Federico Villegas: “No votamos en base a ideología, nos guiamos por la información que tenemos”
El flamante presidente del organismo internacional defiende la postura argentina sobre Venezuela y Nicaragua; asegura que los Kirchner “interpretaron” a las Madres y Abuelas
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“Mejor fotos no, ya hubo demasiadas”, dice Federico Villegas con tono diplomático pero firme. Algo sorprendido por la requisitoria periodística constante, y sin perder su acento santiagueño natal, este verdadero trotamudos de la diplomacia pasa sus primeras horas en Buenos Aires luego de ser elegido, a partir del 1 de enero, como presidente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Sin rastros de jet lag por su largo viaje desde Ginebra, Villegas luce entusiasmado con su nuevo rol, y en una entrevista con LA NACION en el barrio de Retiro niega cualquier condicionamiento por haber llegado allí con el voto de Venezuela y Cuba. Sin opinar sobre las abstenciones del embajador Carlos Raimundi en la OEA, Villegas coincide con el “diagnóstico” del informe de la expresidenta chilena Michelle Bachelet sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela, pero asegura que la mejor vía para lograr avances es la del “diálogo constructivo”.
Más crítico con la situación en Nicaragua, afirma que “los derechos humanos deben estar vigentes en todo momento, y en elecciones la vara del Estado debe estar más alta”. Mientras camina en puntas de pie la política local, Villegas afirma que “los organismos de derechos humanos no son kirchneristas, se sienten interpretados en su lucha y en su clamor”.
–¿Qué tan importante es que la Argentina presida el Consejo?
–Es importante para el mundo porque el Consejo es el primer lugar que vela por los derechos humanos en el mundo, y sobre todo, es la usina jurídica del desarrollo progresivo de esos derechos a nivel mundial: se abordan y debaten los temas aún pendientes. Para la Argentina, desde la dictadura y el terrorismo de Estado hemos recurrido a este sistema universal para que acompañara a las víctimas. La desaparición forzada de personas era algo que el sistema aún no había registrado en esa época, no había antecedentes, no era asesinato ni tortura, era otra cosa.
–Llega con el apoyo de América Latina, incluyendo dos países cuestionados en esa materia como Venezuela y Cuba. ¿No está condicionado por esos apoyos?
–No. Como presidente del Consejo voy a tener una responsabilidad colectiva, por lo tanto no voy a influir desde la presidencia en el curso de los debates de cualquier tema y de cualquier país. La Argentina, por supuesto, seguirá teniendo su asiento, votando como tenga que votar, siguiendo los lineamientos de política exterior que el canciller y el Presidente digan. Es un desafío que tomo con mucho entusiasmo: en la presidencia nos vamos a focalizar en el ejercicio del diálogo, la cooperación y el entendimiento. Antes de la creación del Consejo se estigmatizaba a unos pocos países de acuerdo al poder de turno, aquí no hay veto y ningún país está fuera. La de Argentina, hasta ahora, ha sido una posición constructiva, de diálogo, y al mismo tiempo firme: no hemos dejado de denunciar violaciones de derechos humanos de ningún país, no han sido excepción ni Nicaragua ni Venezuela.
–¿No es diferente lo que votaba usted y como lo hace Raimundi en la OEA?
–Cada organismo tiene una dinámica propia, y el sistema interamericano y el universal comparten una normativa, mientras que la OEA tiene un montón de otra normativa, con la Carta Democrática. De ninguna manera voy a opinar, no me corresponde, y estoy seguro que el posicionamiento de la Argentina en la OEA está fundamentado en decisiones de política exterior. Lo que sí sé es que nosotros no hemos mirado al costado nunca y eso nos permite tener diálogo con todos.
–¿Reciben presiones de países amigos?
–A veces hay países con cuales hay afinidad, no hablo solo de la región, que se acercan para decirnos “y, podrían no denunciar tanto, podrían abstenerse en tal o cual cosa”.
–¿Y qué les contestan?
–Es muy simple, nos atenemos exclusivamente a la información que surge del sistema universal (tratados, relatores especiales sobre países, la Alta Comisionada de Derechos Humanos), no nos paramos desde la ideología o de un lado otro. Ese ha sido el soft power de la Argentina: para ser coherentes con nuestra propia historia, fuimos a Europa a denunciar desapariciones, hoy no podemos desconocer lo que el sistema arroja. Hay países que cooperan, otros que no tanto, y Néstor Kirchner invitó a todos los organismos que quisieran venir al país a diagnosticar lo que nos pasa en cualquier temática.
–Michelle Bachelet hizo un informe en el que se denunciaron torturas y asesinatos, en Venezuela. Usted dijo que va a trabajar junto a ella ¿Coincide con ese informe?
–Desde la presidencia voy a interactuar con ella, claro, porque es la que diagnostica frente al Consejo lo que pasa en determinados países. Yo dirigiré los debates que se produzcan a partir de sus informes. La opinión sobre lo que ella diga la dará la Argentina y está clara nuestra posición, como hemos votado en octubre y lo que hemos dicho: coincidimos con el diagnóstico de la Alta Comisionada, pero también con que la mejor forma de solucionar una situación complicada en derechos humanos es a través del diálogo y no desde el aislamiento y la estigmatización. No existe un solo caso en que con aislamiento o falta de diálogo se pueda revertir esa situación, por eso la Argentina ha estado en contra de las sanciones unilaterales. Bachelet estableció un puente de diálogo que le permitió ampliar una oficina en Caracas, y cuenta lo que le preocupa pero también lo que se va consiguiendo.
–¿Hubo avances entonces en Venezuela?
–Todo depende del cristal con que se mire, pero claramente el progreso es hacia avances: ha habido visitas a cárceles, hablaron con víctimas, al mismo tiempo ella marca los temas pendientes. En general, a los medios les interesan más estos temas de política doméstica. El mundo es más sofisticado y diverso, y tenemos que salir a ese mundo para ver que somos un faro de progresismo en temas de derechos humanos. Tenemos la suerte de estar en la pole position y haber logrado algunas cosas: en legislación migratoria, erradicamos la impunidad del terrorismo de Estado, no criminalizamos la homosexualidad como hacen 77 países.
–Habla de no politizar al Consejo ni a los derechos humanos. Al mismo tiempo las Madres, Abuelas y otros organismos apoyan de manera abierta al Frente de Todos.
–No estaríamos acá, conmigo presidiendo el Consejo de Derechos Humanos, sin esos movimientos, es así de simple. En una sociedad quebrada, donde la mayoría miraba para otro lado, tuvimos mujeres que se enfrentaron, fueron víctimas, son un modelo estudiado en el mundo de lucha y militancia, dieron ejemplo a otras madres en otras partes del mundo.
–Pero también está el apoyo…
–Es así, pero hay que pensar que esas organizaciones tienen reclamos históricos de Memoria, Verdad y Justicia, con luces y sombras, con desilusiones, con los indultos. Nunca bajaron los brazos, y no es que sean kirchneristas, los gobiernos de Néstor y Cristina fueron la representación de un liderazgo que, con convicciones y por pertenecer a esa generación, interpretó la madurez institucional de la Argentina, y por esos las escucharon, a ellas y a sus hijos y nietos a los expertos jurídicos que las acompañaron. Cuando uno tiene dirigencia política que tiene conocimiento de derecho, y el Presidente también lo tiene, no es tampoco algo menor. Los organismos se sienten interpretados en su lucha y en su clamor.
–¿Nicaragua será uno de los objetivos de su presidencia?
–Como presidente mis objetivos serán los debates sobre todos los países (se sonríe). Pero claramente, a la luz de los informes de Bachelet, Nicaragua seguirá siendo un tema, y claramente la Argentina ha tenido una actitud en la ONU muy coherente y creo que la información que tenemos es clara: hay una situación complicada en materia de derechos humanos, en el contexto de procesos eleccionarios. Los derechos humanos deben estar vigentes en todo momento, pero cuando hay procesos eleccionarios la vara del Estado para respetarlos tiene que ir mucho más arriba. Hay debates, manifestaciones, se sale a la calle a protestar, en una democracia sana cada vez que hay un proceso eleccionario el Estado debe tener el máximo respeto. Eso no significa opinar sobre cómo un país decide organizarse: eso es un derecho de cada país y de sus mayorías. Ya vivimos una Guerra Fría y allí sufrimos todos, cuando los derechos humanos quedaron en el medio.
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