Espionaje ilegal: las dificultades que tendrá la Justicia para encontrar información clave en el teléfono de Fabián “Conu” Rodríguez
Desde el allanamiento en su casa hasta hoy, el dirigente de La Cámpora tuvo cuatro días para borrar mensajes, aplicaciones o formatear el dispositivo, lo que dificultaría el peritaje
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El funcionario de la AFIP y dirigente de La Cámpora Fabián “Conu” Rodríguez entregó este viernes su celular a la Justicia para que sea peritado. Lo hizo porque está siendo investigado por espionaje ilegal, acusado de haberle encargado tareas de inteligencia clandestina al espía Ariel Zanchetta y de haber financiado esas actividades con fondos públicos.
Como las comunicaciones de la mayoría de las personas pasan, casi inevitablemente, por un teléfono celular, es lógico que la Justicia busque allí pistas para avanzar con la investigación que podrán demostrar su culpabilidad o probar su inocencia.
El problema es que difícilmente logren encontrar algo clave en ese teléfono, y por una sencilla razón: cuando la Justicia allanó su casa el lunes, buscando ese celular y otros dispositivos (computadoras, por ejemplo) que sirvieran para seguir el rastro, Rodríguez no estaba en su domicilio; la Policía se llevó los teléfonos de sus hijas, su esposa y su suegra, pero no el suyo. Recién hoy, cinco días después, entregó el equipo. En ese tiempo pudo pasar cualquier cosa.
Es como requisar un auto en el que se sospecha que se cometió algún delito, pero darle unos días a alguien para que lo entregue: en el medio el auto pudo pasar por el lavadero, tener un cambio de tapizado, limpieza de motor, cambio de neumáticos, y adiós rastros. Con el agravante de que por como funcionan las computadoras, detectar cuándo algún cambio es nuevo y cuándo es viejo es más complejo.
Por supuesto, Rodríguez es inocente hasta que se pruebe lo contrario: el tema es que en estos días tuvo tiempo -si es que fue necesario- de borrar mensajes, aplicaciones y cuentas; pudo incluso formatear el teléfono, y los rastros de todo eso que habrá dejado serán migajas digitales, suficientemente pequeñas como para no servir de prueba.
Toda la información que tiene una computadora (sea una PC, una tableta, un celular o un televisor) se almacena en una memoria; en un celular o una PC moderna, es un chip; en una PC antigua es un disco rígido. Esos datos se guardan en ese chip en múltiples fragmentos (en series de bits, es decir, largas cadenas de unos y ceros), y una suerte de índice le dice al sistema operativo dónde está guardada cada cosa.
Cuando se borra un archivo dependiendo del tipo de borrado, pueden pasar dos cosas.
Una, ese índice marca como “vacía” esa parte del chip donde antes decía que había, por ejemplo, una foto. Pero no pierde tiempo borrando el contenido; solo lo hará cuando necesite usar el espacio. En ese caso el archivo se puede recuperar, porque la foto sigue ahí. Hay mil aplicaciones que lo permiten para, por ejemplo, recuperar las fotos de las vacaciones que borramos por error de un pendrive. Pero se podrán recuperar si ese casillero que ahora está marcado como vacío no se usó luego para guardar otra cosa; en ese caso, la información original será destruida.
Dos, que al eliminar el archivo el sistema operativo haga un borrado más profundo (marcar el casillero como disponible para guardar cosas nuevas, y además reescribir los datos originales para que no pueda recuperarse). Esto no es nada extremo ni terreno de espías: cualquier celular moderno (incluyendo el Galaxy Note 20 en cuestión) lo permite, incluso para borrar el teléfono entero y arrancar de cero.
Además, la tienda de Google está llena de aplicaciones que analizan el almacenamiento que está marcado como libre y hacen una limpieza profunda, que evita que un tercero pueda reconstruir la información que tenía originalmente esa memoria: reorganizan esas cadenas de unos y ceros para que sean ininteligibles.
Mensajes encriptados
Pero en este caso, además, hablamos de mensajes dentro de aplicaciones como WhatsApp o Telegram, que permiten encriptar sus datos, y que no guardan cada chat como uno archivo independiente: si borramos un mensaje, o una conversación, lo que cambiará es toda la aplicación (o, en rigor, toda la parte de la aplicación dedicada a guardar los mensajes); no es posible “pescar” un mensaje individual desde afuera de la aplicación revisando la parte de la memoria que ocupa. Así que si se borraron conversaciones enteras no habrá manera de saberlo, sobre todo en Telegram, que puede configurarse para que los mensajes se borren después de cierto tiempo; si además se hizo una copia de seguridad nueva que “pise” las anteriores, esas conversaciones serán fantasmas digitales.
En el mejor de los casos (y suponiendo que el teléfono haya sido modificado a propósito) los peritos podrían notar que el teléfono está más “limpio” de lo esperado (o que todo se reinstaló en forma reciente), pero difícilmente encuentren algo más.
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