Falleció Carmelo Angulo Barturén, uno de los artífices de la Mesa del Diálogo de 2002
Como representante de la ONU para el Desarrollo propuso crear un ámbito de consensos intersectorial ante la profundización de la situación social y económica; fue embajador de España en la Argentina
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Hoy se acaba de ir un amigo de la Argentina. Y con él, una figura decisiva de la historia reciente de nuestro país. Diplomático de prestigio; profesor y conferencista; cálido, querible y amabilísimo en el trato; siempre comprometido con causas nobles, Carmelo Angulo Barturén (España, 1947- 2022) fue uno de los artífices y principales promotores del Diálogo Argentino: la mesa que convocó a referentes de los distintos sectores de la vida pública y política de la Argentina, construyó acuerdos sobre las cenizas de 2001 y trazó una salida posible a la crisis que dejó la caída de la convertibilidad y el traumático final del gobierno de la Alianza.
Angulo Barturén había llegado a la Argentina a mediados de 2001 como representante de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Apenas vio los alarmantes indicadores sociales y económicos del país, el aumento de la tensión política y la ausencia de diálogo entre los principales actores de la vida pública, el español sintió que algo debía hacer para evitar el derrumbe. Con algo de pudor, sabiendo que se extralimitaba en sus funciones, le propuso al presidente Fernando de la Rúa activar una instancia de diálogo conjunta y transversal que evitara el abismo. “Sentía que no podía quedarme callado. Le dije algo que era inconveniente diplomáticamente y que no lo he hecho nunca en una presentación de cartas credenciales: ‘¿Por qué no poner en marcha algo que permita parar esto que se viene?’ Era junio del 2001″, dijo en una entrevista con La Nación en 2021. A pesar de la sugerencia del diplomático, no fue el presidente De la Rúa quien recogió el guante sino Eduardo Duhalde, después del explosivo final de la Alianza.
A comienzos de 2002, a instancias del diplomático español y la Iglesia Católica– que contaba con altos índices de reputación, respeto y confianza- comenzó a reunirse la Mesa de Diálogo Argentino. Quienes trabajaron a su lado dicen que asumió un desafío “quijotesco”, construyó puentes, reunió a unos y otros, logró que se sentaran en una misma mesa y salieran de esa convocatoria con compromisos conjuntos. Aquella fue quizás una de las pocas y más exitosas experiencias de construcción de consensos en una Argentina siempre proclive a la discordia, el antagonismo y la trinchera.
En 2004, el gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero designó a Angulo Barturén como embajador en la Argentina y el gobierno de Néstor Kirchner le dio el plácet correspondiente en 72 horas. Su figura había sido clave para sentar las bases de otra Argentina posible.
“Todo el mundo está esperando que la Argentina arranque alguna vez. Es el país paradoja: nadie discute el potencial enorme que está allí y todos se extrañan de que no se pueda llegar a alguna fórmula de convivencia y de respeto general. Creo que hay que abandonar un poco las trincheras y salir a la superficie con honestidad y con una propuesta”, dijo en aquella entrevista en la que dejó entrever un amor intacto por la Argentina. En ese momento se aprestaba a dar una clase magistral en el Programa Liderazgo Humano para el Desarrollo Humano, lanzado por la Universidad Católica Argentina.
Para Angulo Baturén los tiempos actuales exigían liderazgos constructivos, participativos y con visión de futuro. “No es lo mismo un político que un estadista, lo que yo llamaría “sentido de Estado”. Los liderazgos hoy son modestos, convocan, dan participación y deben tener visión de futuro y de largo plazo. Los problemas son tan grandes que ni este gobierno ni el que venga posiblemente los vaya a solucionar. Los problemas son monumentales; trascienden a las personas y a los gobiernos de turno”, dijo en 2021 sobre un presente aciago que reclama soluciones inmediatas, conjuntas y sostenibles.
El 1 de noviembre de 2022, en el homenaje que le realizó la Cámara de Diputados al periodista José Ignacio López -exvocero de Raúl Alfonsín y vocero también del Diálogo Argentino- Angulo Barturén le envió un cálido video grabado desde España. Esas palabras no solo condensaron el cariño, el respeto y la admiración por López, sino una idea de hermandad que los unió por décadas.
La docencia fue también, parte de su vida. Profesor en las universidades de Colombia, País Vasco, Complutense de Madrid, Murcia y Sevilla, también participó en decenas de conferencias, seminarios y cursos sobre lo que era para él una obsesión: el desarrollo y cooperación internacional.
Licenciado en Derecho y B.A en Relaciones Internacionales por la Universidad de Navarra, con postgrados en Derecho Internacional y Derechos Humanos en las Universidades de La Haya, Luxemburgo, Estrasburgo y Nacy, entre otras, ingresó en la Escuela Diplomática en 1974 e inició su carrera en 1977. Desde entonces, desarrolló su larga trayectoria como diplomático en distintos destinos: Mauritania, Canadá, Túnez Bolivia, Colombia, Argentina y México.
Recibió, a lo largo de su vida pública y profesional, innumerables condecoraciones y doctorados honoris causa y realizó valiosos aportes a la cooperación internacional desde cada lugar que le tocó ocupar. Fue subdirector general de África del Norte y Oriente y director general del Instituto de Cooperación Iberoamericana.
Su sensibilidad y compromiso por los más vulnerables se cristalizó en distintas organizaciones. Bastan solo dos ejemplos: fue Presidente de Unicef en España y vicepresidente de la Fundación Luzón de Lucha contra la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA).
Hoy la Argentina despide, con inmensa gratitud, a una figura extraordinaria.
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