Elecciones 2023: Alberto Fernández no se baja de la reelección y se acentúa su soledad política
El Presidente no oficializa un renunciamiento; además de las apedreadas del kirchnerismo, hay otros actores del PJ que se desmarcan; la política impacta en la dinámica del gabinete
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Cuando Alberto Fernández terminó su discurso de dos horas frente a la Asamblea Legislativa, se dirigió a la Casa Rosada y se encerró en su despacho a almorzar con su secretario General de la Presidencia, Julio Vitobello; su portavoz, Gabriela Cerruti; su jefe y vicejefe de Gabinete, Agustín Rossi y Juan Manuel Olmos y el diputado Eduardo Valdés, un viejo amigo suyo.
En confianza, comentó que percibió que fue “buena” la recepción que le había hecho Cristina Kirchner en la explanada del Congreso y consideró que “salió todo bien, como esperaba” en la presentación en Diputados. No hubo autocríticas.
Con su discurso, Fernández buscó exaltar su gestión a partir de una extensa enumeración de datos duros. Le hizo guiños al kirchnerismo, con una defensa de Cristina Kirchner sin aplicar a rajatabla la narrativa K. Y no se proyectó a futuro, para no enredarse con su candidatura, el tema que hoy atraviesa de punta a punta al Frente de Todos.
Pero el Presidente no se bajó de la reelección, según aseguraron dos personas que lo trataron directamente esta semana. Conforme el jefe de Estado persiste en su actitud, se hace más evidente su soledad política al interior del oficialismo.
Ya no es solo el kirchnerismo que, haga lo que haga Fernández, lo bombardea con declaraciones radiales sin piedad. Los movimientos sociales afines al Gobierno consolidan su desacople, como se hizo evidente en la raquítica movilización al Congreso del miércoles. Los gordos e independientes de la CGT pretenden que tenga una salida elegante. Y los gobernadores -la gran mayoría faltó al Congreso para el discurso- se despegan de la interna nacional o confrontan con la Casa Rosada, como el caso de Omar Perotti (Santa Fe), que alguna vez supo ser aliado político de Fernández.
“La candidatura Alberto hoy no garantiza ni competitividad ni unidad. Tanto él como la vicepresidenta tendrían que ser vertebradores de la unidad con una propuesta competitiva”, dijo a LA NACION Gildo Onorato, secretario gremial de la Unión Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y referente del Movimiento Evita.
La distancia que están tomando los grupos piqueteros de Fernández se hizo patente el 1º de marzo, cuando se resistieron a movilizar al Congreso porque entendían que se leería como un apoyo a la reelección y no querían quedar pegados. Finalmente, por pedido de la Casa Rosada, enviaron una “delegación” en respeto a la investidura presidencial.
La CGT, que supo ser otra pata de sustentación política del Presidente, también perdió las expectativas con Fernández. El sector de los “gordos” y los “independientes”, alguna vez tildados de “albertistas”, cree que no hay que soltar la mano a Fernández pero más para “ayudarlo a llegar” que como una apuesta a futuro.
“No hay que apurar a Alberto a oficializar una decisión que pueda complicar al Gobierno. Él tiene que ser parte de la construcción de lo que venga”, señaló un sindicalista relevante tras el discurso de la Asamblea Legislativa. “Está claro que no va a volver a congeniar con el kirchnerismo, pero tampoco es justo que lo aprieten. Si seguimos así vamos a terminar divididos”, acotó con preocupación.
Un hombre cercano a Fernández evaluó: “El mayor problema no es Alberto, es que no tenemos un candidato que mida 20 puntos. Todos miden 5 puntos. Hay desalineamientos que no se realinean porque no hay nadie que despegue”.
Impacto en el gabinete
Fernández sostiene a su círculo chico de leales, cuya más reciente incorporación fue Rossi, que se muestra dispuesto a ponerle el cuerpo a los problemas que se le acumulan al jefe de Estado en la diaria. Pero la situación política impacta en la dinámica del gabinete, que, por momentos, aparenta desarticulado.
Vitobello y Cerruti son las “sombras” del Presidente y con quienes valida su agenda y su discurso. Luego Fernández tiene, como en un segundo cordón, un puñado de ministros y funcionarios que lo defienden públicamente e instalan en los medios la posibilidad de su reelección. Ahí están Victoria Tolosa Paz (Desarrollo Social), Santiago Cafiero (Cancillería) y Aníbal Fernández (Seguridad). Olmos es su “fixer” de bajo perfil y Vilma Ibarra (secretaria Legal y Técnica) es una consejera ocasional que hoy opta por mantenerse al margen en determinadas instancias, como la redacción del discurso del 1º de marzo.
Por fuera de ese círculo -y sin contar a los ministros de perfil técnico- el resto del gabinete hace su propio juego. En algunos casos, se inclinan por defender la gestión sin “militar” la reelección del Presidente. Son los casos de Gabriel Katopodis (Obras Públicas) y Santiago Maggiotti (Desarrollo Territorial y Hábitat). Otros, como Matías Lammens (Turismo), se debaten su futuro político más allá del Presidente.
Los “presidenciables” son los más autónomos: el ministro de Economía, Sergio Massa y el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, que se prepara para ser el candidato siempre y cuando Cristina lo habilite. “El funcionamiento del gabinete es desarticulado, cada uno hace la suya. Hay ministros que van a poder pasar de pantalla, tener un día después, otros no”, reflexionó el titular de una cartera nacional.
La interna a veces se percibe en las pequeñas cosas. A diferencia de años anteriores, Presidencia no coordinó con el Ministerio del Interior para que los ministros y gobernadores hicieran la “previa” a la Asamblea Legislativa en el área que comanda De Pedro, en la planta baja de la Casa Rosada. Tuvieron que esperar en la explanada de Balcarce 50, al rayo del sol, para subir a las combis que los trasladaron al Congreso.
Otra desprolijidad se vio el viernes, cuando Perotti fue a la Casa Rosada para la firma de un convenio vinculado a la seguridad con De Pedro. Era un anuncio programado desde antes del ataque al supermercado de la familia de Lionel Messi en Rosario, pero tomó otro volumen a la luz de los hechos. Según fuentes oficiales, el Presidente estaba al tanto de la visita del santafecino, pero optó por no verlo. Para disimular la falta de coordinación interna, a último momento se definió que Rossi participara del acto.
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