Alberto Fernández y Mauricio Macri miden fuerzas: se desató la puja por el poder en la Cámara de Diputados
El Frente de Todos tendrán que negociar con otros bloques, pero la fuerte polarización deja poco espacio para conseguir votos; discusiones internas en la UCR y Pro por la conducción del interbloque opositor
La pelea -que ya empezó- por los principales resortes de poder de la Cámara de Diputados pone a prueba por primera vez los liderazgos de Alberto Fernández y Mauricio Macri, los dos protagonistas de las pasadas elecciones. Esta pelea y su desenlace serán un anticipo de tres interrogantes claves: ¿se impondrá Macri como líder de la oposición frente a sus aliados? ¿Podrá Fernández equilibrar el manejo del poder con Cristina Kirchner? Y, lo más importante, ¿cómo hará el futuro presidente para sancionar las leyes que necesita sin mayoría del Frente de Todos en la Cámara baja?
Se cruzan dos batallas simultáneas en esta pelea. La primera se libra puertas adentro del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio por la jefatura de sus respectivos interbloques. Al tratarse de dos coaliciones, tanto Fernández como Macri deben lidiar con los planteos y las ambiciones de sus socios, que no están dispuestos a ceder gratuitamente su cuota de poder.
Macri, que apoya a Cristian Ritondo y a Mario Negri al frente de los bloques de Pro y de la UCR, respectivamente, enfrenta los desafíos de un sector del radicalismo y de un grupo -por ahora acotado- de diputados que responden a Emilio Monzó, crítico de la "dedocracia" macrista. Fernández, por su lado, ya bendijo a Sergio Massa como futuro presidente de la Cámara baja. El dilema gira en torno a Agustín Rossi para la jefatura del interbloque: hay quienes promueven para ese cargo a Máximo Kirchner.
La segunda batalla tiene como botín político el manejo de las comisiones, un eslabón clave para la sanción de las leyes del futuro gobierno. Para el Frente de Todos, el triunfo electoral le da derecho a reclamar la presidencia y la mayoría en las comisiones más importantes: Presupuesto y Hacienda, Asuntos Constitucionales, Finanzas y Legislación Penal. Sin embargo, Juntos por el Cambio -que será la principal fuerza de oposición- hará valer su condición de primera minoría para dar la pelea y retener algunas comisiones claves.
Fernández no la tendrá fácil. Con la renovación parlamentaria, el 10 de diciembre la Cámara baja quedará polarizada entre las dos principales coaliciones, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, y no habrá terceras fuerzas potentes capaces de inclinar la balanza. Habrá un virtual empate: Juntos por el Cambio -integrado por Pro, la UCR y la Coalición Cívica- tendrá un bloque de 119 miembros, mientras que el Frente de Todos, con 110, tratará de sumar aliados. Pero no serán suficientes: el peronismo estará obligado a negociar las futuras leyes con el principal bloque opositor.
"Nueve de cada diez diputados responden a Juntos por el Cambio o al Frente de Todos. Vamos a tener una cámara hiperpolarizada en dos coaliciones, así que lo razonable es que se busquen puntos de acuerdo, ya que quedarán muy pocos diputados en el medio. Todo oficialismo tiene siempre mayores posibilidades de lograr más adhesiones, pero esta vez el número será más ajustado. Por eso, como oficialistas nuestra tarea será buscar puntos de consenso con los que hoy son los oficialistas", aseguró Rossi.
En Juntos por el Cambio no hay vocación de poner palos en la rueda al futuro gobierno. "Salvo que proponga locuras", aclaran. De hecho, los futuros opositores se muestran dispuestos a acordar una agenda legislativa de transición con el futuro gobierno. Su espíritu será colaborativo, pero sin descuidar al 40% de votantes (su principal capital político) que les reclamaron preservar la identidad y la unidad opositoras. Una tarea en la que todos los socios dicen estar de acuerdo, pero las tensiones prematuras por el reparto de los cargos son una amenaza latente.
La pulseada se concentra en la jefatura del bloque radical, que tendrá 44 diputados. Tras protagonizar una fuerte repunte respecto del resultado de las primarias, el gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, aterrizará con el 52% de los votos en la Cámara de Diputados, dispuesto a darle la pelea al cordobés Negri, que renovó su banca por un porcentaje similar y cuenta con la venia de Macri.
Internas radicales y peronistas
Cornejo, un crítico de la gestión macrista, tiene de aliado al radicalismo porteño encabezado por Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti, apadrinados ambos por Enrique "Coti" Nosiglia. En medio de la disputa, Cornejo amenazó con romper el bloque. El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, en un intento de evitar una sangría, le sugirió al mendocino la alternativa de renovar su cargo como presidente del partido, que se dirimiría en marzo. Cornejo prometió pensarlo.
Al comando del bloque de Pro, que contará a priori con 51 bancas, fue bendecido Cristian Ritondo, actual ministro de Seguridad de María Eugenia Vidal. Su designación, fruto de un acuerdo entre Macri, Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, sepultó las ambiciones de Álvaro González, un hombre del jefe de gobierno porteño.
No cayó demasiado bien, puertas adentro, la manera en que la cúpula de Pro impuso la decisión. "El problema no es Ritondo, sino esta típica dinámica del macrismo puro de decidir 'a dedo' y sin dar lugar a que los diputados se expresen", dijo, enojado, un referente del llamado "monzonismo", un grupo de media docena de diputados críticos que, por estas horas, se dirime entre permanecer en Pro o formar un subbloque.
En el Frente de Todos, Massa comenzó a trabajar en una agenda de transición hasta el 10 de diciembre. Lo sugestivo del caso es que todavía no cruzó contacto alguno con Rossi, por ahora jefe del futuro bloque oficialista y hombre leal a Cristina Kirchner. En rigor, no hay afinidad entre ambos dirigentes, de allí la duda sobre la continuidad del santafesino. "Por ahora continúa, a menos que se lo convoque para un cargo en el Poder Ejecutivo", sugieren en el entorno de Fernández.
En medio del sinfín de rumores sobre eventuales reemplazos se menciona a Máximo Kirchner, quien acaba de renovar su banca. El hijo de la expresidenta trabó una buena relación con Massa, pero encontraría un obstáculo: los gobernadores peronistas. Aliados claves de Fernández, no tolerarían que el apellido Kirchner dominara las dos cámaras del Congreso.
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