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A continuación, la desgrabación de sus principales conceptos:
La semana pasada hubo un enorme revuelo tragicómico por la escena erótica entre el diputado Juan Emilio Ameri y su pareja, en plena sesión virtual de la Cámara. Suscitó todo tipo de bromas, ironías y sarcasmos sobre ese percance que tuvo el legislador salteño.
Sergio Massa corrió hacia los canales de televisión, sobre todo hacia América tv, a defender la dignidad de la Cámara. Claro, porque lo que pasó con Ameri resultó muy inconveniente desde muchos puntos de vista. No solamente por el desarrollo de las sesiones virtuales, que fueron motivo de una gran polémica. También porque nos enteramos de la existencia de Ameri, quien antes de ser diputado fue barrabrava de un club.
¿Cómo llegó a diputado? Esa es la pregunta. No lo que hace con su señora. Y ese interrogante todavía no tiene una respuesta. Se trata, además, de algo mucho más amplio. ¿Cómo es que los partidos seleccionan a aquellos que nos proponen como representantes?
Aparentemente Ameri era el segundo del senador Sergio Leavy, quien tampoco explicó cómo es que lo llevaba en la lista. Se desprende, entonces, una gran incógnita sobre el Congreso en general. Porque el episodio del legislador salteño termina abriendo, o debería hacerlo, una avenida de preguntas acerca de quiénes nos representan en el Congreso y cuáles son las prácticas que se desarrollan ahí adentro. Habría que preguntarse por algunas tradiciones del Senado respecto de la vida erótica, también dentro de la Cámara. Y no solamente de la época de Amado Boudou, sino antes también. Por ejemplo, algunas contrataciones.
Todo esto se recorta sobre un clima institucional enrarecido por temas muchísimo más importantes que la vida sexual del diputado Ameri. Se está discutiendo la estabilidad de tres jueces. Dos camaristas federales, Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi, y un juez del Tribunal Oral Federal que debería juzgar a Cristina Kirchner por el escándalo de los cuadernos de la corrupción, Germán Castelli.
La Cámara Contencioso Administrativo Federal, que es la que tiene en consideración este tema, se pronunció. No sabemos cómo votó cada uno de los dos jueces que la integran. Hay un tercer juez que no participa porque es trasladado, es decir, le caben las generales de la ley. Sin embargo, los camaristas Guillermo Treacy y Jorge Alemany se pronunciaron y no votaron del mismo modo. Se presume que Treacy votó a favor del Gobierno, es decir, que sostiene que los jueces deben ser devueltos a su situación originaria. Y que Alemany votó para garantizar la continuidad de ellos en los puestos que hoy ocupan.
Va a haber que sortear un tercer juez. El sistema falló, pero mañana [por hoy martes] va se va a elegir a las 11.30 de la mañana. Al respecto, mucha gente dice: "Mejor que los abogados defensores de los jueces controlen el sorteo porque, al ser manual, a veces la mecánica es, por decirlo elegantemente, "azarosa". Menos elegante sería decir que se puede hacer trampa con el bolillero.
El fiscal de Cámara, Rodrigo Cuesta, que debe pronunciarse sobre este caso, ya lo hizo con mucha contundencia, en línea con lo que sostiene el Gobierno: que estos jueces fueron trasladados sin el correspondiente acuerdo del Senado. Cuesta desarrolló una cantidad de argumentos que son los del Gobierno y uno debería presumir, a lo mejor incorrectamente, que era previsible que actuara así, porque antes de ser fiscal de Cámara era uno de los encargados legales de YPF durante la gestión de Miguel Galuccio, puesto por Axel Kicillof. En 2015 pasó a la Justicia. Es decir: es un hombre que viene de las entrañas del oficialismo. ¿Esto lo condiciona? Deberíamos pensar que no, pero no deja de ser un dato en un país donde el expediente judicial, cuando se trata de cuestiones políticas vale cada vez menos. En un país donde los funcionarios judiciales más que decidir qué pasa en los expedientes se convierten en administradores de conflictos políticos.
Paralelamente, este martes a las 11 de la mañana, la Corte se reúne, obviamente vía Zoom, para tratar si acepta o no el per saltum que pidieron los tres jueces afectados. Ellos ven que el Gobierno va tomando resoluciones administrativas muy rápidas respecto de su situación, y dicen que cuando este tema llegue por la vía normal a la Corte, su suerte ya va a estar echada. Por lo tanto, piden a la Corte que suspenda algunos pasos procesales para hacerse cargo de su tema.
Están pidiendo algo extraordinariamente excepcional, y es que la Corte acepte acelerar un trámite y se salte instancias, en este caso la de la Cámara Contencioso Administrativo. Pero, ¿esto lo ha hecho la Corte otras veces? Sí, en épocas en que el per saltum no estaba reglamentado, y en momentos en que lo estaba. Inclusive hubo regulaciones sobre el per saltum que primero se pusieron y luego se sacaron porque no convenía que la Corte recurra a este mecanismo. Por ejemplo, en la época de Duhalde, cuando la Corte tomó para sí algunos temas ligados al corralito, con el riesgo de tomar decisiones que afectaran las arcas públicas.
¿Se va a tratar este martes el tema? Algunos jueces podrían decir que no lo tienen decidido y que lo pasan para más adelante. Hay un enorme hermetismo dentro de la Corte. Ningún juez sabe a ciencia cierta lo que hará el otro. Hay, por supuesto, una tensión política muy grande sobre este tema. Sencillamente, porque son los jueces que han juzgado o van a juzgar la corrupción del kirchnerismo. Y a los funcionarios del gobierno de Mauricio Macri, que también tienen que hacer el recorrido por la Justicia. Además, si quedan libres esas vacantes el Gobierno va a tener bastantes posibilidades de cubrirlas. Por lo tanto, va a tener la posibilidad de ejercer algún control nada menos que sobre la Cámara Federal Penal, que es la que juzga los casos de corrupción.
La tensión es tan grande que muchos jueces de la Corte dicen que es mejor sacarse el tema de encima porque, en la medida en que los temas se postergan, la ansiedad aumenta y el problema también. Por lo tanto, habría que presumir que este martes la Corte lo aceptaría. Si eso ocurre, ya es más difícil saber qué van a decidir sobre la cuestión de fondo. El único indicio concreto que existe es un indicio inseguro. Se trata de una acordada del año 2018, ya célebre para los que siguen este tema, firmada por los jueces Ricardo Lorenzetti, Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqueda, que expresó que estos traslados habían sido hechos correctamente. ¿Pueden dar vuelta su posición? Sí, pero esa acordada es una atadura importante.
Mientras tanto, se va generando un clima político desagradable alrededor de esto. Hubo un escrache en Rafaela contra Lorenzetti. No se entiende muy bien, porque la posición del juez es una gran incógnita. Una cantidad de vecinos autoconvocados a través de las redes fueron a desfilar con autos por la casa del juez. Obviamente es repudiable cualquier hecho de esta naturaleza. Manifestaciones en los domicilios particulares de las personas. El Presidente de la Nación se solidarizó con Lorenzetti. Dijo que era una conducta "fascista". Y tiene razón.
Al mismo tiempo, Fernández se preguntó por qué habían admitido tratar el per saltum este martes, en lo que, se supone, que es una presión sobre Rosenkrantz. Hoy la ministra de Justicia indicó cómo debería fallar la Corte en este problema, donde el Poder Ejecutivo es el que quiere retrotraer el traslado de los jueces. Alberto Fernández dijo también cómo deben fallar. Y volvió a cometer un error jurídico, él que tiene 30 años de profesor. Se preguntó: "¿Y si traslado a un juez que a mí me gusta para cubrir el juzgado de Bonadio?". Él dice: "Sería un canalla". Pero, en realidad, si son para la misma tarea, la misma jerarquía, no se necesita el acuerdo. Más aún, el juez Bertuzzi, antes de ser trasladado a la Cámara Federal, había sido trasladado de un tribunal oral de La Plata a uno de la Capital, sin acuerdo. ¿Cuándo sucedió esto? En el año 2010. Lo trasladó Cristina Kirchner.
El Presidente confesó a dos interlocutores, un hombre de Cancillería y un periodista, que criticó a Rosenkrantz porque creía que el juez se había reunido con Mauricio Macri a coordinar la estrategia de defensa de Bruglia, Bertuzzi y Castelli. A esos interlocutores les dijo que el que le había dado esa información era Lorenzetti. Rosenkrantz le hizo saber después, a través de dos emisarios, que el dato era falso.
Lo interesante es que el mismo Fernández, el mismo presidente que repudia la presión sobre Lorenzetti, presiona a Rosenkrantz. La mejor declaración que vi sobre este tema es del jurista Andrés Rosler, un profesor de derecho muy inteligente, que escribió un tuit diciendo que "no hay que confundir fascismo en el mal sentido de la palabra (ataque a Lorenzetti) de fascismo en el buen sentido de la palabra (ataque a Rosenkrantz)". Parece que para el Gobierno habría un fascismo bueno y un fascismo malo, según quién sea la víctima.
¿Por qué es tan importante esto desde la política de poder? Porque el kirchnerismo está mirando, en la decisión que tome la Corte, el futuro de Cristina Kirchner. La vicepresidenta está mirando si la Corte va a ser complaciente o no con ella en todas las causas que tiene en el tribunal. Causas en las que ella ha pedido pronunciamientos adelantados con recursos extraordinarios. Este es el significado duro de lo que se está discutiendo y de lo que se va a discutir hoy respecto de estos tres magistrados: no es solamente cómo va a fallar en adelante la Cámara sino qué conducta, qué receptividad hay dentro de la Corte Suprema de Justicia a las necesidades penales de Cristina Kirchner.
Obviamente, todo este manejo institucional tiene una característica rara, que es la urgencia. ¿A qué se debe la urgencia en tratar estos temas? ¿Cuál es la agenda? Se lo preguntó Martín Lousteau en el Senado: en un país que tiene un problema económico como el que estamos viendo, con un derrumbe en el empleo, una incertidumbre cambiaria pavorosa, ¿esta es la urgencia del Gobierno o es la urgencia de la vicepresidenta? ¿Cuánto se proyectan estos desmanejos institucionales sobre la falta de confianza que hay en la administración de la economía? Este es el puente que une el problema de la Corte con, si se quiere, el problema del dólar. La falta de confianza que se manifiesta en la brecha cambiaria y en el precio de los bonos. Estamos ante un caso histórico de una reestructuración de deuda. Si uno mira el riesgo real que hay de que un vencimiento financiero de la Argentina no se cumpla tenemos que ir a mirar el año 2028. Sin embargo, cuando vemos el precio de los bonos, la tasa de interés que paga la Argentina el mercado presume que va a haber un default el año próximo. Cuando no hay vencimientos. Eso se llama desconfianza y lo registran las últimas encuestas. Una de Poliarquía, de este mes, indicó que desde el mes pasado a este los que creen que este Gobierno ya está jugado y no puede resolver los problemas que se propone, pasaron del 35% al 45% de los consultados.
Esto que muestran la encuesta y el precio de los bonos es lo que está manifestándose en el mercado cambiario. Allí aparece una desconfianza estructural en la orientación del Gobierno y en la capacidad que tenga para resolver los problemas económicos. Sobre todo uno: el desborde de pesos que hay en la Argentina. ¿Cuánta inflación va a haber? Y por lo tanto, ¿cuánto atraso cambiario va a haber? A este problema objetivo se le suman los desmanejos en las regulaciones cambiarias. Es decir, un problema de mala praxis que llevó a discusiones dentro del Gobierno este fin de semana, con el Presidente de árbitro, entre el ministro de Economía y el presidente del Banco Central.
Una anécdota. La semana pasada, si alguien compraba un departamento y quería pagarlo transfiriendo de una cuenta en dólares de la ciudad de Buenos Aires a otra cuenta en dólares de un banco porteño, el sistema no lo dejaba. Aunque esa transferencia no implicaba que el Banco Central perdiera reservas. ¿Qué se podía hacer en cambio? Transferir esos dólares a otra cuenta en el exterior, donde sí caen las reservas, y desde ahí transferirle al que le vendió el departamento para pagarlo afuera. Irracional por completo. Se estimulaba a sacar dólares del país. Es una señal que se interpreta así: "Si hay semejante problema para hacerse de los propios dólares, mejor los retiro de la caja de ahorro". Es lo que está pasando desde la semana pasada. El Gobierno se encargó de asustar a los que tienen dólares en bancos argentinos, que forman parte de las reservas que el mismo Gobierno teme que caigan.
Los números: el jueves pasado, los depósitos en dólares cayeron US$220 millones. Los cinco días hábiles anteriores, cayeron US$490 millones. Y el viernes, la cifra no está clara, pero se calcula que hubo una pérdida de US$300 millones, de gente que retira sus depósitos. Esto fue provocado por el Gobierno. No es el "acoso y derribo", no es la desestabilización de Fernández. Lo hizo el Gobierno con regulaciones que gente del Gobierno sabe muy bien que están mal hechas.
Ahora están tratando de mejorar la oferta de dólares, intentando y discutiendo una baja en las retenciones. Es muy difícil que el sector agropecuario, el sector exportador crea que, porque se bajan las retenciones, conviene liquidar dólares. Hay una expectativa de devaluación que está en la brecha cambiaria. Entonces, el productor que sabe que esta soja de hoy en dos o tres meses va a valer más, porque son dólares en forma de granos en un silobolsa, la conserva. Es un razonamiento financiero. Si el Gobierno además me garantiza que va a seguir emitiendo moneda; más estímulo hay para que yo conserve mis dólares en billete, o cosas que equivalen a dólares. Y el Gobierno da la señal de que va a seguir emitiendo. Concretamente, este mes se pagó muy poco por parte del Tesoro, pero todo lo que se devengó lo van a pagar el mes que viene. Por ejemplo: no se pagaron los subsidios energéticos. Pero ahora sí y fueron $49 mil millones a Cammesa en concepto de subsidio. Todo eso es emisión, que hace pensar que va a presionar sobre el dólar. Por lo tanto, el dólar va a subir.
Este es un razonamiento que está en el corazón del Gobierno y que está mirando mucha gente del oficialismo. Por eso hay un debate sobre el Banco Central, sobre estas regulaciones y sobre la falta de un plan que indique hacia adónde va la economía. Esto se suma a otras incertidumbres mucho más prácticas o concretas: la caída del empleo y la caída de la actividad.
Este martes llega una misión del Fondo Monetario Internacional a mirar todos estos temas. Importantísimo lo del Banco Central, porque si recordamos la larga crisis de Macri en materia económica, no tuvieron que renunciar los ministros de Economía o de Hacienda. Las cabezas que cayeron por los problemas económicos fueron las de los presidentes del Central. Porque la Argentina tiene un problema monetario y cambiario que está en el corazón de su problema económico. Y ahí es donde va a mirar el Fondo. Y ahí es donde vemos que el Gobierno trastabilla.
Todo esto lleva a una gran inquietud, no solamente del mercado, que somos todos, sino también dentro del oficialismo. Y es una inquietud inocultable, por más de que se diga que todo esto es parte de un proceso de desestabilización de la prensa hegemónica, los bancos, las empresas exportadoras y la oposición. No. Dentro del oficialismo hay gente muy preocupada. No solamente en los bordes, como se notó en la entrevista que hizo Jorge Fontevecchia en Perfil con Guillermo Moreno, una voz identificada como pocas con el pensamiento económico del kirchnerismo.
Martín Guzmán está inquieto, por eso hubo una reunión este fin de semana en Olivos con Pesce y Fernández. Por eso se habla de reemplazarlo a Pesce. Y Fernández lo sostiene porque es parte de su equipo. Es uno de los blancos que se ha propuesto voltear el kirchnerismo más duro desde hace meses. Y ahora más, por eso circuló el nombre de Carlos Heller para el Banco Central, que, con independencia de su ideología sabe de bancos. Por eso circula el nombre de Sergio Chodos, el representante en el FMI, ligadísimo a Guzmán. Es decir, sigue habiendo una incertidumbre respecto de la política económica y de la política cambiaria.
Cristina Kirchner está inquieta, y cualquiera de las personas que hablan con ella, a pesar de que habla con poquísima gente, sabe eso. En el oficialismo llama mucho la atención, hay todo un misterio, sobre una conversación telefónica que ella mantuvo hace dos viernes con Sergio Massa. Dio para que muchos pensaran que en la cabeza de Cristina debería haber una intervención sobre el gobierno de Alberto Fernández tomando la jefatura de Gabinete a través de Massa. Hay un coro de críticas a Santiago Cafiero, tanto en el Instituto Patria como en La Cámpora. Cuando el problema no es Cafiero. Para ellos es Fernández.
Hay un inconveniente que, muy probablemente, Cristina Kirchner se plantea cuando piensa en estas martingalas para salvar a un Gobierno que ella cree que está en problemas: "¿Y si Alberto me renuncia porque lo presiono demasiado?". Grave problema. Massa también habló. No solo con Cristina, también con Alberto, hace más o menos 15 días. No le dijo, como dice Diego Guelar, "game over, este Gobierno está agotado". Pero le dijo: "Tenés que pensar mucho todo, de nuevo". Claro, los amigos de Massa le dicen que él no está tan mal. Las encuestas dicen que tiene un 33% de imagen negativa y 33% positiva. Está ahí, boyando. Los amigos le dicen que espere, porque son gente del conurbano, la mayoría viene del duhaldismo. "Esperá, crisis, crisis, crisis... estás en la línea sucesoria". Por supuesto, Massa no se permite esa fantasía.
Alberto Fernández mismo se siente víctima de un ajedrez que no es el suyo y le ha confesado algo inconfesable a un par de amigos: "Finalmente, si miro el cuadro y sintetizo, soy víctima de un conflicto sin solución entre Cristina y Clarín. Yo estoy en el medio". Es una escena compleja porque Fernández tampoco está tan mal. Hay dos personas que están por encima de la clase política hoy en la Argentina: Horacio Rodríguez Larreta y Alberto Fernández. El problema de Fernández es que está cayendo. El Gobierno en los últimos cinco meses cayó de una consideración positiva de 79% a una de 43%. Ese es el dato que le preocupa a Massa. Esto es lo que está mirando Cristina. Más allá de otros datos que tienen que ver, sobre todo, con una forma de tomar decisiones. En el último mes, la imagen positiva del Gobierno, según un consenso de las principales encuestadoras, cayó más o menos del 50% al 43%. Del mes pasado a este.
Esto se proyecta sobre un temor electoral. Y tal vez ahí está la clave de por qué tanta presión de Cristina sobre los temas judiciales. No está claro qué va a pasar en las elecciones del año que viene. En las únicas que importan, que son las elecciones de la provincia de Buenos Aires. Esa es la gran batalla, porque obviamente el Gobierno supone que la Capital la va a perder; Córdoba es básicamente de Macri o de algo que se le parezca a Macri; en Santa Fe, más allá de que Omar Perotti pueda compensar la caída del kirchnerismo, están heridos y se vio con el caso Vicentin. La gran batalla es la provincia de Buenos Aires, donde están los votos de Cristina, que tiene muchísimos. Muchos más de los que registran las encuestas. Hay un voto de Cristina Kirchner al cual es muy difícil acceder con el aparato de observación que existe hoy en la Argentina. Pero igual eso está amenazado. Ahí está la tensión y por eso se empieza a especular con algún tipo de manipulación del calendario electoral. Por ejemplo, que se suspendan las PASO. De tal modo que, si hay una recuperación de la crisis, ésta sea más fructífera en términos electorales en las elecciones generales de octubre y no en las primarias de agosto. Claro, para el Gobierno las primarias son un instrumento inocuo. El poder ordena las listas. Las primarias son un instrumento de selección de candidatos para la oposición.
En la atmósfera reina el pesimismo. La gente que cree que vamos a estar peor el año que viene que este año, pasó de más o menos el 30% al 50% en dos meses. La gente que dice "no me gusta Cristina, ni Macri, pero tampoco me gustan Alberto Fernández o Rodríguez Larreta", es decir, "no me gusta nadie", en una encuesta de Isonomía, en los últimos cinco meses pasó de 0 a 6%. ¿Es mucho? No, 6%. Pero era 0 hasta hace unos meses. Es muchísimo si se mira la velocidad de ascenso de ese número.
En la Argentina nadie es de derecha. Alguien muy jugado dice "centro-derecha". Pero ahora no. Esa encuesta descubre que un 9% se declara de derecha. Algo que también le sorprendió a la consultora. Abren esa caja, miran adentro y ¿qué hay ahí? Gente que quiere muchísima libertad de mercado y mucho orden en la vía pública. El tema es "seguridad y que el Estado no se meta en mi propiedad". En la encuesta de Poliarquía apareció algo raro. Por primera vez aparece, espontáneamente, José Luis Espert, con 1%. Es el mismo 1% que tiene en la misma encuesta a Elisa Carrió. Insisto: menciones espontáneas. Espert, que antes no registraba peso en la balanza, expresa ese 9% que dice que es de derecha. Con todos estos datos el establishment político empieza a estar interpelado. Asoma un germen de antipolítica. Una presión sobre la clase política en su conjunto. El tema de la corrupción pasó de estar en quinto lugar a estar tercero. En este contexto riesgoso, inquietante se inscriben las escenas eróticas de Ameri.
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