad, tiene obligaciones que un villero no tiene, y eso contribuye a que al villero no le resulte tan atractivo pasar a otra situación. No le conviene.
-¿Cómo se sale del subsidio?
-Es una pregunta para la que no tengo respuesta. Aunque una cosa es obvia: si se castigara menos a la inversión y a la producción habría mas empleo y mejores oportunidades para salir de la pobreza. Esa es la manera liberal de salir de esto. Pero, claro: no les sirve a los políticos para seguir existiendo... Los votos de los políticos hoy son esto... Yo no soy candidata a nada, ni quiero serlo. Lo que no se comprende es que el discurso político de nuestro país tenga tan pocas referencias acerca de cómo se debería resolver este problema.
-La Argentina fue, después de los Estados Unidos, el país que más inmigrantes europeos recibió. ¿Cuáles son, según su análisis, las principales causas del desigual destino posterior de ambos países, promisorios a principios del siglo XX?
-La decadencia argentina no comienza hasta alrededor de la mitad del siglo XX. Las diferencias en el desarrollo de ambos fenómenos tienen que ver con la estabilidad política, la eficiencia de los marcos jurídicos e institucionales en general, la cantidad de trabas a la actividad productiva, la excesiva burocratización de cualquier emprendimiento en favor del progreso de la educación, la ciencia, la salud y cualquier otro aspecto social que beneficie a todos. Quizás un buen indicador para medir la salud de un sistema social sea medir la proporción del gasto en empleo público. Y en eso no estamos, seguramente, muy bien ubicados.
-¿Coincide con quienes sostienen que las voces de centro y de derecha desarrollaron una reflexión predominantemente económica, pero muy débil en otros campos?
-No coincido. Eso es lo que se les señala a los llamados liberales, pero debo decir que algunos pensadores que pueden calificarse de liberales han hecho contribuciones importantes en el campo del análisis político e histórico. Estoy hablando de Natalio Botana, de Carlos Floria, de Ezequiel Gallo, de Roberto Cortés Conde, de Gerardo della Paolera. No sé en quién están pensando cuando dicen eso. Revisando incluso anteriores entrevistas de esta misma serie, se encuentran muchos de estos aportes. Por otro lado, también los pensadores considerados de izquierda o que se autodenominan así apelan sobre todo a consideraciones de orden económico para señalar lo que habría que modificar en la sociedad. En cuanto al tan mencionado adjetivo "neoliberal", tampoco contribuyó a clarificar las ideas. En general, se usó para señalar actitudes y medidas que muy poco tienen que ver con lo que siempre se consideró liberalismo.
-¿Cree que una sociedad libre puede enfrentar la amenaza extremista sin que sus habitantes pierdan libertades civiles y sin que caigan justos por pecadores, como sería el caso del electricista brasileño abatido por error en Londres?
-Se van a perder libertades civiles; es inevitable. Por otra parte, eso es lo que buscan los terroristas. No es un tema simple. Me preocupa que al deplorable error en el caso del brasileño se le dé más importancia que a los ataques terroristas. Por supuesto que el error es espantosamente trágico, pero seguramente no hubiera ocurrido de no haber existido los atentados. Y, por supuesto, también para combatir al terrorismo hay que apelar a medidas que incomodan a todos los ciudadanos, lo que no quiere decir que haga falta un gobierno autoritario para llevar adelante las medidas que sean necesarias. Lo que se necesita tener en claro es cuáles son acciones delictivas y combatir eficientemente al delito con la celeridad necesaria como para poder encontrar a los culpables. Para esto es claro que hoy en día hay que tener la voluntad de estar preparado.
-Como especialista en metodología de las ciencias sociales, usted ha puesto en duda si las encuestas electorales son pronósticos científicos, dado que sus resultados con frecuencia no coinciden con los de los comicios. ¿Cómo ve las elecciones de octubre y las predicciones que, por el momento, se están haciendo de sus posibles resultados?
-Es cierto que he analizado muchas veces la pobreza de las encuestas de opinión como posibles instrumentos de medición, pero tampoco he propuesto que se las reemplace por la adivinanza. Falta demasiado para las elecciones de octubre como para emitir una opinión sobre cuál puede llegar a ser el resultado. Lo que quienes votarán piensan en este momento puede cambiar radicalmente hasta el momento de la elección. Si las encuestas de opinión se realizan no para predecir, sino para tratar de sumar conocimiento sobre el funcionamiento de la mente humana y de la toma de decisiones, bienvenidas sean. Pero hace falta que quien las realice tenga una buena preparación en estadística, lógica e historia, como para no producir los tontos resultados que, sólo con raras excepciones, nos ofrecen hoy.
-¿Tontos resultados? ¿Entonces a qué atribuye que las encuestas sean tan requeridas por los medios y por los lectores?
-Creo que su éxito reside en que a todos nos gustaría conocer el futuro. De allí la proliferación de videntes y adivinadores que hay en el mundo. Cuando digo "tontos resultados" me refiero a que si tantas veces en tantos lugares -Francia, España, Perú, Gran Bretaña, la Argentina- las encuestas preelectorales vaticinaron tan mal lo que iba a ocurrir, ¿por qué habríamos de confiar en aquellas en las que nunca se podrá comparar el resultado con el universo real? Muchos de los que realizan encuestas de opinión por muestreo dicen que sus métodos son científicos. Es una rara definición de la ciencia aquella a la que no le interesa cuál es el resultado de las investigaciones.
-¿Por qué se siguen haciendo?
-Porque es una diversión. La gente quiere saber qué va a pasar. Por eso yo llamo a las encuestas "pasatiempos mundanos". A los políticos les sirven, porque muchas veces la gente vota a ganador. Pero con la ciencia tienen poco que ver. Al que quiere vender una vacuna le viene bien decir que esa vacuna sirve... ¡aunque no sirva! En ese caso, moriría gente, pero con estas estupideces y vaticinios no pasa nada. La sociología no mata a nadie.
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