Espionaje ilegal: venganzas secretas y límites del renunciamiento de Cristina Kirchner
La vicepresidenta buscó utilizar a su favor la denuncia del viaje de jueces y empresarios a Lago Escondido; el vocero elegido para hacerlo público fue el presidente Alberto Fernández
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Antes del veredicto por la causa Vialidad, la vicepresidenta Cristina Kirchner reunió al senador Oscar Parrilli, a los diputados Leopoldo Moreau y Eduardo Valdés, y al ministro de Justicia, Martín Soria, entre otros comensales, para definir la forma de utilizar a su favor los chats logrados a través del espionaje ilegal sobre un grupo de jueces y empresarios de medios. Todos sabían que era información conseguida mediante un delito; por lo tanto, la primera decisión fue evitar que Cristina Kirchner fuera la responsable de amplificarlo. Era necesario encontrar un personaje que aceptara hundirse en el lodo de la ilegalidad de los servicios de inteligencia clandestinos, pero que a la vez su participación garantizara difusión para los chats. Nada mejor que el presidente Alberto Fernández. El mensaje llegó a los oídos presidenciales en las vísperas de la condena contra Cristina Kirchner. Le exigían salir a hablar.
En el kirchnerismo ubican al ministro de Economía, Sergio Massa, como el portavoz de la sugerencia que el cónclave transmitió a Fernández. Otros sospechan que Massa se promocionó como el vocero, pero en realidad la directiva llegó por múltiples canales. El final indiscutido es que el Presidente aceptó su papel con el uso de la herramienta más poderosa de comunicación que la ley entrega al Poder Ejecutivo: la cadena nacional. La única vez que Cristina Kirchner mencionó al Presidente tras la condena por Vialidad fue para recordar que había difundido la información de los chats. En otras palabras, la vicepresidenta subrayó el papel que Fernández tuvo en la operación, el lugar de portavoz.
En el clímax de su discurso posterior a la condena, la vicepresidenta anunció que abandonaba cualquier candidatura, era su intento por esculpir la escena heroica del renunciamiento, como si la historia se definiera por la voluntad propia y pudiera arrebatarles el placer de ser simplemente una condenada a los poderes que entrevé detrás de sus contratiempos. Pero el anuncio resultó, sobre todo, una venganza descarnada contra los dirigentes propios. En especial contra quienes aspiraban a tenerla en la boleta electoral para prologar el usufructo de negocios y candidaturas. Un colaborador de la vicepresidenta usó una metáfora animada: “se pudrió de ser Mickey Mouse”. En otras palabras, la venganza fue especialmente contra aquellos que se sacan una foto con Cristina Kirchner para arrastrar votos a su caja fuerte, pero luego, en la mirada de la vicepresidenta, la dejan en soledad en el derrumbe judicial. La venganza, entonces, abarca hasta el infinito, desde el propio Presidente hasta protagonistas de los chats, como Julián Leuda, el asesor presidencial que prometía quitar el escándalo de las pantallas de C5N, el mismo que sugería en la Cámara de Casación separar Hotesur de Los Sauces, es decir, abandonar a su suerte a la vicepresidenta, pero mejorar la situación procesal de los dueños del canal, Cristóbal López y Fabián de Sousa.
El corrimiento electoral de Cristina Kirchner en las boletas acrecienta el afán de La Cámpora por transformar a Sergio Massa en su candidato a presidente. A primera vista parece una repetición de la decisión que llevó a Alberto Fernández a la presidencia. Pero existe una diferencia sideral. Massa en el poder construye con afán indomable para sí mismo. No comparte. Como interpreta un legislador del peronismo, “si llega a la presidencia puede ser la venganza final de Cristina contra el kirchnerismo: Alberto los preparó y Sergio los ajustició”.
De todas formas, en el Frente de Todos comentan con malignidad que Massa tiene otras preocupaciones. Y no es la inflación. Tampoco las consecuencias de los chats copiados del teléfono del ministro de Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro. Quienes conocen a Massa se refieren a las negociaciones para la venta de América TV, el medio que el poder político asocia directamente con el ministro de Economía. Si la operación se concreta, su ascendencia corre el peligro de esfumarse. La oferta para comprar las porciones de Daniel Vila, José Luis Manzano y Gabriel Hochbaum corrió por cuenta del empresario Marcelo Figoli, dueño de Alpha Media y, según los conocedores de las tratativas, ronda los 48 millones de dólares. Massa hizo saber su preocupación al kirchnerismo de perder una señal amiga. Hubo movimientos reservados para evitar la venta. El problema para Figoli se centra en los avales que necesita para el pago de la parte en cuotas de la oferta. Los obstáculos que aparecieron en la estrategia del empresario del entretenimiento fueron celebrados en el Ministerio de Economía. La compra de América TV es un brote verde que Massa preferiría ver marchitar.
El impacto de los chats
En todo caso, el problema más acuciante del escándalo de los chats cató sobre Marcelo D’Alessandro. La difusión de las conversaciones entre el ministro de Rodríguez Larreta con jueces y directivos de Clarín amenazan con cercenar su carrera política. El contenido del teléfono comenzó a venderse en las redes y, según informó la periodista Emilia Delfino en eldiarioar, incluyen también conversaciones sobre temas sensibles con Daniel Angelici, el proverbial operador judicial del macrismo. Así las cosas, las charlas con los jueces sobre su viaje a Lago Escondido puede ser un problema menor. El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, salió a respaldarlo cuando resonaban los primeros temblores del sismo. Pero fue una reacción temporaria. En el universo político de la Ciudad pronostican que cuando los ecos aminoren, Rodríguez Larreta bajará su pulgar y el ministro partirá hacia otros destinos. La entrega por capítulos de los chats robados sería una carga demasiado pesada para una campaña presidencial.
La caída de D’Alessandro puede dibujar una leve sonrisa en la cara de Patricia Bullrich, candidata presidencial de Pro. Al Ministro de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires le atribuyen la responsabilidad de que la Cámara Federal porteña haya aceptado avanzar con la investigación en torno a Gerardo Milman, mano derecha de la candidata, en la causa por el atentado contra Cristina Kirchner. El fuego amigo puede ser más cruento que las reacciones de los adversarios.
Los rivales que conquistó D’Alessandro a lo largo de su carrera desatan diferentes lecturas sobre el origen de la operación ilegal que se enfocó en su teléfono, desde el kirchnerismo a otras esferas más próximas en el universo político. También hubo especulaciones sobre la dificultad para hackear Telegram. Pero los investigadores más entrenados en la materia descartan que ese haya sido el mecanismo del espionaje. La hipótesis más certera es que a D’Alessandro le copiaron el chip y apuntan a agentes que atacaron otros teléfonos, como el usado por Diego Santilli. Todos los ataques llegan a través de teléfonos con prefijos de la provincia de Misiones. Pero ninguna investigación seria todavía se puso en marcha para alcanzar a la banda que se esconde detrás del espionaje ilegal.
La difusión de los chats tuvo más efectos políticos que judiciales. Tras su inmersión en el lodazal del espionaje ilegal, Alberto Fernández cree que con Cristina Kirchner corrida de las candidaturas, su estrella todavía brilla, tanto que se animó a ensayar un virtual lanzamiento de campaña en un acto privado en la quinta presidencial de Olivos. En el kirchnerismo agregan que Santiago Cafiero ejerció de presentador. Pero Fernández pecaría de inocencia si creyera que su vicepresidenta va a despejarle el camino para que avance sin contrincantes en la interna del Frente de Todos. La arremetida recién comenzó. Y en febrero llegará la avanzada final del kirchnerismo para que el Presidente incluya en las sesiones extraordinarias la suspensión de las PASO. Será el paso previo a la presión para quitarlo de la escena electoral. El renunciamiento histórico tiene sus límites.
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