Astroturfing: la batalla en los celulares para captar a los indecisos durante la campaña
En un escenario de polarización aguda, el objetivo de los principales equipos de campaña es un secreto a voces: captar a los indecisos. Ellos definirán quién ocupará la Casa Rosada a partir de diciembre. Hoy abarcan algo más del 12% del electorado, según las encuestas, y a ellos apuntará toda la maquinaria persuasiva. La clásica, con afiches, pintadas callejeras y tanto más. Pero también con las nuevas tecnologías. En especial, a través de WhatsApp y ciertas técnicas peculiares condensadas en un nombre más peculiar aún: el "astroturfing".
¿Qué es eso? Una serie de técnicas de marketing dirigidas a manipular la opinión pública a través de medios digitales. O como la define Natalia Aruguete, investigadora del Conicet, "crear una red artificial de usuarios y medios para generar la percepción de que existe una comunidad de apoyo a un candidato o partido".
¿Cómo funciona? Durante la campaña presidencial brasileña, por ejemplo, el núcleo duro de las entidades, medios y ciudadanos que creó y diseminó los mensajes de apoyo a Jair Bolsonaro, tanto por WhatsApp como por otras plataformas como Twitter y YouTube, "fue creada artificialmente para la ocasión", según un estudio de Aruguete y Ernesto Calvo. Juntos analizaron la propagación de mensajes en Twitter durante la semana previa a las elecciones y detectaron distintos anillos de cercanía y pertenencia en la "comunidad bolsonarista". Algunos espontáneos y otros que actuaron de manera coordinada, con "trolls" y "bots" que buscaron potenciar la propagación los mensajes del hoy presidente.
Redes sociales como Twitter y Facebook, entre otras, pueden ser un ámbito propicio para este tipo de propaganda negra y todo tipo de desinformación. Pero según surge de elecciones presidenciales recientes, como la de Brasil, WhatsApp parece ser el foro ideal. Entre otros motivos, porque los mensajes circulan sin filtro, ni control, y por debajo de los radares de los candidatos que no pueden defenderse de las mentiras. Hasta que ya resulta demasiado tarde.
WhatsApp ya mostró indicios en la Argentina de su potencialidad electoral en 2015, durante el balotaje, cuando Mauricio Macri y Daniel Scioli exploraron sus alcances.
"La ‘vedette’ de las elecciones fue el Whatsapp (y Telegram para el público más paranoico)", reseñó el máximo responsable de aquella campaña digital de Scioli, César Gazzo Huck, en un artículo que escribió para una revista de Directores de Comunicación. "Whatsapp se llevó todos los premios en las últimas semanas de campaña. Allí no se hablaba de otra cosa que no sea de Macri y Scioli. Los seguidores de los partidos se las ingeniaron escribiendo textos y memes, realizando audios y recortando videos para viralizar por los servicios de mensajería para desde ahí trascender a las redes sociales. Para muchos Whatsapp fue el medio más eficaz".
Gazzo ofreció un ejemplo de eso: cada vez que Macri o Scioli aparecían en algún programa de televisión y aún más cuando protagonizaron el debate presidencial, sus equipos difundieron por WhatsApp y por email entre los suyos qué "hashtag" querían promover en Twitter para dominar las redes sociales e, incluso, dar la sensación de que habían ganado ese debate.
Ahora, cuatro años después, mientras se espera que la conectividad 4G llegue al 90% de la población este año y con WhatsApp en al menos el 76% de los teléfonos móviles argentinos, según una encuesta de la Corporación Latinobarómetro difundida en marzo, el equipo de Macri piensa en un abordaje de pinzas que repiten las mismas cinco primeras letras: microtargeting y micromilitancia. Porque al decir del jefe de Gabinete, Marcos Peña, la votación se ganará convenciendo "uno a uno".
Para eso, el equipo "techie" de Macri que integran Guillermo Riera y otros expertos maneja un listado "corto" de 12.500 contactos relevantes de WhatsApp. Pero también armó una red de 300.000 militantes que se presentan como "Defensores del Cambio". Entre otras muchas tareas, ellos ayudarán a difundir los mensajes del oficialismo.
Sin embargo, WhatsApp ofrece una oportunidad singular. ¿Cuál? Como a menudo el material que circula por esa aplicación nos llega de algún amigo o conocido o contacto, tendemos a "bajar la guardia", dar por bueno ese mensaje y asumirlo como "información". Y eso se potencia, según las investigaciones académicas, cuando esa supuesta "información" confirma nuestras suposiciones previas. Es decir, cuando lo que recibimos valida aquello que queremos creer. En otras palabras, terreno fértil para las "fake news".
¿Un ejemplo? El video anónimo de un tren con 100 vagones que en teoría va de Salta a Santa Fe y que circuló por WhatsApp como una muestra de los logros del Gobierno que los medios de comunicación tradicionales se niegan a difundir. Pero, en realidad, ese video es de California, Estados Unidos, según determinó Reverso , el proyecto contra la desinformación coordinado por Chequeado, AFP Factual, First Draft y Pop-Up Newsroom, del que participan más de 100 empresas de tecnología y medios, entre ellos, LA NACION.
¿Cuál es el objetivo de ese tipo de mensajes falsos? Según explican los expertos consultados por LA NACION, las razones son variadas. Por un lado, mantener unida a la tropa propia. Por el otro, poner a la defensiva al equipo rival. Y en lo posible, alentar dudas o suspicacias entre los votantes indecisos sobre el candidato que padece los ataques en redes.
"Si el que recibe ese video o ese mensaje piensa ‘¿Es esto posible?’, ya tenemos la mitad de su voto adentro", ironizó ante LA NACION una experta que trabajó tiempo completo en la contienda presidencial de 2015 y que por ese motivo pidió mantener su nombre bajo reserva. Pero que marcó además quiénes son los receptores que más fake news consumen: los mayores de 60 años. Entre otros motivos, porque no son "nativos digitales", como los más jóvenes, en una marcadísima brecha digital.
"Entre los adultos de menos de 30 años se imponen la música y las redes sociales", sintetizaron los académicos Pablo Boczkowski y Eugenia Mitchelstein para la revista Anfibia, tras completar una encuesta a 700 personas. "En el grupo de los mayores de 60 años priman la televisión y la radio: la primera es mencionada por más de dos tercios de los encuestados como uno de sus consumos culturales principales, la radio por un tercio y la música por un cuarto. Las redes desaparecen del podio", contrastaron.
En ese contexto se despliega el "astroturfing" con todo tipo de técnicas y variantes. Desde la edición malintencionada de algunas entradas de Wikipedia -para engañar a quienes consulten allí sobre el candidato rival o ciertos temas sensibles-, o la creación y financiamiento de ONG para luego citarlas como fuentes "independientes" de información, hasta ataques por Twitter que parecen espontáneos. ¿Ejemplo? En España se detectó una red de casi 3000 cuentas de Twitter que distribuyó más de 4 millones de tuits con contenido falso y discursos de odio para promover, sin explicitarlo, al partido de derecha Vox.
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