En Santa Cruz se impone la indiferencia hacia Lázar Báez, el “gran comprador”
SANTA CRUZ.- El fallo que condenó a Lázaro Báez y a sus cuatro hijos por lavado de alrededor de 55 millones de dólares proveniente de la corrupción aquí no tuvo impacto. La portada de los medios locales no destacó la noticia en tanto que los comentarios sobre el tema apenas se pudieron leer en las redes sociales. Aquí, el de Báez, es uno más de los escandalosos hechos, que esta sociedad mira con indiferencia y distancia.
Las penas aplicadas tanto a Báez, como a sus hijos, pintó sin dudas el peor escenario para una familia que desde que el "padre de familia" quedara detenido en el aeropuerto de San Fernando hace cinco años, cambió drásticamente su vida aquí en el Sur, no solo porque el conglomerado de empresas y negocios fueron cerrando paulatinamente, sino porque ellos no salieron indemnes del terromoto: Norma Calismonte y Baez concretaron el divorcio, Martín el hijo mayor está detenido preventivamente hace dos años en Ezeiza y el vínculo entre los hijos quedó deteriorado por fricciones judiciales.
De toda la familia, el único que habló hasta hoy, fue Leandro Baez, quien antes de la lectura del fallo eligió mudarse a Buenos Aires. En una entrevista con LN+ aseguró que lo que más le pesaba era la condena social, esa que sufrió su padre cuando no pudo ingresar al country al salir del penal para continuar con la prisión domiciliaria. Contó que trabaja "en negro" porque según cree, nadie quiere tener un Báez en su plantel, dice que le gustaría estudiar abogacía y tras mucho tiempo sin ver a su padre, lo visitó en Buenos Aires, en el destino secreto donde cumple la prisión domiciliaria.
Sin embargo, esa condena social a la que se refiere Leandro Báez, no se palpa en Río Gallegos o en El Calafate, donde Báez creó un imperio de negocios y realizó múltiples inversiones en los rubros más surtidos. Ni siquiera cuando la provincia fue testigo de allanamientos y amplios operativos en las empresas, propiedades y estancias, que incluyeron excavaciones en búsqueda de tesoros, la sociedad le hizo algún escrache, como sí sufrieron funcionarios kirchneristas de la talla de Carlos Zannini.
Es que en los años en que se extendió el imperio, además de ser un gran empleador -llegó a tener 3500 personas contratadas- realizó inversiones sociales en deporte y educación: compró la sede del club social Boca Río Gallegos, le hizo inversiones millonarias y donó fondos para una escuela evangélica, por citar solo algunos ejemplos. Nadie entonces preguntó por el origen del dinero de Báez. Tampoco surgió la pregunta cuando inició la desaforada compra de estancias, de comercios, de estaciones de servicio, de panaderías y sus enviados, pagaban en efectivo. Tampoco a nadie le parecía importar el origen de esos fondos.
Según arrojan los informes de dominios de las propiedades adquiridas por Baez y su familia, decenas de personas vendieron sus bienes al Gran Comprador. Algunos vieron la oportunidad de un gran negocio, otros quizás dejar un campo que había dejado de ser rentable, incluso están los que iban a ofrecerle el negocio al hombre que aparecía como el nuevo poderoso de Santa Cruz.
Sus hijos fueron sumándose a las empresas, pero mas allá de conducir vehículos de alta gama, procuraban el silencio. Quizás por eso, Leandro al referirse a Leonardo Fariña, afirmó en la entrevista con LN+: "La plata no es para cualquiera. Hay gente que no sabe manejarla. Tendría que haber sido perfil más bajo". Y contó que a Fariña lo conoció en Río Gallegos, en una de las sedes de Austral Construcciones.
Cuando en diciembre de 2015, Lázaro cerró su empresa dejando un tendal de salarios sin pagar y cientos de trabajadores de la construcción quedaron en la calle, empezó el paulatino debacle del emporio que se extendió por todo el país, acumuló más de 1400 propiedades y vehículos. Solo en suelo santacruceño, a través de la compra de casas, campos y 45 estancias, logró sumar más de 450.000 hectáreas. Un inventario realizado por el fiscal Marijuán tiempo después de los operativos de 2016, valuó los bienes detectados en más 205 millones de dólares. De eso, todo está en quiebra judicial, y la familia no puede acceder al manejo de nada.
Melina, la menor de las mujeres, tiene un trabajo de empleada administrativa en una estación de servicio y da clases de apoyo de inglés. Martín, el mayor está en prisión y fue condenado a 9 años por el delito de coautor, solo las hijas mujeres, Luciana y Melina, recibieron una pena de 3 años que por ahora, no las deja en la cárcel.
Tras años de ir por andariveles separados, ahora las defensas de los Báez, podrían unirse, según lo deslizó el hijo menor. Su abogado Alejandro Baldini adelantó que apelarán y llegarán a la Corte Interamericana, si hiciera falta, para demostrar su inocencia.
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