Falleció el ex presidente de la Corte Suprema Adolfo R. Gabrielli
Prestigioso, lideró el alto tribunal de justicia entre 1978 y 1983
Hombre de derecho concienzudo y puntilloso, magistrado que en medio de reservas arquetípicas blasonaba con orgullo de sus "42 años en el Poder Judicial", persona intachable desde todo punto de vista, el doctor Adolfo R. Gabrielli, que falleció el martes último, no pudo, pese a todo ello, esquivar su cuota de reparos e imputaciones.
Un prestigio basado en impecables antecedentes en la magistratura -incluido un carácter entero que lo mantuvo lejos de intentos de manoseo, aunque fuesen minúsculos- y en una profunda versación en Derecho Tributario, lo llevaron a ser ministro de la Corte Suprema y luego presidente de ese tribunal durante cinco años.
Esa merecida consagración profesional ocurrió, sin embargo, durante el gobierno militar y fue causa de agrios cuestionamientos que supo sobrellevar con notoria prudencia e invariable decoro. Nacido en La Plata en 1911, estudió en Córdoba, donde en 1935 se graduó de abogado.
Su carrera
A poco comenzó su relación con el tributarismo. Fue sucesivamente, jefe de Asuntos Legales de la más tarde Dirección General Impositiva, en Bahía Blanca, Tucumán, Córdoba y Rosario. En 1943 se convirtió en secretario del Juzgado Federal de esta ciudad y en 1946, en juez en lo Contencioso Administrativo en esta capital.
En 1953 pasó a ser juez federal en lo Civil y Comercial y desde 1955 hasta 1973 fue camarista en la sala en lo Contencioso Administrativo, función que en 1962 compartió con la de la presidente de la Junta Electoral Nacional.
Su probidad y energía se destacaron ya en 1958, cuando expresó una opinión nada complaciente sobre las cortapisas que las nuevas autoridades ponían a la confirmación de jueces.
En 1973, el sentido de su abrupto alejamiento de la magistratura era por demás obvio y no dejó de ser comentado con elogio. En marzo de 1976 fue designado ministro de la Corte y en 1978, presidente de ese tribunal, cargo que ocupó hasta fines de 1983.
Conocía su responsabilidad y no lo ocultaba: "Se nos señala como jueces del Proceso, se dice que no somos jueces constitucionales, lo que no deja de ser verdad", reflexionó ante un periodista de LA NACION, al tiempo que asumía un arduo equilibrio y pedía -ya sobre el ocaso del régimen de facto- que la Justicia no se convirtiera en "botín de guerra" de una lucha de facciones.
Pero era la hora de los reproches y resultaba imposible evitarlos. Con apasionamiento y virulencia se enrostró a los jueces todo tipo de atropellos y omisiones. Sin embargo, los de la Suprema Corte no habían dejado de tener actitudes que mostraban, a lo menos, independencia de criterio.
Y hasta hubo situaciones de choque abierto con la autoridad ejecutiva, como en el caso Timerman, por la inicial resistencia a cumplir la orden de liberación dispuesta. En 1981, el caso Moya -un extremista que había pasado seis años en prisión sin ser sometido a juicio- estuvo a un tris de provocar el descabezamiento de la Corte por parte del poder militar contrariado.
Pero las mismas divisiones que minaban a éste, a la vez que preservaban la relativa autonomía judicial actuaban como elemento fuertemente irritativo. A sólo meses de superado ese episodio se pretendió que las incipientes discrepancias entre el presidente Roberto Viola y la Junta Militar fuesen dirimidas por un arbitraje del más alto tribunal, iniciativa que creó para éste y para sus integrantes un grado impropio de exposición pública, que finalmente derivaría en descrédito.
Con sobriedad adecuada a tan riesgoso trance, el titular de la Corte se atuvo a la doctrina entonces común, que reconocía la validez constitucional de las normas transitorias incorporadas a la Carta Magna y consiguió imponer su punto de vista.
Es autor de un importante cuerpo de obras sobre derecho tributario, disciplina en la que llegó a ser autoridad muy acreditada. De ellas, "Derecho tributario penal", que fue su tesis doctoral, apareció en 1946. En 1972 publicó el "Curso sobre procedimiento tributario" y luego "La defraudación fiscal y las penas corporales" y "La pena de prisión en materia tributaria".
Vecino de San Isidro, su sepelio se efectuó en el Parque Memorial.
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