Entre la multitud, insultos al sucesor y deseos de un regreso
Lejos de la melancolía, un ánimo de festejo dominó la Plaza de Mayo; "A volver", el canto repetido
En medio de la multitud, en la esquina de Avenida de Mayo y Bolívar, un docente vestido con su guardapolvo blanco levanta su teléfono y gira sobre su eje para registrar con la cámara lo que pasa a su alrededor. Con la vista fija en la pantalla del celular y levantando la mano que tiene libre, se sonríe y grita para que todos lo oigan: "Mirá lo que es esto, loco. ¡Fin de ciclo las pelotas!"
Cristina Kirchner acaba de pronunciar sus palabras finales como presidenta, ante una Plaza de Mayo desbordada. En el cielo, sobre la Casa Rosada, estallan fuegos artificiales y, de a poco, la gente abandona el lugar. No se ven cabezas gachas. No hay un clima de melancolía. El cantito más escuchado del atardecer, que vuelve a oírse durante la retirada, lleva un mensaje de futuro: "¡A volver, a volver, vamos a volver!"
Sólo unos minutos antes, las referencias de Cristina al conflicto por el traspaso de mando fijan las prioridades en el presente y dejan en claro cuál es el enemigo de los que hoy vinieron a la plaza, en gran parte autoconvocados. "¡Macri, sos cagón!" y "¡pro-ce-sado!", son los cantitos que le dedican al nuevo presidente. .
El otro grito de guerra se desata en el momento en que Cristina se queja de los "medios hegemónicos". Como una ola, un cantito recorre la multitud, de adelante hacia atrás, y de pronto la Plaza entera se mueve, hacia arriba y hacia abajo. "¡El que no salta es de Clarín!"
Incluso en esos momentos, el clima es de festejo. La convocatoria no es una despedida. Es una celebración de la identidad kirchnerista, reafirmada en la derrota.
Desde el fondo de la Plaza, a Cristina no se la ve. Pero apenas empieza a hablar los manifestantes piden silencio y puede entenderse la mayor parte del discurso. Como en un partido de fútbol, una mujer de unos 50 años escucha la radio con auriculares y cuenta las partes que quedan tapadas por los aplausos. Ella es la que hace llegar la frase de Cristina acerca de que a las 12 se convierten en calabaza. El grupito que la rodea se ríe con ganas.
A las 20.45, cuando Cristina termina su discurso, la gente todavía llega por Avenida de Mayo hasta la 9 de Julio. La Plaza está que revienta, al igual que las calles laterales. Los manifestantes se suben a cualquier lado para ver el escenario y ganar un poco de aire. Hay gente sentada en las paredes del costado del Cabildo, sobre los puestos de diario, encima de las vallas replegadas sobre Avenida Rivadavia y hasta arriba del Monumento a Manuel Belgrano, a metros de la Casa Rosada.
La conformación de la Plaza también habla de la etapa que atraviesa el espacio que seguirá teniendo a Cristina como "jefa". Casi no hay presencia de sindicatos ni columnas que respondan a intendentes. En la mitad delantera, entre la Pirámide de Mayo y la Casa Rosada, hay mayoría de agrupaciones de militancia. La Cámpora, con la columna más numerosa, ocupa todo el ancho de Hipólito Yrigoyen. Sobre Rivadavia está el Movimiento Evita y en el medio el resto de las organizaciones: Nuevo Encuentro, Tupac Amaru, Miles y Kolina, entre otras.
En la mitad trasera de la plaza las banderas se diluyen y ganan peso los autoconvocados, el kirchnerismo silvestre. Son familias con chicos sobre los hombros, parejas grandes, jóvenes o grupos de amigos que llegaron por su cuenta. Como pasó en el último tramo de la campaña, ofrecen el espectáculo más novedoso. "Abrazame hasta que vuelva Cristina", ruega la remera pintada a mano de una chica de secundaria. "Soy K ¿y qué?", desafía la de un hombre canoso, que lleva la camisa abierta.
El desfile incesante de carteles, también de elaboración artesanal, parece un clip de 6,7,8. "Cristina, mi bella dama", dice uno que trajo una familia de Lanús. "Por un Chascomús sin tantos gorilas", se lee en otro. "Gracias por tantos derechos y conquistas", dice un tercero, escrito con resaltador amarillo.
Después de las 21, el fervor militante queda desparramado por todo el microcentro. Sobre la calle Perú, un chico de menos de 20 se frena de pronto y le da el teléfono a su novia. "Sacame una foto. Este momento es histórico."
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