Extravagancias y anomalías de las PASO
Las primarias argentinas, en las que infinidad de candidatos están obligados a competir en ausencia de un rival, son una de las tantas extravagancias del legado kirchnerista. Las del próximo domingo presentan, además, otros rasgos inusuales. El más llamativo es que pocas veces un presidente al que se imputa una pésima situación económica está en condiciones de competir con una razonable posibilidad de ser reelegido. Esta autonomía, acotada, por supuesto, del proceso electoral frente a las angustias materiales, tiene manifestaciones sorprendentes. Rodrigo Martínez, de Isonomía, detectó que quienes creen que un gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner les mejoraría mucho su nivel de vida son más numerosos que los votantes de esa fórmula. Para muchos ciudadanos, la amenaza del malestar político es más poderosa que la promesa del bienestar económico. El propio Fernández refuerza esas prioridades cuando sobreactúa la distancia con su compañera de fórmula. Quedó claro en la desafortunada promesa a la investigadora Sandra Pitta. "Sandra, yo te voy a cuidar". ¿De quién? Es obvio: de Cristina Kirchner y lo que ella representa. Hasta el candidato kirchnerista pide el voto agitando el miedo a un retorno kirchnerista. Aunque anoche las dos campañas confluyeran demostrando que, en realidad, son una sola: la expresidenta apareció amadrinándolo, en un acto imponente, en Rosario. Fernández, que quiere cuidar a Sandra Pitta, no se pudo cuidar solo.
Dentro de este marco tan poco frecuente se inscriben otros fenómenos inusuales, más específicos. Los más relevantes tienen lugar en la provincia de Buenos Aires. Allí, por primera vez en 32 años, el peronismo compite desprovisto al mismo tiempo de la caja nacional y provincial. Es una situación no prevista en el manual de instrucciones del aparato bonaerense, que se agita como un pez fuera del agua. Gracias a esta rareza, los intendentes del PJ han aumentado mucho su poder.
La encrucijada es inédita, también, por otro dato: la presencia de María Eugenia Vidal. Nunca antes una fuerza no peronista contó con una figura que interpelara con tanta eficacia al electorado y, en tantísimos casos, a la dirigencia peronista. Axel Kicillof es la víctima involuntaria de esta "anomalía". Del mismo modo que Vidal es víctima del sistema electoral: la potencia de la expresidenta y la debilidad de Macri en el conurbano bonaerense condenan a la gobernadora a depender de nuevo de una oleada de corte de boletas.
Esta colección de perplejidades opera como un baño de humildad para los analistas de opinión. Los pronósticos vienen envueltos en varios pliegues de cautela. Al cabo de todas las salvedades, aparece un consenso más o menos compartido entre las principales consultoras: Fernández se impondría por pocos puntos sobre Macri y no alcanzaría el 40% de los votos. Y Roberto Lavagna rondaría el 8%. La diferencia entre Fernández y Macri varía de 3 puntos a un empate, según cuál sea la encuesta. El gran enigma es el desenlace bonaerense. En un mano a mano, Vidal se impone sobre Kicillof por varios puntos: alrededor de 48% contra alrededor de 38%. Pero cuando se confrontan las boletas completas, Kicillof supera a Vidal por un margen que fluctúa según el sondeo. Este escenario, muy hipotético, inspira entusiasmo en el oficialismo en las últimas horas. Sobre todo en Jaime Durán Barba. "Durante el fin de semana vio algo que le inyectó una gran confianza. No sé qué es, pero está confiadísimo", comentó un amigo de Macri que habló ayer con él. En la Casa Rosada calculan que, si las encuestas se confirman, habrá una polarización que mejorará las chances de Macri para la primera vuelta. Igual cruzan los dedos.
Una tendencia interesante es que Fernández presenta muy buenos números en lugares que en 2015 fueron muy esquivos para Daniel Scioli. Entre Ríos o La Pampa, por ejemplo. Eso explica la calidez de Carlos Verna, según se ve en la foto del candidato con los gobernadores del PJ. Una herida para los antiguos compañeros de Verna en el Senado, que recuerdan el papel de Fernández en la operación Pontaquarto. Macri, por su parte, también progresa en territorios en los que hace cuatro años anduvo mal: Chaco, donde Cambiemos había sumado 26%; Jujuy, donde obtuvo 27%, o Salta, donde apenas superó el 21%.
Sin embargo, el oficialismo tiene bajo la lupa dos provincias. Una es Córdoba, donde Macri estaría rondando 50% de los votos, según cifras del PJ local. En la primera vuelta de 2015 había sacado 51%. Se entiende que Fernández haya ido varias veces a ese distrito. La última, de la mano de Roberto Urquía, exsenador kirchnerista, dueño de Aceitera General Deheza y cuñado de Miguel Acevedo, el presidente de la UIA. El empresariado toma posiciones.
La otra es Santa Fe, que el Presidente ganaría, según encuestas de la Casa Rosada, por alrededor del 38%, contra un 28% del kirchnerismo. El objetivo de Juntos por el Cambio es debilitar a Lavagna, que cuenta con el apoyo del socialismo santafesino.
Macri cuenta con una ventaja especial en otro de los grandes distritos: la ciudad de Buenos Aires. Horacio Rodríguez Larreta aspira a ganar en primera vuelta. Para eso consiguió unificar detrás de sí a todo el oficialismo, incluidos Martín Lousteau y el radicalismo porteño, que lidera Enrique Nosiglia. A Larreta solo le faltó que Elisa Carrió se sacara una foto con Lousteau. Apenas logró su silencio. "Horacio puede hacer hazañas, no milagros", bromeaba ayer uno de sus colaboradores. Larreta tiene también la ventaja de que su principal rival, Matías Lammens, es un novato. "No te extrañe que el propio Horacio, que es amigo de Lammens, lo haya alentado a competir. No da puntada sin hilo". El resultado porteño tiene significado dentro de un juego que ya está abierto: la disputa por las presidenciales de 2023 dentro de Cambiemos. A contraluz de esa competencia hay que leer las versiones sobre un pase de Marcos Peña desde la Jefatura de Gabinete a la Cancillería. El sueño eterno de Nicolás Caputo que hace fantasear a sucesores imaginarios: de Guillermo Dietrich a Rogelio Frigerio. "No hay que equivocarse. El jefe de Gabinete, si Macri se reelige, va a ser Macri. En todo caso, habrá más poder para los ministros", explica un entendido, que prueba el pescado antes de pescarlo. Lo concreto: la buena imagen y la organización de Larreta beneficiarán este domingo a Macri, debido a que por primera vez la elección municipal es simultánea con la presidencial.
El centro de gravedad de la elección sigue siendo la provincia de Buenos Aires. Kicillof se beneficia del empuje de la señora de Kirchner. Pero también de su profesionalismo para buscar el voto. Un integrante del equipo de Vidal admite: "La campaña de Kicillof es la que más se parece a las que hacemos nosotros; mucho contacto con la gente, poco con los dirigentes, y casi ningún error discursivo. Mucho mejor que la de Fernández". Kicillof tiene, igual, un desafío delicado: enfrenta a la dirigente con mejor imagen del país. Vidal estaría destinada a ganar si no fuera porque carga con la mochila de un Macri que, en el conurbano, se ha deteriorado mucho por la crisis económica. Con una salvedad: muchos encuestadores que realizaron estudios presenciales y telefónicos en el mismo grupo social advierten que el mayor caudal de voto avergonzado corresponde a simpatizantes de Macri. No del kirchnerismo. Macri se dirigió a esos ciudadanos cuando pidió no esconder que se lo prefiere.
Para arbitrar las contradicciones del sistema electoral se apela al corte de boleta. El equipo de campaña de Vidal tiene bajo la lupa a unos 15 intendentes del PJ que acreditan una intención de voto muy superior a la de Fernández/Kirchner/Kicillof. Como no quieren perder ese plus, esos alcaldes distribuyen su propia boleta en todas las combinaciones posibles. Sobre todo con la de Vidal. Uno de ellos, de una ciudad lindera a la Capital, pidió a la gobernación un millón de esas papeletas.
Este comportamiento, que se reproduce entre los intendentes de Pro dispuestos a entregar la boleta de Cristina Kirchner para no quedar nivelados en el porcentaje de Macri, desató las sospechas de La Cámpora. Sus dirigentes, celosos de la suerte de Kicillof, quieren intervenir en la organización y control de la elección en algunos barrios para después comparar el volumen de corte de boleta. Recuerdan la distancia entre Néstor Kirchner y muchos jefes comunales en las infaustas elecciones de 2009.
La otra tensión entre el aparato territorial de la provincia y La Cámpora se debe al financiamiento de la elección. ¿Quién pagará a los fiscales en las comunas gobernadas por Cambiemos? Los intendentes peronistas se resisten. Los sindicalistas miran para otro lado. Todos esperan que Máximo Kirchner abra la alcancía. Anteanoche se acordó abonar $1000 por fiscal y $1200 por fiscal general. También hay que contemplar recursos para el almuerzo y el transporte. Problemas insólitos, como la imagen del apoderado Jorge Landau lloriqueando porque le hagan fraude al PJ en el conurbano bonaerense. Herminio se revuelve en la tumba.
La elección en la provincia plantea otro interrogante: ¿a quién le resta votos Lavagna? El lunes pasado, en el PJ se desarrolló un debate alrededor de esta pregunta: ¿conviene robarle boletas a Lavagna? En términos menos técnicos: ¿a quién votará el que no encuentra a Lavagna en el cuarto oscuro? ¿A Fernández o a Macri? Es una duda legítima, si se tiene en cuenta que el exministro lleva en su lista a Graciela Camaño y Chiche Duhalde.
Los sociólogos coinciden en que, en general, el votante de Lavagna votaría a Macri como segunda opción. Por eso la presión sobre el economista será feroz si, en la primera vuelta, la reelección de Macri estuviera amenazada por Fernández. En ese caso, no alcanzaría la polarización del electorado. El Gobierno buscaría que la oferta se polarizara, seduciendo a Lavagna para que desista de competir. Felipe Solá se adelantó a ese movimiento cuando le dijo a Jorge Fontevecchia que quiere tener a Lavagna en su equipo. Del mismo modo, los radicales atraen a Margarita Stolbizer para que se sume a Macri a partir de este domingo. Otra foto que Carrió no querrá sacarse.
A pesar de estas dificultades, la gobernadora tuvo un éxito. Evitó que Cristina Kirchner alcanzara su objetivo: arrastrarla con provocaciones a una discusión de barricada. Ha sido, en las últimas semanas, casi la única preocupación de la expresidenta. Ella se mantuvo distante de los pormenores de la campaña hasta anoche, cuando reapareció en Rosario, en un acto multitudinario. Más allá de esto, la señora de Kirchner ha tenido tiempo hasta para la vida social, que en ella es infrecuente. Por ejemplo: el viernes comió a solas en la casa de su exembajador en Francia, Archibaldo Lanús. Llegó, puntual, a las 20.30, después de que su custodia revisó el palacio Estrugamou. Ella y Archie recorrieron el departamento antes de sentarse a la mesa y conversar hasta las 23.40, envueltos en la música que un pianista hacía llegar desde la sala. Casi Versailles. Como el encuentro era la retribución a un ejemplar de Sinceramente que la expresidenta le había enviado, el anfitrión también regaló un libro. Las bases, de Juan Bautista Alberdi, primera edición. ¿Ironía, distracción o sugerencia? El pensamiento del padre del liberalismo argentino en manos de la madrina de Axel Kicillof.
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