Evita, a 92 años de su nacimiento
Llegó a Buenos Aires en 1935 y desde 1944, cuando conoció a Juan Domingo Perón, se convirtió en su brazo ejecutor; despertó amores y odios
Era la madrugada del 7 de mayo de 1919, en plena Semana Trágica, cuando la convulsión política y la inestabilidad social jaqueaban la realidad cotidiana de los argentinos. La recién nacida en General Viamonte, partido bonaerense de Los Toldos, María Eva Duarte, no podía imaginar que tres décadas después, en su apogeo, amada y odiada, pronunciaría una desgarradora despedida.
"Tengo una sola gran ambición: que de mí se diga que hubo al lado de Perón una mujer que se dedicó a transmitirle las esperanzas del pueblo, que luego Perón convertía en hermosas realidades", afirmó ya enferma de cáncer, el 31 de agosto de 1951, al renunciar a la candidatura a vicepresidente. Ese discurso fue uno de los pronunciamientos más recordados de la historia política argentina y de la vida de Evita.
Llegó a Buenos Aires desde Junín, en 1935, cuando los argentinos aún no se recuperaban de la trágica desaparición de Carlos Gardel. En la gran ciudad conoció al hombre de su vida en enero de 1944.
A medida que crecía fue comprobando la desolación que la rodeaba, emparentada con un sentimiento creciente de rebeldía ante la injusticia social. Esa realidad sellaría de manera definitiva su destino y su acercamiento hacia los más humildes. Fue "la Eva" para la clase dominante y el antiperonismo a ultranza. Y fue "Evita" para millones de trabajadores, ancianos y niños que hasta levantaron altares en su nombre y homenaje.
Inundó el país de hogares, escuelas, escuelas de tránsito, ciudades infantiles, barrios obreros, clínicas, hospitales y policlínicos. Además de colonias de vacaciones y una legislación que reivindicó, entre otras muchas cosas, el cercenado derecho femenino al voto.
Su deceso, a las 20.25 del frío 26 de julio de 1952, bajó, de forma momentánea, los brazos del pueblo que la seguía. "Abrazada a la Patria todo lo daré, porque todavía hay quienes sufren, porque todavía hay enfermos y existe una lágrima que enjuagar", dijo en uno de sus últimos discursos. Luchó y murió a los 33 años. Hoy hubiera cumplido 92.