En EE.UU. no creen que los cambios en el proyecto pongan en riesgo la aprobación del acuerdo con el FMI
Aunque el cambio en el proyecto de ley diluyó el respaldo al plan económico de Guzmán, prevalece la expectativa de que el board del Fondo dará el visto bueno y habilitará el primer desembolso
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WASHINGTON.- El retoque final que sufrió el proyecto de ley del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ofreció un último capítulo de drama en la novela de la negociación con el organismo multilateral, y terminó por diluir el respaldo político al programa económico que tejió el ministro de Economía, Martín Guzmán, con el staff del Fondo. El Congreso se encamina a aprobar el acuerdo, pero sin el plan de Guzmán.
El Fondo arrancó la negociación con la Argentina con la expectativa de diseñar un programa “sólido” que pusiera al país en un sendero de crecimiento sustentable e inclusivo, y que tuviera un amplio apoyo social y político. El acuerdo al que se llegó es “realista, pragmático y creíble”, ha dicho el Fondo, y si bien el programa ha sido respaldado por sindicatos y empresarios, fue rechazado por el ala dura del Frente de Todos y la oposición de Juntos por el Cambio. Los incidentes en las protestas fuera del Congreso ofrecieron una muestra del desagrado social que genera el FMI, cualquiera sea el plan de turno.
Las vicisitudes del acuerdo –un espejo de las dificultades políticas de la Argentina– se trasladarán en los próximos días de Buenos Aires a Washington, y del Congreso al Directorio Ejecutivo del Fondo, el board, controlado por las potencias del G7, que tienen que dar la luz verde final. Las últimas idas y vueltas generaron ruido, pero en Estados Unidos no creen que ponga en riesgo la aprobación definitiva del acuerdo. El mundo está enfocado ahora casi exclusivamente en la guerra en Ucrania, y ningún país parece dispuesto a un problema más.
Guzmán había dado a entender que ese filtro final del board requería que el Congreso aprobara todo el paquete económico. El texto original de la ley hablaba del Memorando del acuerdo con el Fondo y el proyecto de ley como “un todo inescindible”.
“Ahora algunos dicen ‘yo quiero el financiamiento, pero no me hagas votar las políticas’. No existe. A ver si se entiende. El financiamiento está asociado a un acuerdo de políticas económicas y financieras. Es una sola cosa”, dijo Guzmán días atrás en una entrevista radial.
Para el Gobierno hubiera sido mejor que el Congreso aprobara por una amplia mayoría y sin fisuras el proyecto de ley original, con el programa económico incluido. El staff del FMI le hubiera llevado al board un mensaje unívoco de respaldo político al acuerdo que se negoció durante dos años. Pero la realidad, sobre todo en los últimos años, ha estado muy lejos de un mundo ideal.
Aun cuando el staff no podrá llevar al board un respaldo político contundente para el plan de Guzmán, le llevará una ley que aprueba la refinanciación con el Fondo, que ya es más de lo que el Fondo suele requerir para concederle un préstamo a un país. Y esa ley tendrá además algún respaldo de la oposición. Será una ley “bipartidista”, como suele decirse en Estados Unidos. Será, en definitiva, más de lo que puso sobre la mesa el gobierno de Mauricio Macri, que obtuvo un préstamo más alto –aunque de menor duración– y con una condicionalidad similar. El Gobierno espera que con eso sea suficiente para obtener la aprobación del board. El calendario oficial del Directorio todavía no tiene agendada una reunión para la Argentina en marzo.
“Hay que distinguir la aprobación formal del programa, de la confianza de los mercados en el cumplimiento del programa”, dijo Héctor Torres, exdirector del FMI. “Creo que decir “quiero los dólares del FMI, pero no el programa con el FMI” genera muchas dudas sobre la capacidad y voluntad del Gobierno de cumplirlo. De todos modos, como el FMI no exige la aprobación legislativa de sus programas y como la situación internacional está tan complicada, es probable que el directorio termine aprobando el primer desembolso”, agregó.
Más allá de la confianza en la Argentina para cumplir el plan, el acuerdo enfrenta otro problema más serio: la guerra en Ucrania ha provocado un giro en la economía global. El FMI ya anticipó que retocará sus pronósticos de crecimiento, y se espera una inflación mayor, que llevará casi con certeza a un aumento en las tasas de interés. El fuerte aumento del precio del petróleo y el gas es un problema para la Argentina, que se prepara para otro invierno en el que debería importar gas natural licuado (GNL).
En ese contexto, el aumento en los costos de la energía pone en jaque al acuerdo antes de que se apruebe porque la cuenta del GNL pega de lleno en la ecuación de los subsidios y el déficit fiscal. La cuenta subirá no sólo por el precio: la Argentina importó el año pasado 56 barcos, y para este invierno se necesitan al menos 70 barcos por la menor capacidad de generación hidráulica en el país.
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