Fracturas y facturas para todos
El año electoral no deja indemne a ningún espacio político: todos han entrado en proceso de aceleración, reconfiguración y, en la mayoría de los casos, de atomización
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Muchos han definido a este tiempo como la era de la transparencia. Pero la definición empieza a quedarle estrecha a la política argentina, de tan explícita que se ha vuelto. Casi nada queda librado a la imaginación. Y casi todo es tal como se ve.
Aunque las elecciones legislativas nacionales serán las más tardías de la última década y media, tras la suspensión de las PASO, el año electoral ya comenzó y no deja indemne a ningún espacio político. Todos han entrado en proceso de aceleración, reconfiguración y, en la mayoría de los casos, de atomización. Fracturas y facturas para todos.
La apertura de la temporada se precipitó con el adelanto de los comicios porteños, sin PASO (previstos para el 18 de mayo) y, en menor medida, con la elección de convencionales constituyentes de Santa Fe (el 13 de abril). Pero no son los únicos test inminentes.
Una semana antes que los porteños, irán a las urnas chaqueños, jujeños, salteños y puntanos. Las recientes fotos de dos gobernadores de esas provincias con el ministro de Economía, tras acordar envíos de fondos y realización de obras, hablan por sí solas. Nada nuevo.
A pesar de que varias de esas elecciones resultan ajenas para la mayoría de las audiencias, la apertura de la temporada ya está provocando ruidosos y visibles (no necesariamente vistosos) efectos en el plano nacional. Sin ese trasfondo, cualquier análisis de lo mucho que ha pasado, está pasando y va a pasar en la política argentina sería incompleto.

Las escandalosas escenas que se vieron en las dos últimas semanas en la Cámara de Diputados, la independización formal del cristinismo de cuatro integrantes del bloque peronista del Senado y el fresco plantón camporista a Axel Kicillof en la Legislatura bonaerense expresan el estado profundo de crisis y reformulación que se está registrando. Si lo padece la fuerza más hegemónica y verticalista de los últimos 20 años no pude esperarse menos del resto.
Ni siquiera está exento de temblores el oficialismo libertario, al que los encuestadores, con los reparos del caso, le auguran un tiempo de bonanza electoral. Aunque pueda alegar (con causa) que en su caso se trataría de una crisis de crecimiento. Todo puede ser relativo.
Los vergonzosos hechos de violencia, denuncias de aprietes, acusaciones y escándalos protagonizados por legisladores libertarios en Diputados fueron las escenas más escabrosas de su reality XXX. Aunque en ese Libertarian horror show parlamentario no se agotó del todo.

Menos explícito, aunque no más edificante para LLA, resultó que en el cierre de la inscripción de alianzas para competir en las elecciones porteñas el partido del pugilista (¿ex?) mileísta Oscar Zago haya terminado de aliado de los primos Macri.
Todo parece más complicado en el caso de Pro. En apenas cincos días quedó expuesto el estado de descomposición que atraviesa. Escenas sensibles para desprevenidos.
En lo inmediato y con muy probables efectos concretos para el mapa del poder de la ciudad de Buenos Aires, la formalización de la ruptura y la decisión de competirle al partido del que fue cofundador adoptada por Horacio Rodríguez Larreta podría causarle un daño sensible a la que ha sido la fuerza hegemónica porteña durante 20 años y abrir paso a una nueva era. Un tiempo que el exalcalde pretende volver a protagonizar para, según él, ser fiel a un ideario traicionado por la gestión de Jorge Macri, que “huele a pis”.
En tanto, sus ahora adversarios y enemigos internos, liderados por el equipo de comunicación del gobierno porteño, lo acusan de traición “para defender sus intereses personales con una candidatura que solo es funcional al kirchnerismo y a La Libertad Avanza”. No hay peor cuña que la del mismo palo.
Lo curioso es que la referencia a los libertarios como adversarios no parece reparar en el aún más impactante ensayo general de cambio de mando que escenificaron el mismo día el presidente del bloque de Diputados de Pro, Cristian Ritondo, y su coequiper Diego Santilli.
Mas allá de que todavía no tenga resultados concretos, esa puesta en escena adquiere valor y significado por el momento en el que ocurrió y el sentido de la oportunidad del mileísmo para no solo difundirla sino también promocionarla (esta vez sí).
Fue casi en simultaneo con la presentación del acta de divorcio de Larreta y mientras quien fuera dueño del escorado submarino amarillo, Mauricio Macri, miraba desde las calles cartageneras (muy promocionadas por su esposa en Instagram) cómo Karina Milei (ni siquiera su hermano el Presidente) posaba en la cabecera de la mesa que alguna vez él había liderado sin discusión.
La escena se completó, casi con crueldad, con el jefe de Estado en plano secundario, junto a los primos Eduardo y Martín Menem, cuyos orígenes peronistas los hermanaban con los visitantes. Más elementos no cabían para pasar facturas. Solo le aliviaron a Macri el mal trago de ver también en la foto a su némesis Santiago Caputo. La división de tareas del mileísmo y las tensiones entre el gurú y la hermanísima ayudaron a no agrandar la herida.

La preocupación del entorno mauricista por aclarar de inmediato que el expresidente había dado luz verde para esa reunión no hizo más que fortalecer la verosimilitud de la versión contraria, que indicaba que fue sorprendido en su ausencia por los hechos consumados.
No fue el único Macri incómodo. En los alrededores de la sede municipal porteña temían que alguien acercara un fósforo. “Son unos hdp, justo el día en que Horacio se lanzaba por afuera, mientras los libertarios nos tiran con todo y cuando están por cerrar alianzas y listas estos corren a la Rosada para posar y hablar de alianza bonaerense, a pesar de que todavía no se sabe cómo ni cuándo se va a votar en la provincia”, vociferaban en las oficinas principales de la calle Uspallata.
No era justamente un buen arranque de un calendario electoral que el jefe de Gobierno porteño se empeñó en adelantar in extremis, para sorpresa de casi todos y supuestamente en su beneficio. Resultado que muchos ponen en duda.
Si aquella bronca inocultable no fuera suficiente para desacreditar el relato que decía que a los primos Macri les habían anticipado el retrato para el que iban a posar Ritondo y Santilli, allegados al macrismo duro aportaron más elementos.
“Si la persona con más cercanía e influencia sobre Jorge Macri se desayunó con la foto hecha, cómo pretenden hacer creer que los primos sabían o estaban de acuerdo”, explicó un colaborador del exintendente de Vicente López.
El apuro por escenificar la protoalianza violeta-amarilla, que los diputados (¿ex) macristas justifican en la necesidad de dar una señal de que hay intención mutua de acordar, tiene interpretaciones menos nobles de parte de macristas afectados por la (in) oportunidad de la imagen.
“Diego ya hace rato que está del otro lado porque quiere quedarse con un lugar (tal vez el único) que le asegure renovar la banca y eso solo es posible si cierra ahora con los Milei. Además, si nunca Mauricio lo quiso ni confió en él, ahora suma su propia revancha personal”, explica un colaborador del fundador del partido que le sigue siendo fiel.
“El caso de Cristian es distinto. No tiene urgencia electoral porque su mandato vence en 2027 y le da más poder seguir siendo de Pro. Pero tiene otros motivos para apurar un acuerdo”, dice la fuente amarilla, quien, como al pasar, recuerda que fue Milei quien salió en su defensa, antes que Macri, luego de publicarse la investigación periodística que reveló la existencia de propiedades familiares en el extranjero y la participación de su esposa en sociedades offshore. Fracturas y facturas.
La política porteña acaba de mostrar, en la inscripción de alianzas, las primeras escenas de un panorama de fragmentación que podría profundizarse en el cierre de listas. El radicalismo y el peronismo tendrían ahí su cuota de protagonismo.
Es el resultado inevitable de una doble condición: la suspensión de las PASO, por un lado, que concentraban la oferta y acotaba la dispersión en la elección general al imponer pisos mínimos para poder acceder a la elección general y al propiciar las coaliciones, cuyas competencia interna se resolvía en las primarias.
Por otro lado, se verifica el efecto de la crisis de representación y liderazgo que atraviesan mayoritariamente las fuerzas y los dirigentes políticos. A la hora de sufragar, encontrar al candidato que se quiere votar será todo un desafío. Paciencia.
Más de la guerra kirchnerista
Capítulo aparte es el del cristinismo, que, mientras se desangra en el interior del país, con impacto en el Congreso de la Nación, se enreda y se desgasta en una pelea fratricida en la provincia de Buenos Aires, su último bastión.
La disputa entre el cristicamporismo y el incipiente kicillofismo por definir un calendario electoral sobre el que tienen intereses y objetivos encontrados tuvo otro capítulo de alto voltaje este jueves en la Legislatura bonaerense, del que el gobernador salió un algo más chamuscado.
Kicillof quedó en medio de los polos activados de Cristina y Máximo Kirchner y el renacido Sergio Massa, quien es el único que en silencio y sin apuro disfruta de peleas de otros en la que se muestra (o simula ser) componedor. Un especialista en crecimiento por desgaste ajeno. Dicen que una de las frases que más le gusta al exministro de Economía es la atribuida a Aníbal Troilo: “¿Por qué dicen que me fui si siempre estoy volviendo”. Con, sin o a pesar de Cristina.
El calendario electoral bonaerense sigue siendo así una gran incógnita. Kicillof, apremiado por las normas y para tener tiempo de desdoblar la elección provincial de la nacional, quedó expuesto a su fragilidad legislativa ante el plantón camporista para tratar su proyecto de suspender las PASO, escala previa a desdoblar las elecciones provinciales. Nada que quiera “la jefa”.
Quienes conocen el kirchnerismo bonaerense dicen que el cristicamporismo se propone dejarle, al final, la opción de una solución de compromiso: desdoblar pero solo después de la elección nacional. Es decir, obligarlo a trabajar o a no poder desentenderse de la elección nacional que es de interés primordial de la expresidenta y a aceptar imposiciones en el armado provincial y municipal, en el que se interesa al hijo Máximo. Todavía quedan muchos capítulos por escribir.
Otro tanto ocurre en el gobierno libertario, al que los vientos del último mes y medio despeinaron más de lo que la peluca mileísta deseaba.
El enorme operativo preventivo (ahora sí) de seguridad con el que este miércoles evitó un nuevo desmadre callejero, como el de la semana anterior, trajo alivio, pero hay heridas que no cierran todavía.
El control de la calle, del Congreso y del dólar, tres puntos sensibles para cualquier gobierno argentino todavía es un gran desafío abierto.
La declaración de un paro general dispuesto por la dirigencia cegetista, que parece haber vuelto de unas largas vacaciones (probablemente en el exterior), los mil millones de dólares de reservas que el Banco Central perdió en cinco ruedas y la aprobación del DNU en una sesión escandalosa no despejan las muchas preguntas abiertas, que hace un mes y medio pocos se animaban a hacer.
Y aún falta responder la gran pregunta abierta hace casi un año sobre el futuro de la Corte Suprema de Justicia. Todavía pueden verse muchas más fracturas y facturas con escenas de política explícita. Personas sensibles abstenerse.

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