Fondos para mantener la ilusión de bienestar
El último año del gobierno enfrenta un deterioro económico y social del país. La producción de bienes y servicios caerá 1,7% este año y la proyección para el próximo es similar. Las divisas, necesarias para pagar las importaciones indispensables para la actividad productiva y el empleo, son cada vez más escasas. Bajan las exportaciones y se desploma el precio de la soja, el trigo y el maíz. La caída de reservas del Banco Central ya no es una opción y la posibilidad de recibir recursos exteriores está casi bloqueada como consecuencia del litigio sobre la deuda externa.
En un país con más de 12 millones de personas en la pobreza, una profundización de la recesión no parece el mejor final para el gobierno de Cristina Kirchner. La ilusión del bienestar para grandes sectores se habrá desvanecido y la oportunidad para la Argentina de superar sus recurrentes crisis en esta década de bonanza se habrá perdido. Estas cosas serán acompañadas de los incontables casos de corrupción, denuncias y juicios que probablemente lleguen a afectar a la jefa del Estado.
¿Podría suceder algo que altere este tobogán fatídico? O más sencillo aún ¿podría el gobierno creer o imaginar una solución milagrosa a sus desgracias?
Probablemente. Si no, no se explicaría que este futuro oscuro y temible no quiebre a la autora de la frase "vamos por todo". Se está "quedando sin nada", pero eso no la vuelve más prudente ni negociadora. Al contrario, aumenta la apuesta. Lejos de acercarse a Obama para conversar cauta y cuidadamente de la cuestión de la deuda, lo ataca y lo increpa. Sin guerra fría, con una administración estadounidense que poco se ocupa de la región (comparada con sus formas de intervención precedentes), Cristina Kirchner busca un adversario, aunque éste no conteste.
El milagro, el gol en tiempo de descuento, es de un solo tipo: divisas para la economía. Una inyección que detenga la caída, levante al paciente y muestre un futuro promisorio de "plata para todos".
Mientras la línea con Washington se tensa, nace el idilio con Moscú y Pekín. Así, vimos sucesivamente a sus dos jefes de Estado visitar a la Argentina. Es un hecho excepcional, entre otras cosas porque hace mucho que nadie nos visita.
La Presidenta dijo en las Naciones Unidas, hace pocos días, que la Argentina sería la Arabia Saudí del futuro. La afirmación no causó un impacto especial y se la atribuyó a las incursiones oratorias de Cristina Kirchner.
Sin embargo... Vaca Muerta existe. Es una de las principales reservas de gas y petróleo no convencional. Si las reservas de gas actuales de nuestro país son de 11 TCF (billones de pies cúbicos), la estimación razonable de Vaca Muerta es de 500 TCF. Lo cual es mayor que todas las reservas de África, el equivalente de 400 años del consumo actual de Argentina y la tercera reserva mundial de gas.
Gracias a este tipo de exploración, los Estados Unidos pasaron de tener hace 10 años una reserva de 177 TCF a una actual de 330 TCF.
Sin embargo, esto no se logra en un año. Los mejores números se harían sentir para el próximo gobierno.
Pero... Quizás la plata que precisamos podría llegar antes. Por un lado, se podría ofrecer concesiones de largo plazo, con exclusividad de una exploración gigantesca durante más de tres décadas en la nueva Arabia Saudí. Por el otro, países con alta discrecionalidad en sus decisiones públicas, como China y Rusia, podrían otorgar "un adelanto" contra la promesa de 30 años de gas y petróleo.
Casualmente esta semana se dio en el Senado, con la media sanción de la reforma de la Ley de Hidrocarburos, el primer paso para poder otorgar concesiones por 35 años.
Es probable que esta no sea la mejor política energética. Quizás sería mucho más razonable, dado el grave desbalance externo que genera la importación de energía, aumentar primero la explotación de las reservas convencionales antes de ingresar a esta etapa. Pero eso no produciría ninguna salvación para el gobierno.
Esta cuestión puede implicar un cambio sustantivo de nuestra política exterior, la renovación de otra ilusión populista y la entrega de nuestros recursos. Extrañamente, lector, el tema casi no ocupa el debate de la oposición. Si lo dicho es cierto, estamos cambiando el principal vinculo mundial cuyos efectos negativos serán inmensos para el futuro.
Que la Presidenta quiera el milagro, se entiende. Que la oposición ignore la realidad es desesperante.
El autor fue canciller argentino