Enrique “Coti” Nosiglia, el eterno operador en las sombras que está detrás de los radicales díscolos
El exministro del Interior de Raúl Alfonsín es el mentor de Lousteau y Yacobitti, quienes impulsaron la ruptura del bloque de la UCR en Diputados; su rol en la interna y sus vínculos con el poder
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Enrique Nosiglia, “El Coti”, se sumergió en 1989. Desde esa época, cuando dejó de ser el ministro del Interior de Raúl Alfonsín, se mantiene retirado de la función pública. Sin asomarse a la superficie, el mítico operador del radicalismo conserva su influencia en las altas esferas. Es que, si bien su atención está volcada part-time a sus negocios en la actividad privada, Nosiglia sigue hiperactivo en las entrañas de la política. Con la Capital como base territorial y conexiones con el mundo corporativo y sindical, “El Coti” bucea en las profundidades del poder desde hace tres décadas. Mentor de los díscolos Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti, es señalado por Gerardo Morales como el autor intelectual de la revuelta que derivó en la fractura del bloque de la UCR en Diputados. Sus ahijados políticos lo niegan de forma tajante. Él mantiene su habitual silencio estratégico.
Oriundo de Misiones, Nosiglia, de 72 años, desarrolló un sentido para cultivar relaciones. Practica el oficio de mediar con discreción, sin hacer exhibicionismo de su nutrida cartera de contactos. “El Coti” se jacta ante propios y extraños de ser un profesional de la política que no vive del Estado. Su plataforma para maniobrar es el Comité Nacional de la UCR, donde ocupa el cargo de secretario de Acción Política, pero sus tentáculos llegan a los estamentos más influyentes del poder.
Al exfuncionario de Alfonsín -fue uno de los rostros de La Coordinadora- no le gusta estar en el centro de la escena: prefiere moverse con sigilo tras bambalinas. En los cimientos de la política, su hábitat, camina en puntas de pie. Por eso, sus estocadas suelen ser imperceptibles. “Es un militante del partido. Nunca dejó de hacer política”, señala una fuente próxima a Nosiglia. Él, cuentan, prefiere autodenominarse como un obrero del radicalismo.
Tanto en los mítines -no solía ser orador en asambleas y actos- como en las reuniones privadas guarda suma cautela. Abonado al secretismo, sabe qué decir y con quién hablar. Quienes lo conocen le atribuyen un poderoso instinto para negociar, ya sea con el fin de “tender puentes” o desactivar cortocircuitos. Nosiglia, habituado a lidiar con tensiones, tiene una máxima: evitar el conflicto. “Es un buen analista y excelente armador, más táctico que estratégico”, sintetiza un cacique radical, que compartió decenas de batallas con “Coti”.
Padrino político de los “renovadores” Lousteau y Yacobitti, el dirigente radical fue uno de los nexos durante la negociación con el titular de la UCR, Alfredo Cornejo, por el levantamiento en Diputados. Pero su devoción por los movimientos subterráneos desorienta a sus pares. Mientras Morales está convencido de que Nosiglia fue el titiritero de la fractura, otros jerarcas radicales dudan de que el exministro de Alfonsín haya avalado la jugada. “El Coti estuvo en todo”, despotrican cerca del jujeño. En un sector de la UCR ven que los herederos de Nosiglia ya se mueven con autonomía y que hay una brecha generacional. “Desde hace dos o tres años, El Coti está al margen. Estos chicos ya lo superaron”, señala un referente de la UCR. Otro líder del partido percibe que hay “matices” entre Nosiglia y el tándem Yacobitti-Lousteau. “Es el interlocutor válido”, apunta otro pope. “El Coti”, dicen sus alfiles, no habla en nombre de nadie.
En el entorno de Nosiglia deslizan que no fue el ideólogo de la ruptura de la bancada en Diputados, pero nadie duda de que avaló la jugada. “El Coti” suele despegarse de la construcción táctica de Evolución -”el liderazgo lo ejerzo yo”, jura Lousteau-, aunque coincide con el economista y Yacobitti en que la UCR debe promover a sus nuevas figuras. “Había que poner un llamado de atención porque si no todo el proyecto de Evolución iba a quedar sin visualización”, señalan cerca de Nosiglia respecto de la escisión de la bancada. Es que Nosiglia esperaba un gesto de Morales y Negri para evitar la ruptura. Es decir, que le dieran espacio a los “renovadores”.
Bajo el agua
Desde hace cuarenta años, Nosiglia conserva su oficina en Callao y Corrientes. Es hermético y receloso de quienes pretenden acceder a su intimidad. En su círculo de confianza lo describen como un hombre de mente ágil, con seguridad en sí mismo y amable en el trato. En sus épocas de estudiante, cuando militaba en la Franja Morada, el “El Coti” era venerado por sus aliados y temido por sus rivales.
Los dirigentes más próximos al exministro del Interior de Alfonsín destacan su destreza para preservar el poder de influencia, pese a que no manejó la botonera del Estado durante los últimos treinta años. Habituado a practicar el arte de la política, Nosiglia mantiene su estilo radial: habla con dirigentes de primera línea, pero su estirpe también llega hasta el “último puntero” de la Capital. “Hasta el intendente de Jesús María tiene más poder que ‘El Coti’, porque puede dar contratos”, bromea uno de sus interlocutores habituales. El confinamiento de cargos públicos, cree, no le impide mantener la ascendencia en la UCR. En cambio, sus detractores dicen que Nosiglia tiene “un poder virtual” y que cultiva el perfil bajo para “no exponerse a una derrota o ser destratado”. “Napoleón también perdió”, replican los nosiglistas.
“El Coti” tiene estrechos lazos con los empresarios más poderosos -dicen que ya no interactúa con José Luis Manzano, exministro de Carlos Menem, quien reside en el exterior-, referentes sociales y sindicalistas. Es sabido que conoce a la mayoría de los jefes del universo gremial, sobre todo al gastronómico Luis Barrionuevo, su antiguo interlocutor en el menemismo, o Armando Cavalieri (Comercio), entre otros. “Si es necesario dialogar, dialoga. Los conoce a todos”, puntualizan cerca de “El Coti”. Sus allegados niegan que Nosiglia tenga terminales en organismos del Gobierno, como la Anses o el PAMI: “No tenemos negocios con el Estado argentino”, sostienen. Desde hace años, el histórico armador de la UCR mantiene su pata en la política partidaria de Boca Juniors, donde pasó de ser aliado a rival de Daniel “El Tano” Angelici, heredero del poder de Mauricio Macri en el club. Allí también prefiere navegar bajo el agua.
Nosiglia conoce a Macri desde que el expresidente era joven. Mantuvo una intensa relación con Macri -fue a su asunción-, pero el vínculo entre ambos se desgastó debido a chispazos que brotaron con el ocaso de la gestión de Cambiemos. Con Horacio Rodríguez Larreta, uno de los herederos del fundador de Pro, no tiene diálogo político directo. Es que Lousteau y Yacobitti son los intermediarios con el jefe porteño. “Queremos fortalecer y poner en valor al radicalismo, no a Larreta”, evangeliza ante los suyos cuando Morales siembra sospechas sobre el acuerdo con Pro en la Ciudad. Uno de sus hijos, Juan Francisco, exlegislador porteño de la UCR, desembarcará como secretario de Deportes en el gabinete porteño.
Elisa Carrió es una de sus principales enemigas en el ecosistema de Juntos por el Cambio. Hace poco, la líder de la Coalición Cívica volvió a cargar contra Nosiglia y sus hijos políticos, como Yacobitti: sin medias tintas, sugirió que son “corruptos”. En 2019, el dirigente de la UCR querelló a Carrió en los tribunales federales por el delito de injurias.
El mentor de los rebeldes
Los nosiglistas recuerdan que “El Coti” fue uno de los promotores de mantener latente en la UCR el “espíritu Parque Norte”, en relación al discurso de Alfonsín con que el expresidente intentó actualizar la estructura del radicalismo. Implicaba ceder posiciones de la burocracia partidaria para habilitar el ingreso de outsiders que interpreten las demandas de la sociedad. Así, buscaba impedir que el partido perdiera el atractivo. Con ese mensaje, Nosiglia fue inspirador de Yacobitti y Lousteau, cuya base de poder es la Capital.
Lousteau se fastidia cuando le preguntan sobre su vínculo con Nosiglia. Suele hablar o chatear con “El Coti” de forma esporádica y por temas puntuales -fueron juntos a ver a Alberto Fernández a Olivos-. Su fuente de consulta más habitual es Chrystian Colombo. Nosiglia comparte el diagnóstico de Lousteau sobre los problemas de la UCR y los desafíos de Juntos por el Cambio. Quiere que el radicalismo recupere su representación política histórica: los sectores medios y productivos de la zona central del país. Por eso, teje para que el partido vuelva a ser competitivo en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, los principales distritos electorales.
Entusiasmado con la idea de construir un proyecto nacional y que la UCR tenga chances de volver al poder, activó la primera fase de su plan en la Capital en 2015. Apostó a fortificar al partido en el terruño porteño y, luego, avaló la alianza con Larreta. También apoyó el acuerdo con Macri, que rechazaba Morales. Para revitalizar al partido, promovió la selección de candidatos a través de las PASO y la incorporación de figuras “atractivas” y representativas en los distritos más poblados, como Lousteau, Martín Tetaz o Rodrigo De Loredo. En ese sentido, celebró la incorporación de Facundo Manes, a quien intentó convencer sin éxito en 2015 que fuera candidato a diputado nacional. En el entorno del médico desconfían de sus movimientos. “Lo que ‘El Coti’ no controla, lo rompe”, comentan.
Nosiglia también concuerda con Lousteau en que la UCR tuvo un rol secundario en el gobierno de Cambiemos -suele decir a los suyos que fue un error que el radicalismo no tuviera un mayor injerencia- y en que la Argentina necesita una mayor apertura al diálogo de las coaliciones dominantes para sortear la crisis y salir del estancamiento en base a consensos. “Eso no significa no tener firmeza”, remarcan. Para él, el populismo y las opciones de extrema derecha fracasaron en su intento de buscar soluciones para el país. Apuesta, cuentan, a que un radical llegue a la Casa Rosada en 2023. Visualiza que ese dirigente podría ser Lousteau, Morales, Cornejo o Manes. Él, dicen, seguirá militando en el partido, mientras sus correligionarios quieran escuchar sus opiniones. Eso sí, siempre en las sombras.
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