En los 17 comicios celebrados hasta el momento se registra una creciente suba en la abstención, que supera los 4.800.000 de votantes; “busquen a los que se desilusionaron”, exhortó Massa
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Ya son 17 las elecciones provinciales celebradas hasta el momento y una tendencia que se consolida domingo a domingo es la notable baja en la participación electoral. A excepción de Tucumán, que mantuvo su participación en torno del 84%, todas las provincias han visto disminuir sus números respecto del 2019, un año en el que ya había sido floja la asistencia a las urnas.
Hace dos días, en una recorrida por el conurbano, el precandidato a la presidencia de Unión por la Patria y ministro de Economía, Sergio Massa, no ajeno a este fenómeno, instó a buscar el voto de los “desilusionados”. El miércoles, después del encuentro con la cúpula de la CGT, refrendó el mensaje: “Sabemos que hay decepcionados”.
Según datos relevados por LA NACION, el ausentismo ha crecido más de 5 puntos en comparación al 2019: pasó de 25,95% a 31,36% en el universo de las provincias que ya fueron a las urnas (es decir, tomando como referencia la última elección comparable).
“¿Quién se perjudica? Es el gran interrogante de la elección”, señala Facundo Nejamkis de la consultora Opina Argentina en referencia al ausentismo electoral. El consultor señala que tanto el actual oficialismo como Juntos por el Cambio, en distintos momentos, se vieron beneficiados por un crecimiento en la participación electoral.
En las generales de 2019, cuando la participación electoral aumentó más de 4 puntos con respecto a las PASO del mismo año, el candidato Mauricio Macri acortó a 8 la distancia con Alberto Fernández, el candidato del Frente de Todos. Del mismo modo, en la provincia de Buenos Aires, el Frente de Todos se vio favorecido cuando la participación aumentó más de 5 puntos entre las PASO y las generales de 2021: logró reducir la diferencia a la mínima (39,81% a 38,53).
“Es de difícil detección. Las elecciones presidenciales tienen un porcentaje más alto que las legislativas, aunque [lo que vimos] podría ser un anticipo”, sostiene Nejamkis ante la consulta sobre un posible sostenimiento de la abstención electoral. Salvo en Mendoza, Chaco y Santa Fe, donde hasta ahora solo ocurrieron las primarias, en 13 provincias las elecciones celebradas este año definieron el futuro gobernador (y en Corrientes se votó para renovar la Legislatura).
Alternancia y descontento
Según los encuestadores, la merma en la cantidad de ciudadanos que se acercan a las urnas es un indicador de un extendido malestar. “Es un síntoma del descontento. Hay falta de representación y de conexión entre los candidatos y la gente. El electorado se siente alejado de una clase política que toma decisiones de manera corporativa”, sostiene Cristian Buttie, de CB Consultores.
“La combinación entre las malas gestiones -en referencia a la de Juntos por el Cambio (2015-2019) y la actual del Frente de Todos, hoy Unión por la Patria-, la crisis económica y el estrés pospandemia, no hace más que enojar a un segmento del electorado y generar apatía, reforzando la idea de que votar no sirve para nada”, agrega Guido Moscoso de la consultora Opinaia.
El jueves, en un mensaje que se debatía entre el mea culpa y la seducción, Massa exhortó a los suyos: “Vayan a buscar a aquellos que en algún momento se desilusionaron, díganles que cometimos errores, que asumimos nuestras culpas, que les pedimos disculpas y que tenemos la valentía de encarar lo que viene porque es con la unión de los argentinos”. Fue en Merlo, en un acto compartido con el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof.
“Hay segmentos del peronismo que no votan otra cosa que no sea peronismo. No votan en contra, pero no van a votar”, explica Nejamkis. “Este votante puede ser movilizado por razones de temor. Un votante peronista puede ser eventualmente movilizado si Patricia Bullrich se impone en las primarias de Juntos. Eso no significa, claro, que le alcance a Massa para ganarle”, plantea.
Esta creciente apatía electoral se agrava si a la baja señalada, que en términos porcentuales implica una suba en la abstención de más del 20%, se le suma la cantidad de electores que optaron por votar en blanco o al que se le anuló el voto. El 31,36% señalado se acerca a los 37 puntos cuando se añade el voto de personas que sí fueron a las urnas, pero no manifestaron preferencia por alguna de las opciones en el menú electoral.
La provincia de Tierra del Fuego, donde el gobernador Gustavo Melella logró la relección con el 65,37%, fue el caso más visible de este fenómeno: el número de votos en blanco casi duplicó los votos obtenidos por Pro, la fuerza que resultó “segunda” en el distrito. Si los votos se midieran sobre la base de los emitidos, y tanto los votos en blanco como los nulos fueran computados, el porcentaje obtenido por Melella bajaría al 50%, pero si también se incluyera la variable del ausentismo y los votos se midieran sobre la totalidad del padrón electoral, el 65% obtenido por Melella se vería reducido a poco más del 35%.
Algo similar ocurre en la Santa Fe, cuyo caudal electoral es casi 20 veces mayor que el de la provincia patagónica. Si se aplicara la misma lógica y el porcentaje de los votos obtenidos por Juntos por el Cambio se contabilizaran contra la totalidad de los santafecinos habilitados para votar -y no contra los “votos afirmativos”-, el 63% alcanzado por Unidos para Cambiar Santa Fe -con los aportes del ganador Maximiliano Pullaro más las derrotadas Carolina Losada y Mónica Fein- se vería reducido al 33%. En la vereda de enfrente, y siempre bajo esta luz hipotética, el 27% obtenido por el peronismo -resultado de la sumatoria entre sus cuatro candidatos en el territorio- pasaría a un módico 15%. En la provincia, la participación electoral superó por menos de un décimo el 63%.
Entre las provincias con menor presencia ciudadana en las urnas se encuentran Córdoba (68,2%), Corrientes (66,03%), Rio Negro (68,15%), Salta (69,55%), Chaco (62,93%) y Mendoza (66,35%). Pese a que tanto en Chaco como en Mendoza las elecciones fueron primarias y que en Corrientes fueron legislativas, el promedio general de participación en los 17 comicios provinciales tampoco sobrepasa la barrera del 70%, un piso siempre superado a nivel nacional desde el regreso a la democracia. La única excepción fueron las PASO legislativas celebradas en septiembre de 2021, en las que se registró una participación del 67,78%.
“Los índices de participación están en los mínimos. Va a ser una elección histórica, que sigue la tendencia de 2021″, señala Buttie, que trae otra perspectiva para comprender la desafección electoral.
“Antes había una sanción económica. Se ha instalado la idea de que ya no es así. Y si hay, es simbólica. Todo eso empuja a que la gente no vote. Estamos más cerca de un voto optativo, como en el caso de Chile, que obligatorio, al menos en lo material. Si no te sentís representado, no votás”, completa.
A contramano de las preocupaciones del ministro de Economía, Buttie sostiene que, en ocasiones, la falta de sanción económica es promovida por los gobiernos oficialistas con lógica electoral. “Hay intencionalidad política, mientras mayor participación hay, más complica al oficialismo”, desliza, y señala el caso de Córdoba -el próximo domingo define quién tomará las riendas de la capital- donde no habrá ninguna sanción económica para quienes no asistan a votar.
Factor Milei
Con todo, en la presunta sintonía que existe entre un electorado desinteresado y la prédica del referente de Libertad Avanza, Javier Milei, puede radicar un factor que altere la tendencia observada.
Pese al magro desempeño de sus candidatos en las provincias, Moscoso repara en que la presencia de su figura en las PASO nacionales -sumado al atractivo intrínseco de una elección presidencial- podría empujar a los electores desencantados hacia las urnas, poniéndole un freno a la merma en la participación.
“Al proponer un discurso antipolítica, muy crítico de las instituciones más tradicionales, es probable que logre incentivar la participación electoral. Es esperable que de las PASO a la segunda vuelta, la participación electoral vaya en aumento”, sostiene el consultor.
“Es una forma de institucionalizar el ‘voto bronca’. Ahora se expresa en un canal político”, acota Nejamkis, que prefiere poner el foco en la “ineficaz” alternancia política.
“Es un fenómeno que tiene que ver con la improductividad política. Cuanto menos eficaz se vuelve en la resolución de los problemas, el electorado más se aleja. En los últimos 12 años pasaron tres presidentes y ninguno logró resolver los problemas. Eso genera una acumulación de desengaño. Ese alejamiento lo podés expresar con un enojo, y votar a alguien que tire del mantel y se caiga todo, Milei, por ejemplo, o decir ‘no voy a votar’”, explica.
El número total de electores que han optado por no acercarse a las urnas a emitir su voto, sin contar Chaco que no se pudo comparar con 2019, es de 4.843.782. Pero, contemplando los números de esa provincia, la cifra asciende a más de 5.200.000, lo que representa más del 31% del padrón electoral de las provincias que ya tuvieron elecciones, una cifra similar a la suma de los padrones electorales de las provincias de Formosa, Jujuy, Misiones, Neuquén, Rio Negro, San Juan, Salta y San Luis. Si, de nuevo, a ese número se le añade el voto en blanco o el nulo, serían 6.138.830 las personas a las que, hasta ahora, ningún nombre propio logró seducirlas.
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