Elecciones 2023 | Sergio Massa resurgió con una sorpresiva ola de voto peronista y Javier Milei apela a unir el antikirchnerismo
El ministro ganó la primera vuelta por 6,7 puntos y llamó a la unidad nacional; Milei tendió puentes hacia JxC; Bullrich no pudo retener el voto de Larreta y terminó lejos
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Les ganó a sus rivales electorales, a la crisis económica que le toca gestionar y a los escándalos que explotaron a su alrededor. Sergio Massa emergió anoche como el gran triunfador en la primera vuelta presidencial y se enfrentará a Javier Milei en el ballottage que consagrará el 19 de noviembre el próximo gobierno de la Argentina. Patricia Bullrich quedó relegada a un lejano tercer lugar.
La campaña del miedo y de reparto de fondos que ejecutó quirúrgicamente el oficialismo pareció contener el huracán libertario. Massa quedó primero con 36,6% y Milei sobrevive en la carrera con el 29,9%, un punto y medio menos que su cosecha en las PASO. Juntos por el Cambio, con 23,8%, culminó su largo viaje autodestructivo del favoritismo al derrumbe.
El peronismo experimenta la euforia de una resurrección, amplificada por la sorpresa. Axel Kicillof retuvo con un impactante 44,9% la gobernación de Buenos Aires, el bastión kirchnerista desde el que se edificó el suceso nacional de Massa. Los barones del conurbano blindaron sus dominios sin noticias del caso Chocolate y de las travesías impúdicas de Martín Insaurralde.
“A partir del 10 de diciembre vamos a abrir una nueva etapa institucional en la política argentina. Voy a convocar a un gobierno de unidad nacional”, anunció Massa, pasadas las 23, en medio de una postal de sonrisas que no se veían en el peronismo desde 2019. Al ministro de Economía le espera un desafío mayúsculo en la resaca del triunfo: cuál será la reacción de los mercados a estos comicios celebrados en la pausa de una corrida cambiaria y de un proceso de espiralización inflacionaria.
“Sé que muchos de los que nos votaron son los que peor la están pasando. Sepan que no les voy a fallar”, prometió, en un dejo de nostalgia menemista. Subió solo al escenario, con los ojos vidriosos. Prometió institucionalidad y respeto del disenso. Profesional y estratégico, no cometió el desliz de mencionar a Cristina Kirchner ni a Alberto Fernández.
La movilización peronista se había comprobado arrolladora. Recuperó 8 de las provincias en las que había perdido en agosto. En Buenos Aires, Massa se impuso por 16 puntos de ventaja. Milei retuvo 10 distritos de los 16 que capturó en agosto. Juntos por el Cambio se encoge hasta su embrión original, la Capital, único refugio donde ganó Bullrich. Jorge Macri tendrá en principio que ir a una segunda vuelta contra Leandro Santoro (Unión por la Patria). Se quedó en la orilla, con 49,6%. Si hay o no ballottage dependerá de las necesidades de Massa. Ante una elección porteña en apariencia perdida, ¿no le convendrá desmovilizar al macrismo en noviembre y restarle incentivos para una alianza con Milei? Preguntas para las horas que vienen.
Rogelio Frigerio vivió como una proeza la consagración como gobernador de Entre Ríos, otra de las provincias que el peronismo ganó en el tramo presidencial.
El país que viene, gane quien gane, será el reino de la fragmentación: un Congreso sin mayorías, en el que Unión por la Patria retiene la primera minoría en las dos cámaras, y un reparto de poder territorial en el que la coalición eliminada del ballottage gobernará 9 o 10 provincias (según cómo se resuelva la pelea porteña).
“Tabula rasa”
Milei dará batalla a la presidencia bajo el impacto emocional de haber defraudado las expectativas que él mismo alimentó cuando dijo que iba a ganar en primera vuelta. Al comparecer, trazó de entrada el foco con el que buscará el poder: “El objetivo es terminar con el kirchnerismo. Es lo más nefasto que dio la historia de la democracia moderna. Si todos los que queremos un cambio no estamos juntos nos hundimos. O cambiamos o nos hundimos”, dijo, a las 23, en el hotel del microcentro donde reunió a sus seguidores. Se colgó la bandera del antikirchnerismo que queda huérfana con el pinchazo de Bullrich y el macrismo. Le hizo un guiño a Jorge Macri y prometió “tabula rasa” para quienes quieran sumarse a la campaña contra Massa. No explicó si incluía también a Bullrich, a quien se cansó de caracterizar durante dos meses como una “montonera tirabombas”.
En el búnker cambiemita cundía el desánimo, sin vocación de pensar en la próxima elección. En la codicia de un triunfo que creyeron inevitable perdieron no solo el poder sino los vínculos personales que sostenían una coalición de identidades diversas. “No hemos logrado los objetivos que queríamos para nuestra Argentina, pero venimos a ratificar con toda la fuerza los valores de nuestra causa”, expresó Bullrich, al aceptar el fracaso, sobre las 22.20. Detrás de ella, Mauricio Macri seguía el discurso con rostro sepulcral. También Horacio Rodríguez Larreta, Elisa Carrió, María Eugenia Vidal y un sinfín de dirigentes de ojos llorosos dieron la cara en la hora aciaga. A Gerardo Morales y otros dirigentes del radicalismo los dejaron abajo del escenario. Toda la escena parecía anticipar una despedida del instrumento político que nació en 2015 para resistir la hegemonía kirchnerista.
En el mensaje de Bullrich se filtró algo parecido a un guiño a Milei. Al menos fue un claro rechazo a Massa: “Nunca vamos a ser cómplices de las mafias que destruyeron este país. No soy yo quien venga a felicitar a quien ha sido parte del peor gobierno de la historia argentina”. No son palabras que representen al conjunto de los dirigentes que poblaron sus listas.
Juntos por el Cambio retrocedió casi 6 puntos respecto de las PASO (700.000 votos menos), en una muestra clara de que Bullrich no pudo retener los apoyos de Larreta pese a sumarlo a última hora a la campaña. Una parte importante de esos sufragios migraron hacia Massa y acaso también a Juan Schiaretti, que casi duplicó su caudal de agosto (de 3,9% a 6,9%).
Los libertarios se encontraron con un techo de hierro que los tomó por sorpresa. Sabían desde principios de semana que no les alcanzaría para ganar en primera vuelta y sin embargo Milei cerró la campaña con un discurso en el que instaló la expectativa de esa hazaña. Su alianza con Luis Barrionuevo -que no le aportó el aparato de fiscalización que había prometido- y una campaña alejada de la moderación lo estancó en el 30%.
Lo que en agosto fue un tsunami ahora se percibió como una brisa ligera, ante el abrumador avance del peronismo. La participación -aunque baja en términos históricos- subió 8 puntos (de 70% a 78%). Massa consiguió un crecimiento sorprendente en Tucumán, en Corrientes, en La Rioja y en todo el Norte. Pero el shock electoral se sostuvo en la provincia de Buenos Aires. Sumó un millón de votos nuevos respecto de agosto, con marcas impactantes en el conurbano bonaerense. Una muestra que es todo un símbolo: ganó por escándalo en Lomas de Zamora, la tierra de Insaurralde, con 10 puntos más que hace dos meses. Federico Otermín, mano derecha e izquierda de Insaurralde, ganó la intendencia con casi el 50% de los votos, ajeno a las peripecias del yate Bandido en las aguas del Mediterráneo.
El peronismo recuperó el municipio de Lanús, que el Pro gobernaba desde 2015. El camporista Julián Álvarez sucederá a Néstor Grindetti, que sufrió por partida doble al caer por 18 puntos de diferencia la carrera por la gobernación con Kicillof. Una paliza si se tiene en cuenta que en las PASO la ventaja había sido de apenas tres puntos.
Juntos por el Cambio retuvo San Isidro, Vicente López y San Miguel. Y con un festival de corte de boletas rescató intendencias clave como Mar del Plata y Tres de Febrero, donde Massa superó a Bullrich y a Milei. En La Plata el peronista Julio Alak le arrebataba el gobierno a Julio Garro por menos de mil votos (una disputa que queda abierta hasta el escrutinio definitivo).
Los puentes de Massa
Massa también abrió el juego de seducción a los derrotados. Les habló a los votantes de Schiaretti y de Myriam Bregman (2,7%). Convocó a los radicales, al campo, a los industriales... Y sentenció: “¡La grieta se terminó!”. Una frase que hace cuatro años había hecho propia Alberto Fernández, a quien le aplicaron el derecho de admisión en el complejo de Chacarita donde el peronismo se juntó a festejar.
La otra ausencia resonante fue la de Cristina Kirchner, que se quedó en Santa Cruz. Allí, al votar, se despegó sin piedad de Fernández: dijo que este gobierno no fue de ella, que no la escucharon y que toda la responsabilidad de la gestión es del Presidente.
Massa hizo lo mismo pero sin decirlo. No aludió tampoco a Cristina ni a sus banderas ideológicas, en una cuidada operación de deskirchnerización táctica. Muy lógica en este punto de la campaña. Fue Kicillof quien recordó a “la Jefa” y le dio las gracias en su discurso celebratorio.
Las elecciones de ayer configuraron también un nuevo Congreso nacional sin dominios excluyentes. Unión por la Patria tendrá 34 senadores, tres menos de los necesarios para el quorum; Juntos por el Cambio pierde 9 hasta quedarse en 24 y La Libertad Avanza irrumpe en la Cámara alta con 8 bancas. En Diputados, el peronismo unido perdió 11 y se quedaba con 107 escaños, lejos de los 129 que se necesitan para abrir una sesión. Los libertarios tendrán 38 diputados (35 más que ahora) y la coalición macrista-radical pasa de 118 a 94. Sacar leyes será una aventura aún más complicada en lo sucesivo.
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