Elecciones 2023 | Sorpresas nos da el peronismo
Con un presidente ausente y una vicepresidenta refugiada en su casa, Sergio Massa dio una vuelta de tuerca que lo trasmutó en oficialismo y oposición a la vez
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En medio de un clima de incertidumbre, degradación institucional y corrupción rampante, se llevó adelante una elección tan singular como decisiva para definir el futuro de la Argentina. Con el telón de fondo de la crisis de la economía, la extrema fragilidad del sistema político y un ánimo colectivo dominado por la angustia, la frustración, el enojo y el miedo al futuro, se despejaron incógnitas. Habrá ballotage.
Competirán en la segunda vuelta Massa, el ministro candidato y Milei, un outsider que, motosierra en mano, irrumpió para liquidar a la clase política e inauguró una elección a tres bandas en las elecciones primarias. Juntos por el Cambio se derrumbó.
Milei fue la sorpresa de las PASO. El triunfo de Massa fue la sorpresa de la primera vuelta: no solo entró en el ballotage, también fue el más votado. Responsable de una gestión de la economía que aceleró el gran descalabro, logró imponerse como alternativa al oficialismo fracasado. Con un presidente ausente y una vicepresidenta refugiada en su casa, Massa dio una vuelta de tuerca que lo trasmutó en oficialismo y oposición a la vez. Una síntesis del alma peronista.
Su mensaje:”Tenemos con quién” le anunció al peronismo que surgía una nueva conducción capaz de neutralizar la crisis que atraviesa un movimiento político a punto de celebrar ocho décadas de existencia. El aparato partidario proveyó la logística y la violación flagrante del régimen electoral con anuncios y decisiones, inclinó la cancha.
Con casi el 37% de los votos -una cifra modesta para los registros históricos del peronismo que sólo remeda la obtenida por Scioli en 2015- se impuso a Milei, quien solo retuvo el 30% logrado en las PASO.
La estrategia
Massa supo instalar el miedo al cambio como amenaza de pérdida de derechos y por qué no, de pérdida de privilegios. Logró movilizar apoyos arriba y abajo de la pirámide social. Ni la devastadora marcha de la economía, ni los escándalos de la corrupción afectaron el voto de gran parte de los argentinos. En la estratégica provincia de Buenos Aires se impuso Axel Kichiloff con el 45% de los votos, frente a una oposición dividida. Se aseguró, así, un bastión clave para Cristina Kirchner y la suerte futura del kirchnerismo.
Una vez más, el peronismo se transforma para sobrevivir. Massa convoca a la tolerancia para recuperar la esperanza. Se coloca en el lugar de la sensatez, lejos de los extremos a los que tratará de confinar a su oponente, representante de una derecha antipolítica globalizada. Ocupa el espacio que Juntos por el Cambio dejó vacío. La intemperancia y la voluntad de venganza de Milei no le ayudarán a conquistar votos entre los perdedores de ayer. Tendrá que convertirse en un león hervívoro y abandonar la selva y la motosierra.
La distribución institucional del poder no le otorga mayoría propia a Massa en ninguna de las Cámaras. Milei tendría más dificultad aún para lograr aprobar una ley con la magra cosecha de bancas obtenidas. Enfrentar los desafíos de la economía rota y la pobreza sideral obligará a negociar medidas dolorosas, cuyo costo político pocos estarán dispuestos a pagar. Si se impone una política de continuidad a golpe de parches seguiremos sumergidos en el pantano al que nos condena carecer de un proyecto que concilie democracia, crecimiento económico y justicia social.
La crisis de 2001 hizo estallar el sistema bipartidista inaugurado con el regreso de la democracia en 1983.En 2001, el radicalismo vivió su debacle electoral. La crisis que atraviesa hoy el peronismo, con votantes que dejaron de ser fieles para sostener la exótica novedad representada por Milei, parece frenada. El impacto de la derrota sobre Juntos por Cambio pondrá a prueba la unidad que animó la coalición. El gobierno de unidad nacional que anuncia Massa tratará de cooptar desencantados tras ese fracaso. Lo cierto es que el sistema de dos grandes coaliciones, peronista y no peronista, está amenazado.
La fragmentación del mapa partidario opositor, si ocurriera, alejaría las posibilidades de una alternancia. A la espera de la segunda vuelta, los 50 días que median para el traspaso del poder parecen demasiado tiempo en medio de la tormenta que sacude economía, sociedad y política. La larga agonía del peronismo descripta por Tulio Halperín, continúa…
La autora es doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Universidad de París, profesora consulta en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA e investigadora superior del Conicet.
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