Fin de ciclo de un régimen económico de inflación, endeudamiento, empobrecimiento crónico y desigualdad social
Si en los próximos meses se desacelera la inflación, se recuperan los salarios y las pensiones, se reactiva la inversión y crece la demanda la empleo, vendrá el alivio; pero todavía no habrá una salida efectiva y sostenible a este largo y pesado período de decadencia
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Estamos transitando del final de un ciclo largo de acumulación de fracasos económicos, sociales y políticos que, a través de distintos gobiernos, lejos de resolverle problemas a la gente, los agravó o los naturalizó, al mismo tiempo que amplió las desigualdades económicas, sociales, ideológicas y culturales. La eventual salida de esta crisis de régimen no sólo estaría generando -a manera de estimación- no menos de 55-60% de pobres, entre los cuales 15% serían indigentes, sino también -y sobre todo- un mercado de trabajo más precarizado, con 50% de trabajadores informales de bajos ingresos y sin seguridad social, cuatro de cada 10 familias dependiendo de la asistencia pública, y nuevos pobres de clase media con muchas dificultades para revertir la caída. En todos los sentidos, una sociedad estructuralmente más fragmentada y empobrecida; aunque también testarudamente laboriosa y soñadora de un futuro distinto.
En el gráfico que presenta la nota (ver más abajo) se muestra una de las pocas series históricas serias elaboradas por el ODSA-UCA con los que se cuenta para evaluar -a través de las tasas de pobreza e indigencia por ingresos- el derrotero de este largo ciclo de fracaso, sea por mala suerte o praxis, y, a partir de ahí, poder hacer un balance y proyectar metas de superación. ¿Si no sabemos a dónde llegamos, cómo saber a dónde vamos? No es novedad que por diferentes motivos el Estado argentino no cuenta con una serie oficial que permita ni estas ni otras privaciones sociales, sea con métodos directos o indirectos.
Las líneas de evolución representan una reconstrucción de estos indicadores entre 2001 y 2023 a partir de los datos oficiales disponibles: 2001-2002 (EPH-INDEC, Onda Octubre), 2003-2014 (EPH-INDEC, Continua), 2016-2023 (EPH-INDEC, Continua Nueva Etapa); y también con datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (ODSA-UCA, 2010-2023), la cual cabe destacar no se realiza sobre el mismo dominio poblacional. En ambos casos se realizan ejercicios de empalme de cada serie debido al obligado proceso de actualización del marco muestral emprendido por ambas instituciones entre 2015-2016 (a partir del Censo 2010), y a los demorados cambios aplicados en 2016 sobre la metodología oficial de valorización de la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Básica Total del INDEC.
Menos importantes, pero no menos significativos, son las estimaciones de las tasas de indigencia y de pobreza de diciembre de 2023 y enero de 2024, la cuales son proyecciones estadísticas realizadas por el ODSA a través de ejercicios de simulación sobre los microdatos de la EDSA del tercer trimestre de 2023. Estas proyecciones se realizaron mediante técnicas de nowcasting ajustando los ingresos del tercer trimestre 2023 en función de las variaciones conocidas en los ingresos laborales y no laborales de los hogares, así como de mejoras en los programas de transferencias monetarias. A su vez, las canastas de consumo (CBA y CBT) se actualizaron en función de la variación de los valores correspondientes al incremento experimentados por las mismas según información del INDEC.
Según esta información, si bien la situación social se ha agravado de manera significativa durante los últimos meses, la tendencia al deterioro comienza en 2013-2014, se agrava en 2016, y luego de una importante mejora en 2017, tiende a empeorar de manera casi sostenida hasta 2023, con o sin pandemia de por medio. A partir de aquí las proyecciones son casi obvias, dada las medidas de devaluación, ajuste fiscal y licuación de activos e ingresos corrientes, habría aumentado tanto la indigencia como la pobreza.
Sin embargo, cabe observar que si estas estimaciones son correctas -y el problema real no es más grave-, la situación todavía dista de ser la que se atravesaba en octubre de 2002 o, incluso, en el segundo semestre de 2003. Una información adicional es que, tanto en ese tiempo, como al parecer ahora, la crisis es -como toda crisis- un mecanismo de disciplinamiento social y de generación de expectativas de salida. En ese contexto, no menos importante es tener registro de que este deterioro social acumulado y ahora agravado no ha derivado en una explosión social, no es debido a una supuesta represión, sino a que la mayor parte de la población la lucha todos los días por salir adelante, mantiene por ahora su empleo, incluso de carácter precario o informal, y que los programas sociales brindan un piso de protección social.
Si en los próximos meses -más temprano que tarde- de desacelera la inflación, se recuperan los salarios y las pensiones, se reactiva la inversión y crece la demanda la empleo, vendrá el alivio, pero todavía no habrá una salida efectiva y sostenible a este largo y pesado período de decadencia. La construcción de un futuro diferente no estará en manos del Estado ni de los mercados, sino de los actores políticos y sociales que desde un marco democrático se arriesguen a protagonizar la transformación.
El autor es miembro del Conicet/UBA y director del Observatorio de la Deuda Social Argentina-UCA
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