Elecciones 2023 | Bullrich, Macri y el dilema del león
El triunfo de Milei expone a la candidata de Juntos por el Cambio a redefinir su campaña y a asumir la idea de que tiene un nuevo adversario electoral, dispuesto a borrarla de la cancha
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Patricia Bullrich ganó una interna y perdió otra. Se sacó de encima a Horacio Rodríguez Larreta, pero Javier Milei la derrotó súbitamente en una suerte de PASO blue que definía la candidatura del “cambio profundo, con coraje y a todo o nada”.
El castillo de la derecha liberal que ella creía su hábitat natural es una casa tomada. Desde el domingo la postulante de Juntos por el Cambio deambula por una geografía nueva, como si el suelo se hubiera movido bajo sus pies. El sismo electoral la empujó hacia el centro del espectro político, ese no-lugar que -como los aeropuertos- tiene sentido únicamente como punto de partida hacia un destino deseado.
Aturdidos por el resultado que no vieron venir, a los sobrevivientes de la coalición opositora aún los mueve el reflejo de lo conocido. En sus declaraciones públicas Bullrich y los suyos celebran el resultado de las primarias presidenciales como una ratificación de su línea de pensamiento.
“Felicito a Javier Milei. Él también dijo que no quiere, como nosotros, que el Estado sea una cueva de ladrones”, dijo Bullrich el domingo. Mauricio Macri fue más allá cuando afirmó, sobre el escenario de Parque Norte: “Sumando lo que sacó Milei a nosotros hay una mayoría de argentinos que pide un cambio profundo”. Los voceros de la campaña lo siguen repitiendo hasta hoy.
El problema es que Milei sacó 3 millones de votos más que Bullrich a nivel individual. Él es ahora la primera marca. ¿Es posible remontar las elecciones sin adaptar el producto?
Bullrich no tiene tiempo para festejos ni duelos. El lugar en que la dejó el resultado la obliga a desfilar por un andarivel estrecho. Sin desdibujar su identidad, pero con empatía hacia los millones de ciudadanos a los que le asusta imaginar un gobierno fundamentalista.
El ejercicio democrático del voto le otorgó a Milei la propiedad de la motosierra. A Bullrich le urge abrir el Excel, exhibir equipos -¿apurará como dicen la nominación de su ministro de Economía?-, oponer inteligencia, programas y estructura a las exitosas ideas fuerza del libertario. ¿Está a tiempo de recalcular sin riesgo de “larretizarse”?
Si quiere ganar, parece condenada a enfrentar a Milei. Exponerlo. “Contra el kirchnerismo estábamos mejor”, pero es la realidad económica la que está haciendo el trabajo de demolición del Gobierno y de su candidato, Sergio Massa. En términos electorales a ella le cambió el adversario. “Estamos como Scaloni después de perder con Arabia. Podemos salir campeones, pero un error más nos manda a casa”, sintetizó un dirigente de la cúpula amarilla, que excava en las metáforas futboleras en busca de optimismo.
Milei tiene claro el juego. Prefiere el boxeo. Desde hace días ataca a Bullrich sin piedad. La quiere borrar de la cancha. Si tiene que elegir, prefiere a Massa en la segunda vuelta. Cruzó la línea de decir que a la candidata de Juntos por el Cambio “le sale socialismo por los poros” y que es por “su pasado montonero”. La acusa de “hacer operaciones sucias”. La ubicó en la lista negra de “la casta”.
Esa palabra que exportó de la izquierda radical española fue el arma con la que arrinconó a Juntos por el Cambio hasta superarlo en las urnas. Bullrich, Larreta y compañía asumieron que el declive del kirchnerismo haría presidente sin más trámite a quien se impusiera como líder de la coalición. Era como la ley de la gravedad.
Perdieron tiempo divino en peleas de poder que los mostraron ajenos a la angustia de su base electoral ante el acelerado proceso de deterioro del bienestar en la Argentina. Cuando en la calle les decían “dejen de pelearse”, no era un consejo sino una amenaza. El derroche de recursos, las componendas, las zancadillas, las reuniones endogámicas para hablar de las reglas de la interna alimentaron a cuentagotas la clientela de Milei.
Cuando el rating de “el León” creció, la coalición se dividió en dos. Unos se alarmaron y se dedicaron a bloquear cualquier posibilidad de un acuerdo (nunca deseado por él). Otros se ilusionaron con el efecto de las ideas libertarias en el debate público: se pulverizaban tabúes sobre el achique del Estado, las leyes laborales, el gasto público. Así iba a ser más fácil gobernar. “El gobierno de Macri tenía que negociar las leyes con Massa, que siempre te agregaba algún gasto a cambio del voto. Imagináte lo que va a ser con Milei: te va a pedir recortar siempre un poco más. El mundo ideal”, se relamía meses atrás un interlocutor habitual del expresidente.
Cómo tratar al adversario
Macri cultivó el trato con Milei. Mantuvo en los últimos años un vínculo edificado a base de reuniones, videollamadas y chats. Lo elogió a menudo y llegó a avalar en público sus propuestas, con algún matiz. Habló, por ejemplo, de “semidinamitar todo”, en relación a los cambios sistémicos que necesita la Argentina.
Había una lógica: cuidar a los libertarios era recomendable porque sus votos iban a ser necesarios en un ballottage contra el kirchnerismo. El resultado de las PASO transformó todo. El rival principal ahora es Milei.
Los ganadores de la interna de JxC persiguen una fórmula que los lleve a la victoria, que ya no se recorta como inevitable. Ni siquiera como la hipótesis más probable.
¿Podrán asimilar que el lugar que creían propio lo ocupa otro? “Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos”, escribió Cortazar en “Casa tomada”. ¿Serán capaces de sacudirse la nostalgia y salir a reconquistar aquello que alguna vez fue de ellos? ¿Descubrirán una receta atractiva para los que quieren un cambio pero le temen a la dinamita?
Milei es un fenómeno complejo, en evolución. No es solo “bronca”. Despierta entusiasmo genuino en muchos de sus votantes anónimos. La sorpresa del domingo puede desencadenar una ola si no hay diques que la contengan.
Bullrich tiene la cancha inclinada hacia octubre. La devaluación y sus consecuencias hunden a Massa, pero alimentan también el relato de Milei, un candidato que -está estudiado- sube cuando aumenta el dólar paralelo.
El juego de Bullrich y los suyos se hará aún más complicado si se ofrece como aliada posible de Milei en lugar de desafiarlo con coraje y argumentos. El programa que ni ella ni Larreta lograron esbozar en el primer tramo de la campaña puede ser un punto de partida.
La opción a eso es resignarse al papel de garantes de una gobernabilidad futura. Ser los que aporten la estructura y eduquen en las artes del poder a un presidente novato que predica ideas económicas con las que ellos simpatizan.
Es una disyuntiva a la que le debe estar dando vueltas por estas horas Bullrich, y también Macri.
No es lo mismo ser el dueño del circo que el domador del león.
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