Ernesto Sanz: "Cristina Kirchner quiere imponer su agenda y ha fracasado"
En momentos en que todas las miradas apuntan hacia el poder que la vicepresidenta Cristina Kirchner ejerce sobre la gestión de Alberto Fernández, Ernesto Sanz se atreve a desmitificar tal poder. "Cristina ha fracasado", sentencia el dirigente radical y, consciente de que su frase va a contramano del imaginario colectivo, la justifica: Cristina fracasó, dice, no solo porque el gobierno -que ella construyó- sufre una grave crisis de confianza por culpa de su sesgo ideológico, sino también porque hasta ahora no pudo imponer su propia agenda, la de modificar el tablero de la Justicia.
"Es verdad que Cristina maneja a su voluntad la mayoría oficialista en el Senado. Pero también es una verdad incontrastable que ha fracasado. Porque desde el Senado impuso una agenda equivocada, que generó desconfianzas e incertezas afectando a su propio gobierno en su necesidad imperiosa de reactivar la economía. Provocó que la política intoxicara la economía –planteó Sanz en diálogo con LA NACION-. Aquí se confunde la fortaleza política para hacer lo que se quiere, para avasallar, con la eficiencia, es decir, con producir buenos resultados. Porque Cristina avanzó en la reforma judicial y terminó anclada en la Cámara de Diputados; quiso dejar sin efecto los traslados de los jueces Bruglia, Bertuzzi y Castelli y la Corte Suprema puso un freno. Tener fortaleza política no es sinónimo de tener buenos resultados."
-La Argentina se encamina a superar el millón de casos de coronavirus. En materia económica la caída del PBI es histórica. ¿En qué falló el Gobierno?
-Desde mi visión, el Gobierno cayó preso de la trampa del plan único. En materia sanitaria, el plan único fue la cuarentena. Estamos de acuerdo en que en marzo y abril esta medida fue razonable; de hecho, tuvo un amplio consenso político y social. Sin embargo, después del segundo mes no se barajaron alternativas y fue degradándose hasta convertirse en un fracaso. El fracaso obedece a que no se hicieron los suficientes testeos, según advierten los expertos sanitaristas, incluso aquellos que pertenecen al consejo de asesores del Presidente.
-¿Y en materia económica?
-También hubo un plan único: la reestructuración de la deuda. Fue necesaria, por supuesto, pero no puede ser el único plan. Desde que se cerró el acuerdo con los bonistas lo único que hubo fueron parches. Los anuncios que hizo el Presidente en Vaca Muerta son un ejemplo: lo único que hizo fue ofrecer subsidios a los productores de gas. Eso no resuelve la ecuación energética en la Argentina. A lo sumo se trata de una salida de emergencia, pero no de un plan integral de energía.
-¿El Gobierno tiene un sesgo "antiempresa"?
- El problema principal del Gobierno es la contradicción entre los dichos y los hechos: mientras no la resuelva, estará intoxicando a la economía con incertidumbres y desconfianzas. Con las palabras intenta transmitir certezas al mundo empresario; en los hechos, sin embargo, tiene un sesgo antiempresario claro, rotundo. Intentó la expropiación de la empresa Vicentin; en Diputados avanza el impuesto a las grandes riquezas; revocó beneficios impositivos al sector de la economía del conocimiento y, desde la Inspección General de Justicia anuló las sociedades anónimas simplificadas. Lo último fue la media sanción del Senado sobre el proyecto que suspende los concursos y quiebras; excluyó a todas aquellas empresas que entraron en concurso o quiebra antes del 20 de marzo pasado sólo para que no beneficiar a Vicentin. No se dan cuenta que por ese prejuicio perjudican a miles de Pyme que están en crisis. Hoy las Pyme son las que dan empleo a 11 millones de personas, constituyen el sector más dinámico de la economía.
Con las palabras Fernández intenta transmitir certezas al mundo empresario; en los hechos, sin embargo, tiene un sesgo antiempresario claro, rotundo.
-Muchos creen que este sesgo obedece a la influencia de Cristina Kirchner en la gestión. ¿Es así? ¿O está en la naturaleza del gobierno de Fernández?
-Esto obedece a que este Gobierno está enfermo de una anomalía grave: la centralidad del poder no está en la cabeza del presidente. Está claro que está en otro lugar. Y esto provoca que toda una impronta ideológica se imponga sobre la economía y el rol que debe tener el Estado. Una impronta en la que impera el concepto del "distribucionismo" como modelo ideológico. Esta mirada distribucionista –que el Papa ayudó mucho a instalar- tiene como premisa, que todos podemos compartir, que este es un país con mucha desigualdad. Pero quienes agitan este discurso sostienen que el problema se soluciona con la distribución de la riqueza, olvidándose de la otra parte de la película, que es la generación de riqueza. En un momento de emergencia, dejar de lado la generación de riqueza o cuestionarla peyorativamente o no estimularla, es suicida.
-Usted dice que el Gobierno no ofrece señales positivas al capital privado para que se produzcan inversiones, pero el gobierno de Cambiemos, que sí dio esas señales, tampoco tuvo la "lluvia de inversiones" que esperaba.
-La ingenuidad de Cambiemos fue pensar que, por el solo hecho del cambio de gobierno, iban a llover las inversiones. Se asumió con una impronta promercado y el gobierno de Macri dio señales en ese sentido; de hecho, en los primeros dos años hubo inversiones en materia energética y metalmecánica, en la obra pública. Después la crisis fue devorando al gobierno. En la Argentina es evidente que falta una línea de continuidad, con reglas de juego claras y estables en el tiempo, como en Uruguay o Chile. La Argentina todavía no pudo superar ese test. El único test que pudo superar Cambiemos fue que un gobierno no peronista pudo cumplir su mandato. Que no es poca cosa, es un triunfo extraordinario. Pero es evidente que en economía no pudimos superar el test de los cambios de gobierno y crear reglas estables en el tiempo.
-Macri dio una serie de entrevistas en los últimos días después de meses de silencio. ¿Cómo lo notó?
-Me sentí gratamente sorprendido porque lo vi muy sereno y reflexivo. Con ganas de ayudar. Dijo que no quiere protagonizar sino ayudar a que otros fueran protagonistas. Un buen gesto.
-¿Usted le cree cuando dice que no se ve candidato?
-En principio le creo. Habrá que ver cómo vienen las cosas el año próximo. Él seguramente está viendo que su figura probablemente aglutina mucha gente pero, a la vez, es refractaria hacia otros sectores. Y el desafío que tiene por delante de Juntos por el Cambio es buscar una mayoría desde una construcción que no tenga ninguna arista refractaria.
-Macri fue crítico de Emilio Monzó y de Rogelio Frigerio y dijo arrepentirse de haberles delegado la negociación con el peronismo. ¿Qué opina?
-Creo que cualquier crítica debe hacerse puertas adentro, no hacia afuera. Este es un momento en el que la coalición debe extremar sus esfuerzos para mantener su cohesión porque el gobierno está haciendo esfuerzos enormes para dividirla. El peronismo está desconcertado, porque por primera vez en su historia debe enfrentar una oposición que monopoliza a casi todo el arco opositor y una sociedad civil movilizada. El gobierno trata peyorativamente a la sociedad civil; lo hizo (el jefe de Gabinete) Santiago Cafiero de una manera burda y grotesca. Al mismo tiempo intenta dividir a la oposición. No logró ninguna de las dos cosas. Por eso está tan desorientado.
-¿El radicalismo está en condiciones de presentar un candidato presidencial en 2023?
-Por supuesto. Me encantaría que el candidato sea un radical. Voy a trabajar para eso. Hay dos personas que reúnen las condiciones, Gerardo Morales y Alfredo Cornejo. Depende de ellos y de lo que decidan hacer de sus vidas, pero deben saber que la candidatura no viene sola y que seguramente tendremos que competir dentro de la coalición.
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