Elecciones postergadas: los ganadores y perdedores del nuevo escenario
De aprobarse la ley que diferirá las PASO y las generales, el kirchnerismo gana un mes para plantarse mejor frente al desafío electoral; acuerdo salomónico para Juntos por el Cambio y la derrota de los gobernadores del PJ
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Tras lograr el apoyo de Juntos por el Cambio, este viernes comenzará en la Cámara de Diputados la discusión sobre la iniciativa del Gobierno para postergar las elecciones primarias y generales por un mes debido a la pandemia. De aprobarse la iniciativa –de la que solo se conoce, por ahora, un borrador elaborado por el Ministerio del Interior–, las PASO se celebrarán el 12 de setiembre, mientras que las elecciones generales pasarían al 14 de noviembre.
En medio de la escalada del conflicto que enfrenta al Frente de Todos y Juntos por el Cambio por la gestión sanitaria en pleno pico pandémico, este principio de acuerdo en torno al nuevo cronograma electoral se presenta, a priori, como una frágil tregua en medio de las hostilidades. Aún así, la desconfianza persiste: el fantasma de una trampa pergeñada por el oficialismo para ganar tiempo y suspender más adelante las primarias todavía agita las mentes opositoras más recelosas. Por esa razón, Juntos por el Cambio condicionó su apoyo a que el oficialismo incluya en la iniciativa una cláusula que, anticipó, es innegociable: la prohibición de modificar nuevamente el calendario electoral por parte del Gobierno.
De ser aceptadas estas condiciones, todo anticipa que el Congreso aprobará en tiempo récord la postergación de las elecciones. El desenlace de esta saga arroja claros ganadores y perdedores que, en función de este nuevo escenario, deberán reacomodar sus respectivas estrategias electorales.
Los ganadores: el Gobierno y La Cámpora
El Gobierno y, en particular, el kirchnerismo, se erigen como los principales beneficiados del diferimiento de las elecciones. Confían en ganar un mes para ampliar y mejorar su plan de vacunación, clave para calmar la ansiedad de los votantes y neutralizar el malestar y las críticas que desató el escándalo sobre la “vacunación vip” de funcionarios y amigos del poder. Además, el Gobierno espera exhibir a partir del segundo semestre una sensible mejora en los índices de actividad económica con la dinamización del consumo interno –para ello impulsó la rebaja en el impuesto a las ganancias y reforzó salarios y planes sociales–, al tiempo que pronostica una baja en la inflación a partir de controles de precios más férreos y del congelamiento de las tarifas y de los precios de los principales alimentos.
Del elenco oficialista, Máximo Kirchner, líder de La Cámpora y jefe del bloque del Frente de Todos, junto al ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, aparecen como los claros ganadores de la pulseada. En efecto, Kirchner logró contrarrestar la avanzada de un nutrido grupo de gobernadores del PJ que, a principios de este año, reclamó que se suspendan las elecciones primarias. El jefe kirchnerista hizo saber su rechazo al planteo; su obsesión es ganar terreno con candidatos propios en las listas de aquellas provincias dominadas por el PJ, por lo que las primarias resultan para él una herramienta clave para dirimir eventuales conflictos. En consonancia con los intereses de su amigo Máximo, De Pedro exhibió sus dotes de negociador para evitar que la escalada de los gobernadores pasara a mayores, al tiempo que tendió puentes con la oposición para ampliar el abanico de consensos en torno a un nuevo cronograma electoral.
En el medio: Juntos por el Cambio
“Salomónico”: así se podría calificar lo que significa para Juntos por el Cambio el acuerdo para diferir el cronograma electoral. El principal bloque opositor hubiese preferido que no se modificasen las fechas originales de las elecciones primarias y generales, previstas para el 8 de agosto y el 24 de octubre respectivamente. Sin embargo, los líderes opositores eran conscientes de que el oficialismo contaba con los votos suficientes en el Congreso para avanzar no sólo con la modificación de cronograma, sino también con la suspensión de las PASO.
Para Juntos por el Cambio las primarias son innegociables; necesita de la herramienta para definir sus cuitas internas en algunas provincias. Además, algunos dirigentes creen que en este primer test electoral, aún con la postergación de un mes, el Gobierno no saldrá bien parado. Por esa razón exigieron, en sus negociaciones con el oficialismo, que no se suspendan las PASO y condicionarán su apoyo hasta no ver este compromiso cristalizado en la ley.
“El bien superior a garantizar son las primarias. Por eso, para aceptar el corrimiento de las PASO 30 días la condición es que no se pueda volver a cambiar la fecha, ni siquiera diez días”, explicó el diputado Mario Negri, jefe del interbloque de Juntos por el Cambio.
No le resultó sencillo a la coalición opositora alcanzar el consenso interno en torno a la oferta oficialista. El ala dura del espacio consideraba que cualquier concesión al oficialismo implicaba una claudicación; el ala moderada, en cambio, no encontraba demasiados argumentos para rechazar la iniciativa, máxime ante los pronósticos que anticipan un aumento todavía mayor de contagios y de muertes por la pandemia durante el invierno. Recelosa, Patricia Bullrich, líder de Pro, exigía restricciones estrictas en la ley para evitar eventuales trampas del Gobierno. Elisa Carrió, jefa de la Coalición Cívica, partidaria de la postergación, ideó una redacción que, finalmente, convenció a los socios.
Perdedores: los gobernadores del PJ
El primer planteo se escuchó en noviembre pasado, cuando desde San Juan el gobernador Sergio Uñac reclamó que, en virtud de la pandemia, las elecciones primarias previstas para el año siguiente sean suspendidas. ”Significaría menor riesgo sanitario y mayor ahorro económico”, argumentó el mandatario provincial.
El sanjuanino no estaba solo en su reclamo: al mes siguiente, un grupo de 22 gobernadores anunciaba que presentaría un proyecto de ley para suspender las primarias. El comunicado tenía la rúbrica de todos los gobernadores, salvo el del jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y del radical Rodolfo Suarez, de Mendoza.
La avanzada parecía no tener obstáculos. Confiado, el ideólogo de la iniciativa, el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, vaticinó que el proyecto, que sería presentado semanas después por el tucumano Pablo Yedlin –delegado del gobernador Juan Manzur en Diputados–, sería aprobado en forma exprés por el Congreso. Creía contar con el guiño de Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados: el tigrense también era partidario de suspender las primarias, aunque procuró mantenerse equidistante para no enfrentarse abiertamente con Máximo Kirchner, reacio al proyecto.
Visiblemente incómodo, el presidente Alberto Fernández hacía esfuerzos por no tomar partido y delegaba la definición final “en lo que decida el Congreso”. En los hechos, dejó hacer al kirchnerismo y a De Pedro y, una vez más, dejó plantados a los gobernadores, que se quedaron sin la suspensión de las primarias. Ahora La Cámpora tendrá un instrumento para disputarles su poder en las provincias.
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