Es posible volver a un modelo que fue exitoso
Si se analizan correctamente los resultados electorales del domingo pasado y se proyecta en las provincias oficialistas el mismo corte de boletas del conurbano bonaerense, el kirchnerismo puro sacó menos del 25 por ciento de los votos. O sea, el Gobierno perdió 3 a 1.
Lo que claramente ha sido rechazado por la ciudadanía en estas elecciones es el estilo prepotente y arbitrario que se ha impuesto a partir de fines de 2005.
Quizás el elemento emblemático de esta política haya sido el atropello al Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), consumado mensualmente a partir de enero de 2007, curiosamente cuando los mercados financieros del mundo le atribuían a la Argentina el mismo riesgo país que a Brasil (llegó a ser cinco veces mayor). Con la manipulación del Indec el Gobierno ha escondido unos 40 puntos de inflación y dos millones de pobres. Además, ha sobrestimado el crecimiento económico en varios puntos porcentuales.
También sembró la desconfianza, especialmente en el sector agropecuario, a través de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca), la voracidad fiscal expresada en las retenciones excesivas y toda la maraña de controles, limitaciones para exportar, subsidios y compensaciones, con lo que ha logrado fundir a miles de tambos y productores ganaderos.
Pero esta desconfianza se ha esparcido también por el sector industrial y de servicios, especialmente desde la nueva Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses).
También los servicios públicos privatizados han soportado la persecución pública y la interferencia en el manejo empresarial, a pesar de todas las atribuciones que están explícitas en los contratos de concesión.
Y también es parte del modelo rechazado por más del 70 por ciento de la población el alineamiento con países como Venezuela, que en nada se nos parecen, mientras seguimos aislados del mundo y cada vez más alejados de nuestros hermanos y socios naturales: Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay y Perú.
Este modelo, inspirado por Néstor Kirchner e interpretado por los integrantes de su círculo íntimo, no es el responsable del crecimiento económico que ya estaba lanzado cuando asumió el gobierno, en 2003.
Méritos
Aquel modelo virtuoso, basado en un significativo superávit fiscal, que permitía tener un peso devaluado y tasas de interés y de inflación bajas, es el mérito de los que asumieron en medio de la crisis, como Jorge Remes Lenicov, Roberto Lavagna, Alfonso Prat-Gay, Alberto Abad y otros, convocados por el ex presidente Eduardo Duhalde, algunos de los cuales siguieron durante la primera parte del gobierno kirchnerista.
Ese modelo virtuoso ha sufrido numerosos ataques en estos últimos años, y ya no quedan ni el superávit fiscal ni el peso devaluado ni las inversiones ni el crecimiento, y estamos entrando en un proceso de recesión con inflación, con el consiguiente aumento de la pobreza y la desocupación. También se ha diluido la red de protección a los más necesitados, como lo fue el Plan Jefes y Jefas, lanzado en marzo de 2002.
Pero el reencauzamiento de la política económica es posible, y no hace falta introducir ajustes sociales, desconocer deudas ni megadevaluaciones, o romper leyes como en 2002. Ahora se trata de volver a los fundamentos de la política anterior, en un mundo que sigue estando deseoso de comprar nuestros productos agroindustriales.
Se trata de imitar a los gobiernos verdaderamente progresistas de Chile, Uruguay o Brasil, donde se combate la pobreza desde un Estado fuerte pero no por eso dispuesto a ahuyentar al capital privado.
Es entonces imprescindible distinguir entre el modelo que fue exitoso y los abusos rechazados por la ciudadanía. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo sabe y conoce las soluciones. Ahora tiene una nueva oportunidad para implementarlas o corre el riesgo de quedar sin el apoyo de las cámaras legislativas y de la mayoría de los gobernadores.