El auxilio a los peores caudillos
El senador José Mayans es presidente del bloque kirchnerista; es decir, es un legislador de la máxima confianza de Cristina Kirchner, que maneja el Senado como si fuera su casa particular. Mayans acaba de decir que "en pandemia no hay derechos". Es una aberración política y una herejía para el sistema democrático. Según su disparatada teoría, la sociedad no solo debe padecer la ferocidad del virus que azota al mundo; también está condenada a perder las garantías propias de un Estado de Derecho. Es el infierno político en toda su densidad. Sin embargo, sería injusto detenernos solo en Mayans, porque él es una criatura de líderes políticos mucho más importantes. Gildo Insfrán, que lleva un cuarto de siglo gobernando Formosa, es el padrino político de Mayans. Cristina Kirchner es su protectora en la política nacional. Y el presidente Alberto Fernández lo elevó a la condición de gobernador ejemplar. Mayans no existiría sin Insfrán, Cristina y el Presidente. O dejaría de ser lo que es si no dijera los despropósitos que frecuenta como senador.
El problema es Insfrán y la cobertura política que recibe del peronismo nacional. Insfrán comenzó su aventura política en el Partido Comunista Revolucionario de orientación maoísta. Pecado de juventud que luego lo resolvió convirtiéndose al menemismo, al duhaldismo, al kirchnerismo nestorista y, por último, al cristinismo. Sus sucesivas lealtades parecen no haber borrado, con todo, su primera adhesión al duro régimen político de Mao y sus sucesores. En Formosa, la democracia es una vaga noción que aparece cada tanto, en tiempos de elecciones, para ratificar el liderazgo de Insfrán. Casi todos los medios periodísticos (gráficos y audiovisuales) están en manos de adeptos al gobernador. Los medios nacionales no pudieron entrar a Formosa durante la pandemia porque Insfrán les negó el permiso de ingreso con la excusa de la pandemia. Solo llegaron al conocimiento de la opinión pública nacional algunos videos caseros hechos con celulares por periodistas o ciudadanos de Formosa. Preocupado por la escasez del sistema sanitario provincial, Insfrán decidió enfrentar la pandemia violando todos los derechos humanos. Encerró entre rejas a los enfermos en escuelas y hospitales, los mezcló con los contactos cercanos que no estaban enfermos y les prohibió a todos hasta el derecho a caminar. En medio del hacinamiento en que viven, nadie sabe qué clase de comida y de asistencia médica reciben. Nadie conoce cuántos internados hay. Ya en octubre del año pasado murió un joven e 23 años cuando intentó llegar a nado a Formosa, porque todos los otros accesos estaban cerrados. El argumento de Insfrán es que la frontera con Paraguay torna incontrolable el tránsito de virus. También tiene frontera con Chaco, una provincia que fue muy castigada por el Covid-19. Nada más que pretextos.
Solo el martes empezaron a salir algunos internados, supuestamente porque en las próximas horas llegaría a Formosa una delegación de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Esa Secretaría mantuvo un silencio exasperante durante los últimos días. Su titular, Horacio Pietragalla, es el mismo que en su momento pidió la libertad hasta de Ricardo Jaime, un corrupto confeso ante la Justicia, en nombre de los derechos humanos. ¿Importan más los supuestos derechos de Jaime, entre varios corruptos más por los que se interesó Pietragalla, que los de los formoseños encerrados y hacinados? La particular visión de Pietragalla parece indicar que sí.
La conclusión y la información coinciden en la explicación del caso Insfrán. Es Cristina Kirchner la que lo protege. Insfrán tiene una vieja relación política con la vicepresidenta (relación de sumisión, desde ya). El control de los votantes de Formosa es férreo por parte de Insfrán; en 2019, el 70 por ciento de los formoseños votó por la fórmula Fernández-Kirchner. Insfrán reformó la Constitución provincial y le introdujo la reelección indefinida. Lo mismo que hizo Néstor Kirchner en Santa Cruz. Además, la vicepresidenta tiene una particular seducción con los caudillos feudales de las provincias, tal vez porque ella es heredera de uno de esos caciques. Otro gobernador intocable para el kirchnerismo es Gerardo Zamora, que gobierna Santiago del Estero con iguales o peores formas que Insfrán. La disciplina de Zamora frente a Cristina es absoluta. Ella los recompensó a Insfrán y a Zamora. Al delegado de Insfrán en el Senado, Mayans, le dio la presidencia del bloque de senadores oficialistas; a la esposa de Zamora le dio nada menos que la presidencia provisional del Senado, que tiene el segundo lugar en la línea de sucesión presidencial. Los caudillos duros, que desafían la democracia un día sí y otro también, son los que mejor le caen a la jefa política de la coalición gobernante. El Presidente, a su vez, no se detuvo ni siquiera en la estética (ni en la ética) antes de abrazarse a Insfrán. Pero no es él quien protege al mandamás formoseño; es Cristina.
Insfrán siguió siempre las ocurrencias de la actual vicepresidenta. Cuando Amado Boudou era el ahijado político predilecto de la entonces presidenta, Insfrán firmó un acuerdo con la firma The Old Fund, que controlaba Boudou, para que esta lo asesorara en la reestructuración de la deuda pública de Formosa con el gobierno nacional. Nunca había sucedido algo así en la historia del país. Un gobierno provincial que contrata a una empresa privada para que lo asesore en la refinanciación de la deuda con el Estado nacional. Formosa le pagó 7.600.000 pesos a esa empresa, que en esa época significaban unos dos millones de dólares. La anomalía (o el delito) se investigó en la justicia nacional, cuando esta abrió el caso de Ciccone Calcográfica. Después de deambular durante mucho tiempo por Comodoro Py, el expediente terminó en el juzgado federal de Formosa por decisión de la Cámara Federal. Ahí morirá. Insfrán controla toda la justicia de Formosa.
El gobierno nacional y el Partido Justicialista, también nacional, salieron en un efusivo apoyo a Insfrán. El peronismo no siempre fue así. Sea por convicción o por oportunismo, lo cierto es que dos presientes peronistas tomaron distancia de caudillos impresentables. Carlos Menem intervinó Catamarca en 1991 y Santiago del Estero en 1993. El respaldo al catamarqueño Ramón Saadi y al santiagueño Carlos Juárez significaba en ese momento un precio político que el gobierno nacional no estaba dispuesto a pagar. El propio Néstor Kirchner volvió a intervenir Santiago del Estero en 2005 cuando la gobernadora era la esposa de Juárez, Nina Aragonés. Ni Menem ni Kirchner aceptaron el desgaste que hubiera significado para sus figuras nacionales el apoyo a caprichosos caudillos provinciales.
Pero, ¿por qué con Insfrán las cosas son distintas? ¿Por qué el peronismo, que siempre tuvo un fino olfato político, corre en auxilio del desprestigiado Insfrán? Versiones formoseñas, imposibles de confirmar, indican que Insfrán es también un importante aportante a las campañas electorales del peronismo en el norte del país. Es probable. Y es posible también que Cristina no esté dispuesta a sacrificar a un buen recolector de votos en un año electoral. Todo lo demás no tiene mucha relevancia para una estirpe política obsesionada con sus propios problemas. Ni siquiera es importante que Insfrán haya detenido durante varias horas a dos concejales, Gabriela Neme y Celeste Ruíz Díaz, cuando estas iban a visitar a los encerrados en campos de hacinamiento. Neme y Ruíz Díaz tenían fueros y, por lo tanto, la inmunidad de arresto. Ese un principio sagrado para Cristina, porque ya hubiera pasado por la cárcel si no tuviera fueros. Pero la oposición (Neme y Ruíz Díaz son opositoras a Insfrán) tiene otros derechos o no los tienen. Mayans no se equivoca. Los derechos de las personas son de vigencia relativa cuando los liderazgos políticos están en manos de dirigentes como Cristina o Insfrán.
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